"I have no words" (en inglés, "no tengo palabras"), reconocía abrumado ante varios interlocutores el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, a mediodía del jueves 22 de junio, horas después de verse con Pedro Sánchez.
El motivo oficial de su visita aquel jueves y el día siguiente -viajó a Sevilla a entrevistarse con la gran rival de Sanchez, Susana Diaz- era vigilar la disciplina presupuestaria de todas las administraciones; no en vano, España sigue estando incursa en un procedimiento por déficit excesivo en la UE.
Programó contactos con el Gobierno, el Parlamento, los empresarios... pero a nadie se le ocultaba que lo más importante que tenía que hacer Moscovici esa mañana en Madrid era escuchar al recién reelegido secretario general del PSOE, quien ya empezaba a emitir señales de distanciamiento de la ortodoxia europea en dos asuntos clave: la austeridad presupuestaria y el Tratado de Libre Comercio con Canadá (CETA), por el que tanto había peleado una parte muy sustancial del socialismo europeo, incluido el propio Sánchez, en su anterior vida política.
Una semana antes, Pierre Moscovici ya había empezado a soltar mensajes de que lo que le interesa realmente de la visita es conocer de primera mano esos planes de Sánchez. "Voy a hablarle de socialista a socialista", avisa desde la capital comunitaria.
Pero Sánchez sorprende con un gesto que el Gobierno Rajoy interpreta como "escapismo" para no tener que oír críticas: programa ese jueves 22 un viaje a la reunión de líderes socialistas europeos, previa a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del viernes 23, aunque finalmente lo cancela para verse con Moscovici en Madrid, en la sede de la UE del Paseo de la Castellana.
Un gesto que hace al comisario europeo albergar todavía esperanzas de convencerle sobre la inoportunidad de que el PSOE se oponga al CETA en las Cortes después de cinco años apoyando la negociación e incluso después de haber votado a favor en los preliminares.
No puedo apoyar el CETA porque en el PSOE hay mucha gente a favor y mucha gente en contra, Pierre. Y la postura más consecuente es abstenernos", transmitió Sánchez al comisario europeo
Al fin y al cabo, lo único que había hasta entonces era un pronunciamiento en Twitter de la presidenta del PSOE, Cristina Narbona, muy crítica con la negociación del tratado. El resto del partido, salvo los directamente implicados, tanto en la Eurocámara como en las Cortes, no tienen ni idea de un texto de 1.600 páginas, como reconocería después la portavoz del Grupo Socialista, Margarita Robles.
Jueves 22, 11.00 horas. Sede de la UE, Paseo de la Castellana. Tras el posado para los gráficos y el apretón de manos de rigor, Pierre Moscovici y Pedro Sánchez entran en materia:
-No puedo apoyar el CETA porque en el PSOE hay mucha gente a favor y mucha gente en contra, Pierre. Y la postura más consecuente es abstenernos.
El político francés "no entiende" nada, confesaría horas después a otros interlocutores, con tres de los cuales ha hablado Vozpópuli para hacer esta reconstrucción de su visita.
Está acostumbrado a lidiar con la antiglobalización creciente que exhibe el PSF desde que Benôit Hamon se hace con la candidatura a la Presidencia de la República Francesa, y con otros partidos en la Eurocámara; pero siempre "con argumentos de fondo" sobre la necesidad de renacionalizar los controles jurídicos a las multinacionales o sobre la pérdida de puestos de trabajo.
El comisario de Asuntos Económicos se queda inicialmente sin palabras porque lo que cree estar viendo es un ejercicio de "oportunismo político" y le acaba diciendo a Sánchez, en alusión al desastre de las presidenciales francesas:
-Ten cuidado, Pedro... mira cómo ha acabado el PSF con Hamon.
Cuando sale del edificio de la UE para ir a otros encuentros y al almuerzo que protagonizó en Nueva Economía Forum, Pierre Moscovici va digiriendo lo que acaba de escuchar al líder de los socialistas españoles. Y aunque en publico se mostraría en las horas siguientes distante pero respetuoso con Sánchez pero distante -"lo primero es ser creíbles"-, en privado no desaprovechó la ocasión de criticar duramente su actitud durante los dos días que estuvo en España.