La Audiencia Nacional mueve ficha para juzgar al exjefe de ETA José Javier Arizkuren Ruiz, alias Kantauri, por el asesinato de Miguel Ángel Blanco. El magistrado Joaquín Gadea ha ordenado su ingreso en prisión mientras Francia tramita la comisión rogatoria cursada por este órgano en la que se solicitó la entrega del etarra para ser juzgado por ordenar el secuestro y posterior asesinato del concejal de Ermua en julio de 1997.
La decisión del magistrado, respaldada por la Fiscalía, no tiene efectos prácticos para el histórico de ETA, que en la actualidad se encuentra en el centro penitenciario de Pamplona tras su traslado el año pasado desde la cárcel de Murcia. Sin embargo, el instructor tomó esta decisión el 16 de noviembre para facilitar la entrega por las autoridades francesas en relación a estos hechos concretos, según informan fuentes jurídicas a Vozpópuli.
Las autoridades galas tienen la última palabra en relación a este proceso, teniendo en cuenta que Kantauri fue detenido en territorio francés en 1999. Aunque Francia ha dado luz verde a su extradición por otros atentados (como ocurrió en el año 2000 cuando el magistrado Baltasar Garzón le reclamó para juzgarle por el asesinato del concejal del PP en Sevilla Alberto Jiménez-Becerril), en este caso tendría que volver a pronunciarse debido al principio de especialidad.
Se trata de una garantía que exige que la entrega de un ciudadano se efectúe únicamente por los delitos expresamente autorizados por los que se le reclama. Por ello, aunque el etarra se encuentre cumpliendo pena en España, debe volver a ser entregado por planificar el asesinato de Miguel Ángel Blanco, que se produjo la tarde del 12 de julio de 1997 tras 48 horas de secuestro y en pleno órdago de la banda al Gobierno para acercar a sus presos al País Vasco.
Las cartas que le incriminan
Precisamente Kantauri se acogió al principio de especialidad para guardar silencio ante el magistrado. A tenor de la orden de su ingreso en prisión, Gadea le citó para interrogarle por estos hechos, pero el exjefe militar de la banda terrorista avisó que no iba a declarar. Con todo, su implicación como autor intelectual de uno de los asesinatos más crueles de ETA viene de lejos. En 2016, el entonces titular del Juzgado Central de Instrucción número 6, Eloy Velasco, reabrió las diligencias y le procesó tras la aparición de nuevas pruebas que le implicaban directamente en el operativo.
La Policía adjuntó a la causa dos cartas firmadas de su puño y letra en las que daba instrucciones precisas sobre la ejecución del secuestro del concejal. Las misivas en cuestión se localizaron en un registro en 1997 en Basauri con motivo de la desarticulación del comando Vizcaya. En la primera de ellas apeló a “poner toda la fuerza posible en levantar a un concejal del PP” dando además un ultimátum para que los presos de ETA se acercaran a Euskadi. En la segunda insistió en la necesidad de impulsar un secuestro, pese a que la dificultad que entrañaba que los políticos estuvieran de descanso estival.
“Con el tema de los concejales y políticos. Me figuro que en el mes de agosto habréis tenido problemas para encontrarlos por las vacaciones, pero vuelvo a insistiros sobre la importancia de este tipo de acciones. Poner toda vuestra fuerza, ganas y militancia en levantar a un concejal del PP. Espero vuestra contestación sobre este tema tan importante”, escribió. Estas nuevas pruebas sirvieron para que Velasco le acabara procesando por delitos de inducción a secuestro terrorista y otro de inducción a asesinato terrorista, si bien el auto nunca se pudo notificar por encontrarse en Francia cumpliendo condena.
Detrás de los peores años de ETA
El pamplonés Kantauri fue el máximo responsable de los comandos terroristas de ETA entre 1993 y 1999. Asumió galones tras la desarticulación de la cúpula de Bidart, en 1992, cuando la Guardia Civil y las autoridades francesas detuvieron a los máximos responsables de la organización. Hasta la fecha, ETA llevaba la iniciativa en su pulso al Estado, pero aquel golpe en un caserío francés cortó la baraja. Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado comenzaban a ganarle el pulso -al menos en términos policiales- a los criminales.
A partir de entonces comenzó a forjarse en el seno de la banda la filosofía del "empate infinito": como no era posible derrotar al Estado, era necesario sostener una espiral de violencia constante para obligar a los representantes del Gobierno a negociar y escuchar las demandas de los terroristas. O lo que es lo mismo, seguir poniendo muertos encima de la mesa. El reto de Kantauri, como máximo responsable de los comandos de ETA, era mantener activa esa espiral. Y lo logró, con 66 asesinatos durante los seis años en los que controló el aparato militar de la banda.
Durante su mandato, los comandos de ETA mataron, entre otros, al parlamentario vasco y candidato del PP a la alcaldía de San Sebastián, Gregorio Ordóñez; al concejal popular Alberto Jiménez-Becerril y su esposa, en Sevilla; o al dirigente socialista Fernando Múgica, cuando iba al estadio de fútbol del Zaragoza junto a su hijo. También secuestraron al funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara y al empresario Cosme Delclaux, 532 y 232 días retenidos, respectivamente. Además, mantuvo contactos con el IRA irlandés para la compra de armas, según consta en los informes de la Guardia Civil.
Anboto y el comando Álava
Kantauri daba órdenes con conocimiento de causa. Porque antes de dirigir a los grupos, él fue uno de los terroristas más activos de la organización. Junto a María Soledad Iparraguirre, alias Anboto -a la postre, jefa de todas las cuentas económicas de ETA- constituía el comando Álava, al que se le responsabiliza de una quincena de atentados. Entre ellos, el asesinato de cuatro militares y un funcionario con coche bomba en la plaza de la Cruz Verde, en Madrid, o el intento de acabar con la vida de María Jesús González y su hija, Irene Villa, mediante bomba-lapa, también en la capital.
La Guardia Civil estuvo a punto de detener a Kantauri en una ocasión en Burdeos. Sin embargo, una filtración periodística echó al traste toda la operación y el dirigente etarra logró escapar. Tras varios seguimientos a personas de su entorno, se le volvió a localizar en un hotel de París en 1999, donde finalmente fue detenido. Los máximos responsables de la lucha antiterrorista consideran que tras él no hubo otro dirigente de los comandos terroristas con el mismo nivel de preparación.
Le sucedió en el puesto uno de sus lugartenientes, Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, autor material del asesinato de Miguel Ángel Blanco, a quien se le detuvo menos de dos años después de asumir la responsabilidad.