Política

Disculpa Sánchez, un monstruo viene a verte

Apostó a jugar con Vox y está a punto de quemarse. Negros augurios sobre le futuro de Sánchez, que puede perder su insensata apuesta electoral

  • Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña en Barcelona, este viernes.

En el cuartel general de la Moncloa fiaban a que después del domingo, la 'vía Casado' propiciara el desbloqueo. Esto es, que el PP facilite la gobernabilidad mediante una abstención, al estilo de lo que hizo el PSOE con Rajoy en 2016. No lo admite Casado, pero los fontaneros de Pedro Sánchez recuerdan que, en el debate televisivo, el líder del PP tan sólo habló de 'no apoyar' y nada dijo de 'no favorecer'. Se trata de un escenario rancio y añejo. Estamos en otra pantalla y con otro protagonista. 

Todo ha dado la vuelta, todo está del revés. Sánchez ha agitado el monstruo de Vox confiado en la movilización de una izquierda hastiada y sólo ha conseguido hipertrofiarlo, proyectarlo al tercer puesto del podio en las encuestas. Y algo aún peor para los planes del líder socialista. Si Vox le pisa los talones al PP, como algunos muestreos apuntan, Casado ya no podrá intentar maniobra alguna para el desbloqueo. Ni abstención patriótica ni obligado sacrificio en aras de la estabilidad, la gobernabilidad. Con Abascal en el cogote, Casado ya no podrá permitirse ni un resbalón. Perdería el liderazgo del centroderecha y quizás algo más. 

Vox ya no da miedo. Abascal se sacudió el estigma de Colón en 'El Hormiguero' y culminó su transmutación en un personaje amable, sensato y sonriente durante el debate electoral de televisión

Ni ha agitado a la izquierda ni se adivina un posible acuerdo con el PP. Inesperadamente, el problema para Sánchez ha pasado a llamarse Vox, esa palanca con la que jugueteaba para conseguir un resultado electoral cómodo, ese aliado en su lucha contra la abstención socialista. A Iván Redondo, el gran corifeo de la función, se le fue la mano en el empeño y ha engordado al 'monstruo'. La dieta a base de sobredosis de huesos de Franco y firmeza artificial con el independentismo tras la sentencia del procés ha producido efectos contraproducente. Repetir el guión del miedo a la ultraderecha, esta vez sin PP y Cs en el paquete, se antojaba una jugada infalible. Va camino de la catástrofe. Es decir, de Frankenstein si al final Podemos así lo dispone.

La clase trabajadora, además, huye en masa del PSOE feminista y greta-ecologista y del Podemos del chaletazo rumbo al partido de Abascal. Vox habla de lo que les preocupa, la inmigración ilegal que acapara viviendas gratis, plazas en guarderías, prioridad en el consultorio y sueldos de los menas. Como en Francia donde los comunistas y los sindicatos votan a Le Pen. Ábalos es el único del PSOE que lo advirtió en su momento y no le han hecho ni maldito. 

En este tramo final de campaña, los más hiperventilados de la izquierda se han movilizado en una nueva entrega de la 'alerta antifascista', una movida ya oxidada que se inventó Pablo Iglesias tras su batacazo andaluz y que Adriana Lastra ha intentado resucitar hasta la exasperación. Llenaron los mítines y declaraciones de espumarajos histriónicos contra el "fascismo" y la "ultraderecha". Incluso el El País se sumó a la parranda y sacó a portada una vileza en forma de editorial con efluvios de Mussolini 3.0. Una ofensiva turbia, desmadejada y sobre todo, estéril. 

Vox ya no da miedo. Abascal se sacudió el estigma de Colón en El Hormiguero y culminó su transmutación en un personaje amable, sensato y sonriente durante el debate electoral de televisión. Ahora cabalga en las encuestas hacia cotas impensables, a punto de convertirse en la gran sorpresa y hasta el gran triunfados de la noche dominical. 

Un gurú en apuros

Todo lo ha hecho mal Sánchez, piensan en amplios círculos del PSOE, donde se contemplan con creciente escepticismo las estrategias del gurú Redondo, ese aprendiz de brujo a quien una manada de lobos con muchos trienios de partido está a punto de devorar. Hay nervios en el entorno del presidente en funciones. Su actitud agria y desabrida en la entrevista de RNE, con más dosis de prepotencia de la acostumbrada que le llevó al gran resbalón de los fiscales, denota un angustioso pavor. “Sánchez parece un tipo frío, pero no lo es. Es vehemente, visceral y tiene muy mala leche”, comenta un veterano dirigente del PSOE, ahora desplazado de los círculos íntimos del poder. “Este lunes 11, Sánchez puede empezar a preocuparse muy en serio”, añade.

¿Echar a Sánchez otra vez? Nadie lo contempla. Pero es un runrún que empieza a circular con cierta insistencia en algunas demarcaciones socialistas. Derribado el tabú, afloran los puñales. Mencionan algunos la 'operación Ciudadanos', esto es, repetir las exigencias que planteó Albert Rivera tras el bloqueo de 2015. Si el PP cambia de líder lo apoyamos, dijo entonces el líder naranja. ¿Podrían ahora los 'populares' hacer lo propio con Sánchez? Pedro en funciones rechazó formar Gobierno tanto por la diestra como por la siniestra, no movió un dedo para conseguir apoyos a su investidura, lo apostó todo a la carta de la repetición electoral, tal y como le sugirieron Tezanos y Redondo, y ahora está a punto de sublimar la estampa del ridículo.

"Bajar de los 123 no sería tan grave, ya estuvimos con 80" dicen sus fidelísimos. Montar la que ha montado para quedar peor de lo que estaba resulta una burla con tintes de infamia. Incluso las terceras elecciones ya asoman la oreja detrás de la puerta, para espanto de Zarzuela y los españoles. El 'monstruo' que alimentó Sánchez, que paseó por las teles y las calles, que Lastra convirtió en tótem de campaña, se ha vuelto en su contra y es posible que le termine aplastando.

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