Juan Antonio Reig Pla nació en Cocentaina (Alicante) el 7 de julio de 1947, festividad de San Fermín. Es hijo del matrimonio formado por Manuel Reig y Amparo Pla, de los que poco se sabe. Pero en aquella España de la posguerra, atenazada por el hambre y la miseria, no tenía nada de extraño que muchas familias entregasen a la Iglesia uno o varios de sus hijos: al menos los chicos podrían comer y librarían a sus padres de una carga económica a veces muy pesada. Juan Antonio ingresó, siendo apenas un adolescente, en el Seminario Metropolitano de Valencia. Obtuvo el bachillerato en Teología, se ordenó diácono y por fin, el 8 de julio de 1971, al día siguiente de cumplir los 24 años, fue ordenado sacerdote en la catedral de Valencia.
Se sabe poco sobre aquellos años. Sus compañeros del seminario hablan de él como un chico gris, del montón, ni muy listo ni muy tonto, que no destacaba en nada y al que le costaba mucho trabajo hacer amigos. Era retraído, solitario, huidizo y de pocas palabras. Un joven que parecía sufrir por algo que nadie conocía. Hay unas curiosas fotos (publicadas por el periodista Alberto Gayo) en las que Reig Pla aparece vestido de mujer para interpretar a una madre atormentada en la obra La Anunciación a María, el gran drama de Paul Claudel. A sus 19 años, lo hizo muy bien y dicen quienes lo vieron que apenas necesitó maquillaje, que parecía una madonna.
Tras su ordenación le hicieron coadjutor de una parroquia cercana a Valencia, la de San Juan Bautista en Manises. Su obispo era el navarro José María García Lahiguera, que había sido confesor de José María Escrivá (fundador del Opus Dei) en los años 40. Pero Juan Antonio Reig siguió estudiando. Se licenció en Teología por la Pontificia de Salamanca. Se fue a Roma, becado por la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat, y allí se doctoró en Teología Moral por la Pontificia Lateranense. En Roma debió de sorprenderle la muerte de Franco (1975).
En Valencia estuvo veinte años más, hasta 1996. Fue progresando lenta pero firmemente. Fue párroco, enseñó Filosofía en un seminario y le hicieron rector de otro (el de la Inmaculada); después vicario episcopal en la zona de Alcoy, luego canónigo “penitenciario” de la catedral de Valencia y delegado episcopal de Pastoral Familiar. También presidente de la comisión diocesana para la Defensa de la Vida y experto de la Subcomisión Episcopal para la familia. Y en 1996, sin duda por consejo del arzobispo Agustín García-Gasco, el papa Wojtyla le hizo obispo de Segorbe-Castellón.
En su currículo pre-episcopal se advierte con claridad que Juan Antonio Reig tendía a ocuparse de todo lo que tuviese que ver con la familia, la defensa de la vida, el matrimonio y las posibles agresiones a todo eso. Eso es verdad y seguiría siéndolo durante toda su vida eclesiástica. Hay quien dice, sin duda con cariño, que Reig poseía un fino sentido del humor y una agradable conversación. Puede ser. Sin duda aprendió a mostrarse afable, ocurrente y dicharachero, esto lo dicen incluso sus críticos. Pero había un asunto que le sacaba de quicio: la homosexualidad. Aquel muchacho callado y solitario de los tiempos del seminario, que parecía sufrir mucho por dentro y nadie sabía por qué, desarrolló una inquina extraordinaria contra todo lo que tuviese que ver con los homosexuales. Cuando salía el tema, Reig entraba en ignición. Era casi odio, una aversión inequívocamente personal, sin fisuras ni excepciones, mucho más virulenta que la que pudiesen mostrar quienes le rodeaban.
Reig Pla se alineó con posiciones religiosas y desde luego políticas que cuesta trabajo llamar conservadoras, porque suena a eufemismo. Se convirtió en un ultra. Algún obispo de los primeros años del siglo, ya fallecido y que ejerció en Madrid, le comparaba en privado con José Guerra Campos, el tremendo “obispo del régimen” franquista, que terminó sus días “desterrado” en Cuenca. Y le llamaba, entre risas, “sepulcro blanqueado”. A Reig, no a Guerra Campos.
El ígneo Reig Pla contaba con un apoyo esencial: el del arzobispo de Madrid (luego cardenal) Antonio María Rouco Varela, muy conservador pero desde luego no tanto como el alicantino. Reig fue obispo de Segorbe-Castellón, luego de Cartagena y por último, gracias a Rouco, de Alcalá de Henares, desde 2009. En las tres diócesis ayudó a montar los seminarios llamados “Redemptoris Mater”, creados por el Camino Neocatecumenal: son los famosos kikos, la organización ultracatólica creada por el leonés Kiko Argüello, que ha sido innumerables veces calificada de sectaria pero que contó con el apoyo firmísimo tanto del cardenal Rouco como de Juan Pablo II. Incluso Benedicto XVI tuvo que colaborar con ellos algunas veces.
Reig ocupó diversos cargos en la jerarquóia católica española, todos relacionados con lo mismo: la familia, la defensa de la vida, etc. Se erigió en protagonista de las célebres “jornadas por la familia” o “misas de Colón”, impulsadas por los kikos, por Rouco, por el Foro de la Familia y por la organización ultraderechista HazteOír; unas concentraciones mucho más políticas que religiosas en las que la extrema derecha se reunía en la madrileña plaza de Colón, cada mes de diciembre, para gritar contra el gobierno. Eso duró ocho años, hasta que el nuevo arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, acabó con ellas.
Reig Pla, como obispo, se convirtió en un especialista en provocar incendios donde no los había. Hombre desmedido, tenía las dotes teatrales de Pío XII, pero no su capacidad diplomática. Indiferente a los cambios sociales, parecía disfrutar con el escándalo y la consiguiente popularidad entre “los suyos”. Es famosa la foto de los premios HazteOír de 2012, en la que Reig aparece con su premio “por la defensa de la dignidad humana” junto a Ignacio Arsuaga (líder del grupo extremista) y Santiago Abascal, entre otros.
Partiendo de su animadversión visceral hacia la homosexualidad, Reig fue añadiendo “enemigos” a su discurso. Su exabrupto más célebre fue el de la homilía del Viernes Santo de 2012, retransmitida por La 2 de TVE, en la que abrió la caja de los truenos: “Esas personas que hoy, llevadas por tantas ideologías, acaban por no orientar bien su sexualidad, que piensan ya desde niños que sienten atracción sexual por el mismo sexo, y a veces, para comprobarlo, se corrompen y se prostituyen, y van a clubs de hombres nocturnos. Os aseguro que encuentran el infierno”. Aquella homilía causó honda perplejidad en la comunidad gay. Los homosexuales se miraban unos a otros tratando de averiguar si eran hombres nocturnos o diurnos; y, en este último caso, si eran más bien matutinos o vespertinos. Aquella soflama de los “hombres nocturnos” también hizo que el Ayuntamiento de Alcalá de Henares reprobase públicamente al obispo, vetase su presencia en actos institucionales y pidiese su relevo a la Conferencia Episcopal. Que no hizo ni caso, desde luego.
Pero hubo más, desde luego. Los “jovencitos, cadáveres vivientes que salen de las discotecas ahítos de droga y de alcohol”. Las parejas: “Los matrimonios canónicamente constituidos son menos dados a la violencia de género que las parejas de hecho”. La enseñanza: “Ninguna institución humana está legitimada para juzgar ni impedir que se enseñen los contenidos de la doctrina católica”. El “desleal” e “insensato” gobierno de Mariano Rajoy, cuando decidió retirar el proyecto de reforma de la ley del aborto: “Está informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e infectado, como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ”. El aborto: le culpa del “invierno demográfico severo” que vive España y asegura que “desde la primera ley de despenalización del aborto, más de dos millones de españoles no han llegado a nacer”. La Educación para la Ciudadanía. El divorcio (¡regulado en España en 1979, cuando Reig era párroco!). El feminismo y las mujeres pensantes en general. La eutanasia. La obligatoriedad, que Reig defiende, de la enseñanza de la Religión en los centros educativos. Todo lo que se le ocurría. O lo que se les ocurría a quienes le jaleaban.
El 7 de julio de 2022, Juan Antonio Reig Pla cumplió 75 años y, como es preceptivo, presentó al Papa su renuncia como obispo de Alcalá. Y ocurrió algo rarísimo: el Papa se la aceptó casi a vuelta de correo, en menos de dos meses. Eso no se hace casi nunca: lo normal es que el obispo dimisonario tenga una “prórroga” que dura, por lo general, entre dos y cinco años, y luego se retira. Pero Francisco se quitó de encima a Reig a toda velocidad. Son contadísimos los casos en que ocurre eso. Uno de los más célebres es el del cardenal Tarancón, artífice de la Transición española, a quien Juan Pablo II (que no lo podía ni ver) aceptó la renuncia a toda velocidad, en cuanto la recibió. Pero, salvo en casos de enfermedad grave, las renuncias de los obispos tardan bastante en ser admitidas por Roma.
En este caso no ha sido así. El Papa ha nombrado rápidamente administrador apostólico de Alcalá de Henares (ni siquiera obispo residencial con todas las de la ley) a Jesús Vidal, un joven prelado auxiliar de Madrid, próximo al cardenal Osoro y, por lo tanto, al papa Francisco.
Reig pasa a ser, pues, obispo “emérito” sin ninguna función oficial. Entra en el pasado, donde tan a gusto ha estado siempre. Otra cosa será que se calle. Como Guerra Campos cuando lo “exiliaron” a Cuenca, es poco probable que lo haga. No parece fácil que su ego, bien alimentado desde hace mucho tiempo por los ultras, se lo permita.
La pervivencia del gorgosaurio
El gorgosauro (gorgosaurus libratus) fue un dinosaurio terópodo tiranosáurido que vivió en el período campaniense, en el Cretácico, hace unos 76 millones de años. Su nombre significa “lagarto terrible”. Era un depredador carnívoro de malísimo carácter, lo mismo que sus primos el albertosauro y el tan publicitado tiranosaurio Rex.
Lo que pasa con el feroz gorgosauro es que está extinguido. En serio. Probablemente él no lo sabe o no lo quiere admitir, pero hace muchísimo tiempo que está extinguido, se ponga como se ponga. El mundo ha cambiado mucho y el gorgosauro ya no tiene nada que hacer en él.