Ha sido un indulto vergonzante, un indulto de tapadillo. Dicen que Pérez Rubalcaba, que durante la campaña derramó vitriolo sobre ricos y banqueros, le exigió que retrasara su concesión hasta después de las generales del 20-N para no perjudicar sus opciones, y el presidente se avino. Ya no cabía esperar más. El jueves 24 hubo tormenta en la marea baja socialista. Zapatero se había comprometido (de hecho volvió a telefonear a Emilio Botín esta semana para prometerle que del viernes 25 no pasaba), con el respaldo pleno de Elena Salgado. Pero en frente se alzaba la oposición, una vez más, de Rubalcaba, representado en la mesa del Consejo por su peón Camacho, y sobre todo por Caamaño (Justicia), que argumentaba la inexistencia de razón jurídica de peso para conceder la gracia, al tiempo que enfatizaba su inconveniencia política. Pero ZP, por razones que solo el tiempo desvelará, estaba comprometido. Se había guardado las espaldas planteando la cuestión, bastante antes del 20-N, al líder del PP. Dicen que la respuesta del gallego fue fría: “Dale tú el indulto si quieres, porque yo no se lo voy a dar; lo más que puedo hacer es mirar hacia otro lado…”
Que el indulto, parcial, fue vergonzante, lo avala el hecho de que ni siquiera figurara en la referencia del Consejo de Ministros, tal vez con la esperanza puesta en que el asunto pasara sin pena ni gloria por el BOE de ayer sábado. La merced permite a Alfredo Sáenz cumplir los requisitos de “reconocida honorabilidad comercial y profesional” que, solo en teoría, el Banco de España (BdE) exige a los banqueros para el ejercicio de la profesión. La procesión, sin embargo, va por dentro. Los servicios jurídicos del BdE, así como la dirección general de Regulación (José María Roldán), se oponían al favor al menos hasta conocer la decisión del Constitucional (Sáenz planteó recurso ante el alto tribunal para conseguir la nulidad de la condena y el borrado definitivo de sus antecedentes penales, que el indulto no hace desaparecer). El gobernador Fernández Ordóñez, en línea con ZP, era partidario de la medida, sin duda agradecido al apoyo recibido por el Santander (BS). “Es un secreto a voces que Emilio ha hecho y deshecho a su antojo en el BdE en los últimos años”, afirma tajante un competidor bancario.
Como en el conocido apotegma “Todo se ha perdido, menos el honor”, frase atribuida a un Francisco I prisionero tras la batalla de Pavía, en carta a su madre la Duquesa de Angulema, cabría decir aquí que Sáenz lo ha ganado todo, menos la respetabilidad. Si el marco legal actual (RD 1245/1995, de 14 de julio, sobre Régimen Jurídico de las Entidades de Crédito, que establece que “se entenderá que carecen de tal honorabilidad quienes, en España o en el extranjero, tengan antecedentes penales por delitos dolosos, estén inhabilitados para ejercer cargos públicos o de administración o dirección de entidades financieras o estén inhabilitados”) no fuera suficiente, difícilmente conseguirá el banco y su cúpula superar en este caso la sanción social, claramente perceptible estos días en la opinión pública e incluso en la publicada, en contra del banquero y de su indulto, lo cual plantea a una entidad de tan formidable poder como el Santander una ecuación de compleja solución en los tiempos convulsos de beneficios menguantes y provisiones crecientes que corren, dificultad agravada, además, por la causa abierta en la Audiencia Nacional contra la familia Botín por presuntos delitos contra la Hacienda Pública y falsedad documental en el caso de las cuentas suizas del HSBC.
Horta-Osorio estaba llamado a sustituir a Sáenz
En el mundo financiero madrileño, muy poca gente cree que Sáenz, sobre cuya valía profesional caben pocas dudas, pueda continuar durante mucho tiempo como primer ejecutivo del BS. Vetado meses atrás por el Banco de Inglaterra para ocupar plaza en el Consejo de Santander UK a la que aspiraba, el relevo se hará con la delicadeza que el caso reclama, seguramente después del próximo verano, pero se hará. El problema para Botín es que Alfredo no tiene relevo. Adquiere ahora todo su significado la estampida protagonizada a primeros de año de un hombre tan importante en la estructura de mando como era el portugués Antonio Horta-Osorio. Enérgico, duro, brillante, más financiero que bancario, tan ambicioso como bien preparado, Horta-Osorio, 47, es “un fuera de serie”, en palabras de un alto cargo del propio BS, “muy amigo de toda la familia y en particular de Emilio”. Enviado en 2006 a consolidar, como consejero delegado, las posiciones del banco en Gran Bretaña (Abbey, más Alliance & Leicester, más Bradford & Bingley, más 300 oficinas del RBS), el portugués, “trabajar para él es muy duro y no mucha gente puede soportarlo”, según The Times, hizo una gran labor, con el apoyo del propio Emilio y naturalmente de Alfredo (dos viajes al mes durante cinco años). Pero Horta-Osorio tenía prisa.
“Antonio, que aspiraba a sustituir a Alfredo (69), llegó a echarle un órdago a Emilio que éste rechazó. Aquello no gustó nada al jefe”. Pero el gran disgusto llegó el 2 de noviembre de 2010, cuando el aludido le anunció que había aceptado la oferta de un competidor, el Grupo Lloyd's, para suceder a Eric Daniels como consejero delegado, fichaje que el propio “banco del caballo negro”, hacía oficial al día siguiente. Entre las brumas de su monumental disgusto, Botín entrevió aquel día las consecuencias de futuro de una “traición” que solo cabía interpretar en clave de poder. Los 9,7 millones de euros año que pasaba a ganar eran el 60% de su sueldo en el BS, donde también se dejaba un fondo de pensiones cercano a los 30 millones. Todo por el Poder, la representación, el fulgor de dirigir una institución tan relevante en la City como Lloyd's. Para acabar de humillar a don Emilio, el fugitivo arrastró consigo a cinco altos ejecutivos de Santander UK, entre ellos tres españoles.
Durante los ocho meses que van de marzo a noviembre de este año, el portugués trabajó día y noche, siete días a la semana, intentando poner orden en el desastre de un banco participado en un 41% por el Estado, sin visitar su elegante casa en Chelsea ni siquiera para dormir. Pero el 2 de noviembre, Antonio Horta-Osorio explotó. “Thrown off by the Black Horse bank”, titulaba el Sunday Times del 6 de noviembre. Fundido por una insoportable carga de trabajo ("he could barely hold a pen”), la entidad aludió a “problemas de estrés” que reclamaba urgente atención médica. El portugués brillante, individualista, mal dotado para la labor de equipo, llamado a marcar una época en la banca europea, sigue a día de hoy hospitalizado y sometido a tratamiento. Nadie espera que pueda volver al trabajo tras las fiestas de Navidad. “Es el final de la superestrella”, aseguran en el BS con mal disimulado gesto de revancha.
Botín, ante un momento delicado de su carrera
A Botín se le escapó el futuro, el hombre llamado a hacer de engarce entre su generación y la de sus hijos, y el presente lleva el plomo en las alas. ¿Es el tiempo de Ana Patricia? “No es posible imaginar al padre en la presidencia y a la hija en la consejería delegada; los mercados no lo aceptarían y menos aún los fondos propietarios del banco. Ana tendrá que saltar directamente a la vicepresidencia”. Hay quien sostiene que Sáenz y Emilio se marcharán de la mano en el momento procesal oportuno, afirmación arriesgada teniendo en cuenta la excelente forma física y mental de que hace gala el cántabro a sus 77 años. ¿Entonces? Difícil papeleta, con un Paco Luzón (63), descartado para ese su sueño imposible de sustituir un día a Sáenz, dada su cercanía al socialismo. Gente hay que intuye una solución de compromiso, obviamente temporal, consistente en dejar América en manos del citado Luzón, Europa en las de Matías R. Inciarte (63), el retail a cargo de García Candelas y los negocios “exóticos” bajo supervisión de Juan R. Inciarte. La alternativa a tan alambicada fórmula consistiría en fichar de la calle a un sustituto de Sáenz, con un candidato en la mente de casi todos: Juan María Nin (58), actualmente en La Caixa.
Tras haber logrado colocar al BS entre los primeros bancos del mundo, Emilio Botín Ríos se enfrenta a uno de los momentos más delicados de su carrera. Las principales dudas parecen radicar en España, donde el negocio se resiente en demasía. Por encima de la deuda pública y el crédito promotor que contaminan el balance, el primer problema es de imagen: la de un banco y un banquero identificados hoy con Rodríguez Zapatero, uno de los personajes que más daño ha hecho en este país en décadas. La sangrante paradoja es que el indulto del viernes no resuelve las angustias del banquero, al tiempo que consolida esa imagen de connivencia. Y lo que es peor, degrada la democracia española. A menos de una semana de las generales, el indulto de marras se yergue cual ominoso recordatorio de la pobre calidad de una democracia rendida a los poderes del dinero y capaz de procurar una justicia a la medida –la llamada “doctrina Botín”- de un particular, eso sí, rico y poderoso. Un episodio moralmente inaceptable, que avergüenza a todo auténtico demócrata.