Más de 5.000 agentes de la Guardia Civil trabajan intensamente en las zonas devastadas por la reciente DANA, una de las peores catástrofes registradas en España. Equipados con drones, helicópteros, perros de búsqueda, trajes de neopreno y otros dispositivos especializados, estos agentes realizan largas jornadas de más de doce horas, en colaboración con militares, bomberos, policías nacionales y locales, Protección Civil y voluntarios. Su misión: salvar vidas, localizar a personas desaparecidas y recuperar cadáveres, en medio de un panorama desolador.
El capitán Sergio Hernández, al frente del Grupo de Especialidades Subacuáticas (GEAS), coordina a los buzos encargados de inspeccionar zonas sumergidas en la provincia de Valencia. Las unidades de buceo de esta y de Alicante fueron movilizadas inmediatamente después de que la tormenta golpeara; e incluso se suspendieron las clases de los alumnos en curso para que se unieran al operativo. Estos treinta buzos han trabajado sin descanso en la “zona cero”, revisando cada garaje y sótano anegado, buscando a posibles desaparecidos.
Las condiciones a las que se enfrentan estos especialistas son especialmente difíciles: el agua estancada durante días en algunas áreas presenta un elevado riesgo de infección. Para minimizar los peligros, los buzos realizan sus labores lo más rápido posible, entrando y saliendo en cuestión de minutos. Tras cada inmersión, deben desinfectarse exhaustivamente en equipos de descontaminación. Para el capitán Hernández, esta intervención ha sido la "más difícil, la más triste y la más trágica" que ha vivido en su carrera. Según relata, aunque ha enfrentado inundaciones antes, “nunca de esta magnitud ni con este nivel de devastación”. El grupo afronta el desgaste emocional apoyándose entre compañeros, compartiendo sus experiencias al final de cada jornada para poder seguir adelante.
Perros adiestrados para buscar cuerpos
En esta emergencia también participan perros especializados en la localización de cadáveres, incluso de aquellos que han quedado sumergidos. David García, jefe de la Unidad Cinológica central, lidera a un equipo de ocho agentes y cuatro perros adiestrados. Equipados con dos embarcaciones tipo zodiac, estos perros comenzaron a trabajar en Letur (Albacete) antes de desplazarse a Valencia. Uno de ellos tuvo un papel fundamental en la localización de uno de los últimos cuerpos encontrados sin vida en la localidad albaceteña ya mencionada.
Las condiciones son, sin embargo, especialmente adversas para los perros de búsqueda en estas áreas anegadas. Según explica García, la DANA ha dejado una gran cantidad de fango que ha sepultado cuerpos y otros objetos, dificultando que los perros puedan detectar el olor característico que los guía hacia los cadáveres. Además, en zonas como la Albufera o los ríos, el olor de la maleza y de animales muertos en descomposición confunde a los perros, dificultando aún más su tarea. A pesar de todo ello, los guías caninos y sus perros trabajan jornadas extensas de entre 14 y 16 horas, tras madrugar desde las cinco de la mañana para prepararse.
La tragedia desde el aire
El Servicio Aéreo de la Guardia Civil también ha sido crucial en las labores de rescate. El teniente coronel Juan José González Ramos, jefe de este servicio en Valencia, destaca la gravedad de los daños que ha observado desde el aire. Aunque ha visto otras inundaciones, el propio González Ramos afirma que en esta ocasión “la magnitud del terreno afectado y los destrozos son verdaderamente impactantes”.
El 29 de octubre, cuando la DANA golpeó con más fuerza, las unidades aéreas de Valencia y otras provincias, como Madrid y Granada, se sumaron a las labores de rescate. Equipados con grúas, los helicópteros sobrevolaron zonas inundadas, identificando infraestructuras afectadas y rescatando a personas atrapadas en tejados y lugares aislados. González Ramos recuerda que, desde las primeras horas del 30 de octubre, la tripulación del helicóptero de Valencia se enfrentó a una situación de emergencia continua: los habitantes pedían auxilio desde las alturas de sus casas. A pesar de las limitaciones de tiempo y combustible, lograron salvar a numerosas personas y, en algunos casos, también rescataron mascotas, como el perro que una mujer llevaba en brazos en su patio rodeado de agua.
Además, para González Ramos, el agotamiento físico pasa a segundo plano en estas circunstancias; lo más duro es la carga psicológica de enfrentar continuamente malas noticias y escenarios de sufrimiento. Esa parte que pocos quieren ver.
20 drones para rastrear y asegurar zonas de difícil acceso
Los drones también han demostrado ser una herramienta clave en esta catástrofe. Bajo la dirección del teniente coronel Sergio Marín López, estos dispositivos han ayudado a escanear las áreas más complicadas de alcanzar, como barrancos, viviendas aisladas y áreas costeras. En total, veinte drones han rastreado palmo a palmo las zonas afectadas, proporcionando imágenes y datos en tiempo real.
Los drones permiten a la Guardia Civil “peinar” áreas amplias y detectar rápidamente la presencia de cuerpos o realizar inspecciones detalladas de puentes, carreteras y otras infraestructuras críticas. Además, estos aparatos pueden iluminar zonas de trabajo en rescates nocturnos o cuando es necesario extraer cuerpos del barro. Según Marín López, la “versatilidad” de los drones ha sido esencial para acelerar la búsqueda y recuperación en el área afectada. Aunque no todos los drones son manejados por pilotos certificados, sus operadores reciben una preparación intensiva para realizar recorridos de hasta veinte kilómetros.
Para Marín, los agentes de la Guardia Civil desplegados en esta emergencia lo dan todo sin dudar: “Cuando sucede una cosa así, intentamos poner lo mejor de nosotros mismos para ayudar a la población. Para eso estamos y lo hacemos con gran orgullo”.
El esfuerzo coordinado de la Guardia Civil y otras unidades de rescate representa un ejemplo de la dedicación y profesionalidad con la que se enfrentan a este tipo de catástrofes. Mientras que los agentes sacrifican su bienestar físico y emocional en jornadas interminables, su compromiso con la población permanece inquebrantable.
Trabajan más de doce horas diarias con perros, con drones, con helicópteros, con trajes de neopreno... Son guardias civiles que, en cuanto fueron activados, no dudaron en salvar vidas, localizar y recuperar cadáveres o evitar saqueos.