Los vecinos de las localidades de Valencia más afectadas por la triple riada del pasado 29 de octubre siguen viviendo 49 días después en condiciones tercemundistas, impropias de un país como España. La actuación de las Administraciones está dejando mucho que desear porque, en ningún momento, se han empleado los medios necesarios para afrontar un catástrofe de estas dimensiones.
El Gobierno habla de 8.500 efectivos del Ejército desplegados sobre el terreno. El área afectada equivale a 7 veces la ciudad de Madrid. Son recursos a todas luces insuficientes y que se traduce en lo lento que se avanza en muchas poblaciones, especialmente en las del sur del área metropolitana de Valencia.
Abandono
El foco mediático se va alejando lentamente y la sensación de abandono (real) que los vecinos tienen desde el minuto uno de la tragedia, se agrava en los últimos días. Los voluntarios ya no llegan apenas, aunque se siguen realizando labores desinteresadas, y tanto el Gobierno, como la Generalitat y la Diputación se han centrado más en cuestiones básicas de movilidad y restauración de servicios esenciales como la luz, el agua, el gas y el teléfono que en hacer un plan de choque para aliviar las condiciones miserables de vida de los afectados.
Los vecinos consultados por Vozpópuli en la zona devastada confirman que todavía no hay electricidad en algunos núcleos de municipios como Alfafar, Paiporta o Catarroja. En otros que sufrieron la riada del Turia como Sot de Chera se mantienen con grupos electrógenos ante la falta de suministro en alguna zona concreta y se ha instalado un tubería provisional por problemas en la calidad del agua potable.
El día a día de miles de vecinos resulta desolador. Salir a calle es amanecer a un horizonte donde el barro todavía puebla la mayoría de las vías de acceso e interiores de las poblaciones. Miles de coches permanecen apilados en improvisadas campas de las que todavía no han podido ser retirados ni se han descontaminado esos solares.
Sin zonas de ocio
Los parques infantiles están arrasados, al igual que los polideportivos, los campos de fútbol y cualquier lugar de esparcimiento que hoy en día, simplemente no existe.
Hay quejas sobre la labor "descoordinada del Ejército" como explica a este medio Mari Carmen vecina de Alfafar, o Manuel de Picanya. Lamentan que desde el principio esa falta de coordinación entre soldados, bomberos, policías y voluntarios ha evitado una mayor celeridad en los trabajos de limpieza y recuperación.
"Ya no se ven barrederas", denuncia José, vecino de Paiporta, pese a que el lodo todavía es una fina capa en muchas vías de las población, y más grueso en otros. Nadie entiende porqué han desaparecido estas máquinas cuando no se está en fase de recuperación sino claramente de emergencia.
Los niños no tienen lugar al que acudir con sus amigos después de la salida del colegio. Eso, los que han podido volver a sus colegios porque muchos se tienen que desplazar a otras poblaciones en un itinerario que les recuerda el apocalipsis que han sufrido sus ciudades.
Tres colegios siguen con sus alumnos sin escolarizar mes y medio después de la DANA y en unos pocos días llegarán las vacaciones de Navidad... Habrán perdido dos meses y medio de clase (la misma generación que ya sufrió con dureza el COVID).
Garajes llenos de lodo y sin ascensor
Faltan máquinas para sacar el lodo de los garajes y de los fosos de los ascensores que los vecinos consultados consideran ya "un grave problema para la salud".
El propio alcalde de Alfafar, Juan Ramón Adsuara, confirmaba esta situación en su municipio y pedía que se autorizara "de una vez" al Ejército a entrar en los garajes (58) que quedan allí por limpiar.
La imposibilidad de utilizar cientos de ascensores en este área causa problemas a los vecinos pero, especialmente, a quienes tienen movilidad reducida. Llevan mes y medio sin poder salir a la calle y viven gracias a la ayuda de sus vecinos y voluntarios. Es la cara invisible de la tragedia.
En Utiel las quejas vecinales llegan por la falta de alumbrado, problemas en el alcantarillado y en la pavimentación, una foto fija en los 78 municipios afectados, como también lo es la falta de contenedores (la riada se los llevó todos) y han empezado a ser repuestos pero todavía falta mucho para recobrar la normalidad pre-DANA.
Indignación
Los vecinos consultados por este medio coinciden en sentir "rabia" y "tristeza". Es el lenguaje común de los pueblos devastados por las riadas, como sucede en Algemesí.
El enfado por no haber sido alertados con tiempo suficiente de la riada del barranco del Poyo, del alivio masivo de agua desde la presa de Forata, o de la enorme masa de agua que viajaba por el Turia. Todos coinciden en ese punto.
También hay indignación por la tardanza en recibir las ayudas económicas que tienen un embudo, especialmente las implementadas por el Gobierno. Las de la Generalitat son más ágiles pero aún así ha llegado un porcentaje bajísimo a los bolsillos de los afectados y las principales (por cuantía) son las de la Administración central.
Sin esas ayudas los comercios no reabrirán. Sólo en la hostelería, de los 1.400 establecimientos afectados, casi el 20% no se plantea abrir: han tirado la toalla. Les resulta imposible. Y lo mismo sucede con ferreterías, hornos, tiendas de electrónica, tiendas de deportes, farmacias, joyerías, artesanos, tiendas de ultramarinos..., y un largo etcétera.
Sólo en Paiporta, sirva como ejemplo, de los 450 comercios que hay en el pueblo han reabierto un total de 20. Desolador.
Ese es el día a día tan duro de cientos de miles de valencianos a las puertas de las fiestas navideñas, con el frío ya en la calle. Y también en el interior de las casas llenas aún de humedad, moho, muebles y puertas hinchadas, con suelos de parqué abombados y azulejos caídos.
El abandono inicial ha dado paso al olvido, a la pugna política entre Administraciones y todo ello con un balance de 223 personas que perdieron la vida. Otras 3 siguen desaparecidas. Hay que trabajar mucho más aún para evitar que la brecha abierta entre la ciudadanía y las instituciones siga agrandándose.
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