Como en aquella desternillante escena de “Mujeres al borde de un ataque de nervios” en la que Candela (María Barranco) se queja amargamente de “lo mal que se ha portado conmigo el mundo árabe” a cuenta del lío en que le ha metido su novio, un supuesto terrorista chiita, también cabría decir que el mundo de la derecha española se ha portado muy mal con Gustavo Manuel de Arístegui y San Román, porque después de un noviazgo de años, en los cuales el diplomático madrileño representó por activa y pasiva la voz el PP en materia de asuntos internacionales, ese mismo partido, llegada la hora del reparto de premios, le ha dejado fuera de la lotería. Con la miel en los labios.
Lamentándose andaba el otro día el buen hombre, cuando se topó con el inabarcable Alberto Ruiz-Gallardón, un tipo que aspira al premio gordo tras haber penado lo suyo años atrás, dispuesto a echarle el capote de un consuelo gratis total.
-Qué putada lo tuvo, Gustavo, la verdad es que no hay quien lo entienda, con lo que has hecho tú por este partido en estos años…
-Pues sí, chico, cosas que pasan –respondió con gesto resignado el aludido.
-Bueno, pero quiero que sepas que en caso de ir yo de Ministro cuento contigo para el puesto que prefieras, faltaría más, lo que tu quieras…
Una vez cumplida la lisonja de rigor, Gallardón fuese como vino y no hubo nada. Cuentan que don Gustavo, verbo fácil donde los haya, que de manera sorprendente no entró en las listas de candidatos del partido en las recientes elecciones generales, no está en exceso preocupado por su situación después de haber recibido seguridades desde la instancia oportuna de que “no se preocupe, que le buscarán algo”, lo cual no quiere decir mucho, aunque parece asegurar que en la calle no habrá de quedarse.
Amigos, conocidos y vecinos, amén de la familia directa, siguen preguntándose qué ha podido pasar, cuál puede haber sido el motivo del inexplicable extrañamiento del diplomático. Algunos apuntan a una mala relación con Jorge Moragas, futuro jefe de Gabinete de Mariano Rajoy a lo que parece, y no faltan los que ven en la reciente y exótica boda de Arístegui con Nadia Jalfi en Rabat –en la que al parecer el boato se mezcló con algún que otro exceso- el motivo de tal apartamiento.
Jalfi, pasaporte marroquí, profesional de la comunicación, se encarga de cuidar la imagen de Marruecos a nivel internacional. Teniendo en cuenta que Arístegui se ha venido desempeñando en el PP como portavoz de Exteriores en el Congreso, esa boda acrecentó en Madrid un cierto malestar causado por el hecho de haberse posicionado del lado de Marruecos en el conflicto con la saharaui Aminatu Haidar. Algunas voces llegaron a apuntar que dicha postura tenía mucho que ver con la relación sentimental que mantenía con Jalfi, la cual, para más inri, se rumoreaba era pariente del rey Mohamed VI, circunstancia desmentida más tarde. ¿Una de espías? El caso es que el mundo árabe parece haberse portado muy bien con Gustavo de Arístegui, lo que no se puede decir de la derecha española. Cosas de la política.