Política

La caótica investidura de Salvador Illa deja su mandato a merced de los independentistas

El exministro socialista de Sanidad logra su objetivo y se convierte en el octavo presidente de la Generalitat de Cataluña en las últimas dos décadas

La investidura de Salvador Illa, convertido ya en el octavo presidente de la Generalitat en las últimas dos décadas, fue caótica. No hay precedentes de un candidato opacado por uno de sus predecesores con la sombra que proyectó Carles Puigdemont. Su segunda huida de la policía española es todo un símbolo cómo nace el mandato que se estrena este viernes en Cataluña. Illa está a merced del independentismo. Su gobierno no tendrá mayoría y deberá mirar a los independentistas constantemente.

No solo porque el acuerdo que le ha aupado a la presidencia de la Generalitat está firmado con ERC, sino porque los republicanos se verán, irremediablemente, influidos por Junts. El partido del expresidente catalán sigue siendo una fuerza poderosa en el espectro independentista y todo lo que haga condicionará la relación entre el PSC y ERC. De manera que el nuevo presidente de Cataluña tendrá las manos atadas.

Bien lo sabe el presidente del Gobierno. Pedro Sánchez es consciente de la debilidad de Illa, ya que es la misma que sufre él en el Congreso. Pero en Moncloa están convencidos de que el simple hecho de que un socialista presida la Generalitat por primera vez en más de una década de puro procés es de por sí una victoria que toca celebrar. El Gobierno quiere creer que esto es el fin del procés por mucho que Puigdemont aún pueda reventar la legislatura en Madrid.

Illa es un fiel soldado del PSC al servicio del PSOE de Pedro Sánchez. No cabe pensar que el ya presidente catalán será un mero títere. Illa tiene aspiraciones y sabe que, políticamente, ya es un elemento clave de la política española. El exministro de Sanidad tiene bajo sus pies la mayor alfombra de promoción interna en un partido: el poder.

Hasta ahora ningún presidente o presidenta autonómico socialista podía mostrarse como alternativa al secretario general. Hasta Illa. El presidente catalán atraerá las miradas de muchos socialistas cuando Pedro Sánchez caiga. Él lo sabe y está dispuesto a aceptar el reto. Pero eso llegará más adelante. Por lo pronto, el primer secretario de los socialistas catalanes quiere empazar a cambiar cosas. Al menos, de manera más simbólica que otra cosa. Pero la política son gestos. E Illa quiere hacer unos cuantos.

Lo que está claro es que Sánchez lleva meses obcecado con hacerse con la pieza catalana del puzzle español. Y poco le importa que él se vea obligado a convocar elecciones si todo se vuelve inestable. Ahora que Illa gobierna, Puigdemont puede tumbarle en Madrid con una cocción a fuego lento. Aunque en Moncloa creen que no le hará caer definitivamente, al menos, hasta que el futuro judicial del expresidente catalán se despeje.

En cualquier caso, Moncloa espera que tanto Junts como ERC afronten en los próximos meses procesos de renovación internos que sitúen al frente a una nueva generación de dirigentes menos radicales, que puedan pactar con el resto de fuerzas del Congreso. Por todo, algunas fuentes apuntan a la posibilidad, cada vez más real, de que el Gobierno se vea en la necesidad de prorrogar de nuevo los Presupuestos para el año 2025.

En cualquier caso, la llave del caos la tiene el expresidente catalán. Y este jueves se encargó de demostrarlo. Por eso, ante ese escenario, en el PSOE se empieza a vislumbrar la posibilidad real de que la salida de la legislatura del callejón sea una nueva convocatoria de elecciones. Moncloa, no obstante, confía en poder evitar la llamada las urnas.

Sobre todo, si, finalmente, consigue sacar adelante los Presupuestos que Junts retrasó con un torpedo. El núcleo duro del presidente sabe que un adelanto electoral debe obedecer a un criterio de beneficio político. Y en estos momentos, con Sánchez acorralado por el caso que afecta a su mujer y a su hermano, no es buena idea concurrir a unos comicios.

El Gobierno lleva más de un año cacareando que ha puesto fin al procés. Por eso, en el Consejo de Ministros circula la tesis de que la vuelta de Puigdemont es su estertor. El último sonido antes de la muerte. Los independentistas quedan divididos. El apoyo de ERC al PSC marca un antes y un después. Nada volverá a ser igual dentro del secesionismo. Pero no deja de ser un momento peligroso para Illa.

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