El llamado Delcygate, desvelado en exclusiva por Vozpópuli en enero de 2020, fue un torpedo en la línea de flotación del Gobierno recién estrenado. Pedro Sánchez apenas llevaba semanas investido como presidente, esta vez sí, tras ganar dos elecciones consecutivas. Por primera vez, se hacía con el poder gracias a una victoria -escuálida, pero victoria al fin y al cabo- en las urnas. La coalición con Podemos estaba en pañales y por delante quedaba toda una legislatura para convencer al personal de las bondades de un pacto del que él mismo había recelado con anterioridad, hasta el extremo de confesar que le quitaba el sueño.
Cuando todo estaba encarrilado, la madrugada del 20 de enero aterrizó en el aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, y toda la atención política y mediática en España se desvió hacia el encuentro secreto que mantuvo con el hombre fuerte del sanchismo: José Luis Ábalos. Todavía hoy siguen en el aire muchas incógnitas sin resolverse. En aquel momento, lejos de esclarecer lo sucedido, la táctica por la que apostó la Moncloa fue la de tratar de desviar el foco con el típico "y tú más". La ley del Talión, ojo por ojo.
Así lo atestiguan los correos de Koldo García Izaguirre, asesor estrella en el Ministerio de Transportes, intervenidos por la UCO en la investigación del llamado caso Koldo. Todo un gabinete ministerial diseñó una estrategia para minimizar el impacto de la visita de la número dos de Nicolás Maduro a España. La directriz era rebuscar en el pasado de los adversarios políticos para encontrar escándalos que poder estamparle en la cara y así controlar los daños.
Por ejemplo: el 2 de febrero de aquel 2020, uno de los asesores de Ábalos en Fomento, Juan Antonio López Aragón, organizó un encuentro con el resto de compañeros del equipo de Transportes: el jefe de gabinete del ministro, Sergio Vázquez, el responsable de Relaciones Institucionales, Ricardo Mar, ahora secretario geneneral de Paradores, o el director de Comunicación, Alfredo Rodríguez. Antes de la reunión, López Aragón les envió un correo electrónico, con copia a Koldo, en el que figuraban diez propuestas de argumentario para dar respuesta a dirigentes de la oposición que se interesaron en las Cortes por el caso Delcy. "Os adjunto la documentación para la reunión de esta tarde, que llevaré impresa, que recoge los cambios propuestos ayer", escribía.
"Un encuentro forzado"
En los documentos, a los que ha tenido acceso este diario, figuran desde la versión que por aquel entonces difundió el Gobierno sobre la visita de Delcy, "esto fue única y exclusivamente un encuentro forzado por las circunstancias", hasta indicaciones para zaherir a los adversarios políticos con sospechas de casos de corrupción en los que supuestamente habían estado involucrados.
Sin ir más lejos, a una pregunta que la diputada popular Belén Hoyo formulaba a Ábalos, el equipo del ministro planteaba la siguiente respuesta: "Yo entiendo que usted quiere sobreponerse a un pasado político marcado por haber sido ahijada política de Alfonso Rus y la "banda del caso Taula". Pero se equivoca si cree que podrá limpiar ese oscuro pedigrí metiéndose en el cenagal de la mentira".
Turno para Edmundo Bal, entonces portavoz naranja. El ministro, lejos de ceñirse al caso Delcy, se salía por la tangente y se remontaba a presuntas polémicas de antaño: "Quizás también habría que pedirle explicaciones a usted por sus actuaciones dentro del Servicio Jurídico del Estado en algunos casos que, en su momento, también salieron en prensa (Pequeño Nicolás o Hacienda La Alamedilla)".
Para capear las críticas de PP, Vox y Ciudadanos por el Delcygate, los colaboradores de Ábalos propusieron la siguiente consigna: "Mienten, manipulan, distorsionan y azuzan teorías conspirativas de corte delictivo sobre un episodio diplomático que logré solucionar, haciendo compatible el cumplimiento de las decisiones de la UE con la preservación de nuestras relaciones bilaterales con Venezuela".