Rafael Catalá ha sido la última incorporación. Un técnico del Estado prácticamente desconocido sustituye al ministro más político del Gobierno, Ruiz-Gallardón. "¿No había llegado la hora de hacer política?", comentan, abrumados, veteranos dirigentes de la formación que observan cómo el gabinete de Rajoy pierde fuste político y se carga de 'espontáneos' o de tecnócratas.
Tres ministros no militan en el PP. Ni han pensado hacerlo. Wert, Morenés y De Guindos no tienen el carné del partido ni piensan tenerlo. Llegaron al Ejecutivo por distintas vías y mantienen una relación de relativa cercanía con el presidente. El más próximo de ellos a Rajoy es el titular de Cultura, con quien ha compartido muchas vivencias desde hace años. El responsable de Defensa llegó al cargo vía Zarzuela y el de Economía era un hombre del mundo financiero. Ninguno de los tres forma parte del 'núcleo duro' de Rajoy ni tampoco del de la vicepresidenta, que hasta el momento ha conseguido colocar sus piezas en el segundo nivel de la Moncloa a la espera de promoción. Son los enarcas a la espera del asalto a los cargos de primera línea.
La ruidosa salida de Ruiz-Gallardón, casi tres décadas en el PP, ha provocado un cimbronazo en la formación conservadora. Nunca le consideraron 'uno de los nuestros' dados sus devaneos socialistas pero, al menos, siempre ha estado ahí, con el partido y con carné, con cargos de responsabilidad y presentándose a elecciones. Y los militantes le votaban. Bien a él o bien al partido, pero cuantas veces se enfrentó a las urnas consiguió una victoria.
Su sustitución por Rafael Catalá, un técnico del Estado que ha circulado por varios ministerios con muchas y muy variadas responsabilidades administrativas, ha producido un mal disimulado estupor entre los dirigentes del partido. Tampoco tiene carné. Cierto que a tan sólo un año de concluir la legislatura no parecía lógico reclutar para la cartera de Justicia a un 'peso pesado' para que se quemara en la aventura. Pero ahí está Javier Arenas, siempre a la espera de volver a un ministerio. Y otros que militan en el partido hace años y que nunca han contado con ellos.
El 'efecto Catalá' se suma al de Isabel García Tejerina, que sustituyó a Miguel Arias Cañete en Agricultura. El ahora europarlamentario también era un veterano de la formación, con peso específico notable y con enorme simpatía de la militancia. A García Tejerina, sumamente experta en las distintas áreas bajo su responsabilidad, también era un rostro desconocido y sin apenas identificar.
El Gobierno ha perdido fuste político, ha rebajado su nivel ideológico y esta evolución se antoja peligrosa a las puertas de un año con dos citas electorales decisivas. "No es lo mismo llevar a un mitin a Cañete o a Gallardón que a Catalá, por más estupendo que sea", comentaban ayer en círculos del partido. "El PSOE no admitía elementos asépticos en el Gobierno. La ideología iba por delante. Sin caer en los excesos de Zapatero que se cargó a un ministro de Cultura porque quería a una mujer con glamour", añaden.
Regeneración y transparencia
Dolores de Cospedal, secretaria general del partido, anunció a bombo y platillo tras la vuelta del verano que había que poner el foco en las medidas políticas, en especial de regeneración y de reformas administrativas en aras de la transparencia. El mensaje de la recuperación iba calando pero, a la vista de lo sucedido en las europeas, es necesario abrir el abanico hacia territorios más ideológicos. No sólo por el efecto Podemos, sino porque resulta palmario que también el partido de la oposición ha mudado su estrategia con la llegada de Pedro Sánchez.
El problema es que no hay abundancia de primeros espadas en Moncloa y alrededores para librar esta importante batalla. De ahí el desconcierto y la inquietud de los mandos intermedios que se ven compelidos a poner en marcha a la vuelta de unos meses una campaña electoral en la que no tienen muy claro con qué bueyes van a poder arar en los difíciles meses que tienen por delante.