En la era de "si no lo sabes, búscalo en Google", las charlas TED -siglas de Tecnología, Entretenimiento y Diseño- son la resistencia. Son el pensamiento compartido en voz alta, un resquicio en Long Beach del ágora griega en la que Sócrates filosofaba rodeado de discípulos, pero con la ventaja de que pueden verse a través de canales como YouTube o, incluso, recopiladas en Netflix. TED fue fundada en febrero de 1984 por el arquitecto y diseñador gráfico Richard Saul Wurman como una conferencia que, bajo el lema Ideas dignas de difusión, se ha sostenido anualmente desde 1990. Si bien la organización fue concebida para divulgar ideas en torno a la tecnología y diseño, en una segunda instancia amplío su enfoque a temáticas científicas, culturales y académicas.
Desde 2009 el universo la organización cuenta además con una serie de actos locales llamados TEDx que se desarrollan independientemente de las oficinas centrales de Nueva York y Vancouver en diferentes ciudades del mundo, como Madrid. Se llaman TEDx, suelen tener una duración de un día y su entrada es gratuita. Unas de las más populares son las que reúnen a cientos de jóvenes para escuchar las charlas de diversos niños y adolescentes apasionados por las diversas ramas de la ciencia, la educación, los idiomas, los avances tecnológicos o la música a los que TEDxYouth, nombre que recibe la iniciativa, convierte en 'gurús' por unas horas.
Este año, las conferencias de TEDxYouth@Madrid, en las que no importo la edad mínima del ponente, se celebrarán el próximo 19 de noviembre. El equipo, dirigido por Antonella Broglia, junto a un grupo de colaboradores expertos en creatividad, educación y jóvenes, ya está preparado para llevar a cabo el proceso de selección de las nuevas promesas, que podrán enviar sus candidaturas antes del 20 de octubre siempre que no superen los 24 años de edad el día de la presentación. 'altavoz' ha charlado con niños y niñas que subieron al escenario en ediciones pasadas de TEDxYouth@Madrid y dejaron al público encandilado. Esta es un identidad:
Sergio Ibarra
Aunque asegura que no lo hacía a propósito, el quinceañero Sergio Ibarra reconoce que alguna vez ha pisado alguna hormiga. De pequeño, no consideraba muy interesantes a los insectos, pero todo cambió a los ocho años en casa de una de sus tías cuando descubrió lo que "molaban" las mantis religiosas. A partir de ahí comenzó a interesarse por los insectos -en especial por las hormigas-, las aves y los dinosaurios. En definitiva, por la naturaleza, pero también por el dibujo de las distintas especies en sus cuadernos.
"Las hormigas que más me gustan son las tejedoras (Oecophilla), no sólo por su talento de hilar, sino por su inteligencia y tácticas de alimentación. En cuanto a las españolas, me gustan las Cataglyphis, que son termófilas y corren muy rápido al sol en busca de alimento", explica. De esto y más habló en TEDxYouth Madrid cuando tenía tan solo 12 años. "Estas charlas sirven para aprender y sorprenderte. TEDx Youth sirve para que la gente se dé cuenta de que, por muy pequeño que seas, puedes igualar a cualquiera en "talentos", en gustos raros o en sabiduría", destaca.
Me gustaría ser biólogo, concretamente, entomólogo u ornitólogo, e ilustrador. Además, creo que sería un biólogo de "bota" para salir al campo y no de "bata" o de laboratorio"
Según Ibarra, las hormigas y los humanos "no nos parecemos en la mayoría de cosas". "La forma de pensar del cerebro de los himenópteros y la nuestra es parecida, contando con que el suyo es minúsculo, claro, pero la principal diferencia es que ellas trabajan para la colonia y son altruistas en el sentido de dar la vida instintivamente. Nosotros somos más egoístas y a veces fingimos ser altruistas para sobrevivir. Podemos ser parecidos en la forma de vivir en supercolonias de millones de individuos en donde cada uno se ocupa de algo diferente", compara.
Preguntado sobre qué quiere ser de mayor, Ibarra lo tiene claro : "Biólogo de bota y no de bata". "A mí me gustaría ser biólogo, concretamente, entomólogo u ornitólogo, e ilustrador, ya que se me da bien dibujar animales. Además, creo que sería un biólogo de "bota" para salir al campo y no de "bata" o de laboratorio porque no me gusta tanto", reconoce. Me encantaría descubrir una especie nueva, continúa, cosa que en las hormigas no es tan difícil comparado con los otros animales. "Un amigo mío descubrió una nueva hace poco... Me gustaría que la mía fuese llamativa, nada de subespecies", ríe.
Pablo Izquierdo
Pablo Izquierdo tiene 24 y vive en Londres, donde investiga la función de las células de microglía en contextos como el Alzhéimer, pero aún recuerda cuando, hace cinco años, se dirigía en autobús al Caixaforum de Madrid para impartir una charla delante de un montón de adolescentes. Lo que más le gusta de la ciencia, explica, es hacerla: "Ser la primer persona en la historia en conocer algo, aunque sea un descubrimiento minúsculo, es una sensación maravillosa".
El colegio le descubrió la bioquímica "como modo de 'hilar fino'" en su empeño por entender cómo funcionan los seres vivos, así que decidió cursar esta carrera entre otras alternativas. "Los grandes retos actuales son fundamentalmente científicos y tecnológicos y pasan por erradicar el cáncer o las enfermedades cardiovasculares o neurológicas, o por frenar el cambio climático, por ejemplo. No obstante, es imprescindible que la ciencia sea una prioridad para los votantes y, de esta forma, los políticos respondan", considera.
Creo que los científicos hemos entendido que es nuestro deber comunicar nuestro trabajo al gran público, aunque nos queda camino por recorrer para saber seducir"
Izquierdo reconoce que prefiere empaparse de lo mejor de cada casa a idolatrar a nadie, aunque cree que sabios como Cajal o Levi-Montalcini, por ejemplo, dan grandes lecciones de honestidad, tenacidad y optimismo. Y advierte: ¡Ojo con pensar que los científicos sólo debemos tener referentes científicos... Es fundamental beber de las humanidades y el arte!.
Por otro lado, opina que en España se hace una divulgación científica "para quitarse el sombrero". "Mucha y excelente. Eventos como Naukas, que arrasa cada septiembre en Bilbao, dan cuenta de ello. Creo que los científicos hemos entendido que es nuestro deber comunicar nuestro trabajo al gran público, aunque nos queda camino por recorrer para saber seducir", reflexiona.
De su generación lo que más le gusta es poder usar los recursos para llegar "donde disponemos". Y lo que menos, las cosas que se dan por sentadas. "El siglo pasado, Internet no existía, las mujeres no podían votar y enfermedades como el sida eran una sentencia de muerte. Es una lástima que no valoremos lo suficiente la oportunidad de vivir este tiempo tan excitante", lamenta.
Cristina Otero
La primera vez que Cristina Otero se subió a un escenario tenía 16 años y estaba participando en unas jornadas de fotografía, su pasión desde que, a los 13 años, vio unos episodios de un concurso televisivo de modelos. "Me gustaron tanto las sesiones y todo lo que albergaban que decidí probar", recuerda. Y de ahí a su primera fotografía: un atardecer. "La verdad es que es todo lo contrario a lo que hago hoy en día, que son retratos. Mi sello de identidad son los autorretratos, donde en cada obra, a través del maquillaje, expresión y atrezzo, me convierto en un personaje que personifica algún episodio de mi vida, idea, o temor", explica.
Es autodidacta y su técnica la llevó a convertirse en una de las jóvenes ponentes de TEDxYouth Madrid. "Antes de fotografiar, me interesaba mucho la anatomía y el dibujo hiperrealista, así que me era fácil entender la composición, las luces y las sombras. A base de práctica, aprendí a usar una cámara y a mejorar mi técnica. Es un aprendizaje constante", señala. Curiosamente, Otero tiene más referentes pintores que fotógrafos. "Me encanta Dalí, su manera de pensar y llevar su negocio; Frida Kahlo, pues su obra relata su vida y me recuerda a lo que hago; Hans Bellmer y Peter Joel Witkin... Lo que más me gusta, por encima de la belleza de la obra o la técnica es entender el por qué hacían arte. Me interesan especialmente aquellos artistas que utilizaban el arte como una vía de escape", comenta.
En vez de salir y ver mundo, mi generación queda inconscientemente atrapada en un torbellino de imágenes fugaces, de textos de 150 letras y en un narcisismo plagado de 'selfies'"
La joven tiene hoy 21 años y estudia Historia del Arte en un mundo atiborrado de imágenes fugaces gracias a redes sociales como Instagram. "Las redes tienen sus ventajas y desventajas. El problema es que cada día se suben millones de imágenes, lo que supone que se frivolice e infravalore el trabajo del fotógrafo. Sin embargo, si se trabaja el perfil y se es constante con las publicaciones, algunas de las plataformas se pueden convertir en el portafolio del artista, haciendo de esta manera que su obra llegue a más gente", opina.
A veces, continúa, en vez de salir y ver mundo, mi generación queda inconscientemente atrapada en un torbellino de imágenes fugaces, de textos de 150 letras y en un narcisismo plagado de 'selfies'. Sin embargo, también ve cosas buenas entre sus coetáneos. "Me encanta que podamos informarnos y leer sobre cualquier cosa, al igual que la facilidad para viajar y aprender idiomas. Pienso que es más fácil culturizarse", destaca Otero, gallega de nacimiento y quien se considera una afortunada por poder vivir de su pasión: la fotografía.
Uriel Romero
Cuando tenía cinco años, Uriel Romero se hizo con su primer ordenador y descubrió el potencial que tenían estas máquinas. A los diez, ya sabía hacer páginas web. pero su capacidad para aprender por cuenta propia no solo le ha traído satisfacciones. Desde Getafe a Torrelodones, pasando por el centro de Madrid, el joven recuerda su tránsito por diferentes colegios de la Comunidad como un calvario debido al acoso escolar padecido, al menos, en tres colegios.
Dice que no se quiere explayar ni contar detalles de los episodios sufridos, pero no puede evitar recordarlo pues, al fin y al cabo, ese sufrimiento fue el motor que le impulsó a crear sus diferentes proyectos y startups. Entre estas, Stuvoz, una plataforma de interacción entre estudiantes, profesores y padres donde se valoran las diferentes escuelas para que así puedan mejorar sus sistemas. "Cambiaba de colegio, pero se repetían los mismos patrones, daba igual que fuera público, concertado o privado. Así que quise formar parte de los cambios que se podían implementar en el sistema, no quería que mi sufrimiento se repitiera", descubre a altavoz.
En España a los alumnos se les ve como empleados que van a trabajar, mientras que en Finlandia son considerados como un paciente o un cliente. El profesor no es el jefe, sino el responsable de que aprendan"
Romero, que tiene un alto coeficiente intelectual, dejó los estudios con 18 años. "La gente piensa que sacamos buenas notas en todo y que no tenemos problemas, pero solemos fracasar en la escuela porque vemos las cosas de forma distinta y se nos ponen muchas barreras", señala. "Las empresas buscan experiencia y no tanto los títulos", considera. Además, Romero es un apasionado de Finlandia, país que recorrió durante unos meses para poder conocer de cerca su sistema educativo.
"En España a los alumnos se les ve como empleados que van a trabajar, mientras que en Finlandia los alumnos son considerados como un paciente o un cliente. El profesor no es el jefe, sino el responsable de que los alumnos aprendan. Conceptos como el de los exámenes cambian por completo porque ya no sirven para evaluar al estudiante sino a los profesores", resalta.
Y asegura que en España se suele confundir a los alumnos diciéndoles que la respuesta correcta está en el libro. "Allí el cuestionamiento de todo es constante, sobre todo en ciencias", apunta. Sin embargo, cree que los españoles podrían aprender a "mostrar sus sentimientos mejor". "En primaria los niños son muy abiertos, hay mucho contacto humano, pero en la ESO se convierten en personas muy calladas que no hablan las cosas abiertamente, es un tema cultural", afirma.
Romero, que rechaza por completo actitudes de algunos profesores como la de "que pasen los días y lleguen las vacaciones", acaba de ser seleccionado para participar en el tercer Summit del año dedicado a jóvenes talentos de Forbes España, pues ha creado Nekuno, una plataforma inteligente que permite conectar a personas que se desconocen pero que, de forma fiable, son relevantes para para el usuario dentro de su ecosistema social y profesional. "A largo plazo, me encantaría investigar en el campo de la telepatía tecnológica, en la posibilidad de transmitir sentimientos de cerebro a cerebro, sin necesidad de palabras. De hecho, creo que la falta de entendimiento es uno de nuestros mayores problemas", dice.