El PSOE tiene un gran reto por delante este 2024. El partido del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tendrá que pelear para que la ley de amnistía, que le permitió permanecer en Moncloa, no le saque de allí. La amenaza está encima de la mesa y la puso el propio Carles Puigdemont: una moción de censura apoyada por Junts que derribe al Gobierno de coalición. Lo cierto es que la medida de gracia será el tema de este año. No solo por las noticias que acarreará su tramitación, sino por todo lo que la rodeará: desde el regreso del expresidente catalán a España al pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre la ley.
Pero Sánchez enfrenta más desafíos. Moncloa es consciente, y así se lo han trasladado al PSOE, de que esta legislatura no serán cuatro años de leyes sin parar. Será un cuatrienio mucho más político. "Esta es una legislatura más de gobernar que de legislar", explica un senador socialista con asiento en el comité federal del partido. "Ya nos avisaron [desde Moncloa] que estos años bajaría la actividad legislativa", zanja un barón territorial.
Por ahora, Sánchez solo ha firmado la ley de paridad, que estaba en el cajón desde hacía meses por la convocatoria de elecciones del 23 de julio. Y tiene previsión, si llega, de prorrogar el decreto anticrisis por las consecuencias económicas y sociales de la guerra en Ucrania. Pero poco más. Todo un contraste respecto a los siete decretos de su primer trimestre al frente del Gobierno, en 2018. Sánchez no está pudiendo despejar la amnistía con medidas efectistas. Y ahora que llega la campaña electoral de las elecciones gallegas del 18 de febrero -así como de las vascas y europeas- el presidente intenta zafarse de la sombra del independentismo con el leitmotiv del miedo a Vox.
La burla de Sánchez
Pedro Sánchez se burla de los sondeos publicadas por algunos medios que reflejan el castigo electoral del PSOE por la amnistía. "Si fuera por las encuestas de El Mundo y El Confidencial, seríamos extraparlamentarios", comentó con sorna a los periodistas en la copa de Navidad en Moncloa. Pero lo cierto es que varias fuentes de peso consultadas tanto en Ferraz como en el Gobierno admiten en privado que el destierro de cargos procedentes del PSC del organigrama monclovita persigue un gran objetivo: levantar un muro que evite la contaminación de cara a las próximas elecciones al Parlamento de Cataluña. Ese mismo muro es el que está intentando levantar de cara a las gallegas, donde el partido no maneja buenos sondeos.
El PSOE está pagando un alto precio. El relato monclovita se esfuerza en vender las bondades de la amnistía. El problema es que la medida de gracia viene manchada de origen. Su motivación no procede de la buena voluntad por mejorar la convivencia; sino por mantenerse en el poder. Toda vez cuando Ferraz se vio desbordado por el tsunami azul del 28-M, que le arrebató casi todo su poder territorial. Precisamente, ese terremoto fue el que el presidente aprovechó.
Sánchez decidió arriesgar, convocó elecciones y batió el efecto Feijóo gracias a una campaña del PP a la defensiva y a una comunicación política eficaz. El presidente cargó la jeringuilla con la amenaza de un Gobierno de PP y Vox. El PSOE inoculó ese miedo, movilizó a la España más centrada consiguió su objetivo. Sánchez seguirá sirviéndose de su partido a su antojo.
El recelo del independentismo
El presidente, consciente de que los suyos dependen de él para mantener puestos jugosos en el Gobierno y en la Administración, ha decidido lanzar al PSOE al vacío. Porque, en verdad, la amnistía no deja de ser salto al precipicio. Y es que nadie, ni en el Gobierno ni en la planta noble de Ferraz, es capaz de garantizar que la amnistía se aplicará a todos los que pretende beneficiar. Ni tan si quiera pueden predecir los tiempos. El independentismo lo sabe.
No por casualidad, el propio Puigdemont no se plantea volver a España hasta tener bien atado su negociado. De primeras, casi con toda seguridad intentará presentarse de nuevo como candidato en las elecciones europeas del próximo 9 de junio. El otro gran reto del PSOE y la gran batalla con el PP de Alberto Núñez Feijóo. La política no deja de ser un ajedrez constante. Los comicios europeos son una de las partidas. Pero hay más, simultáneas e interdependientes.
Las elecciones catalanas son la gran jugarreta que está preparando el presidente. El secretario general de los socialistas lo fía todo a una victoria de Salvador Illa lo suficientemente amplia como para poder apartar al independentismo del Palacio de la Generalitat por primera vez en 13 años, desde que el socialista José Montilla abandonó el poder. La llegada del PSC al gobierno autonómico implicaría grandes beneficios para Sánchez, embarcado en un proceso de negociación con el independentismo en Madrid que le está acarreando grandes costes. El presidente considera que un 'president' del PSC rebajaría enormemente el coste del peaje que todavía tiene que pagar a Oriol Junqueras y al mismo Puigdemont para mantenerse a los mandos del país. Pero no hay más verdad que Sánchez depende de Puigdemont.