Las rotondas son algunos de los elementos que más caracterizan a España. Desde una rotonda con una piscina justo en medio -en Villar de Omaña, León- hasta una que tiene un cementerio -en Villanueva de la Cañada, Madrid-, en nuestro país parece haber un don para construir rotondas que, por una razón u otra, destaquen.
España ha aguardado bastante proyectos de construcción con alto presupuesto y las glorietas no se excluyen dentro de esta categoría. De hecho, la rotonda más cara de toda Europa se encuentra en España, para ser más concretos en la ciudad de Valencia.
Con un presupuesto inicial de 23 millones de euros que ascendió hasta los 36 millones, la Torre de Miramar se corona como la glorieta más costosa del continente europeo. Y no es de extrañar que el dinero se haya agravado a esa cifra considerando los múltiples elementos que esta contiene. Parte del terreno tuvo que soterrarse y las líneas del tranvía pasan por encima, pero lo que realmente hizo subir el presupuesto fue la construcción de un mirador, que es el que le da nombre.
La rotonda de la Torre de Miramar, sin vistas al mar
Lo que más destaca de este proyecto es su mirador: una torre de 45 metros de altura que estaba pensada para ofrecer una vista del mar Mediterráneo. En el fin de su construcción en 2009 se dieron cuenta de un problema: desde la Torre Miramar no se veía el mar. Calcularon mal la altura y lo que se puede observar desde este mirador, con capacidad para 160 personas, es el descampado y parking de Tarongers, los edificios de la zona y universidades. Las playas de El Cabanyal y La Malvarrosa se quedan como una simple intuición al horizonte.
La Torre de Miramar no llegó a estar abierta ni tres meses. Pocas personas consiguieron subir hasta arriba del todo antes de que el ascensor dejase de funcionar. La razón de su cierre no fue únicamente el fracaso de su mirador. La construcción de la rotonda fue financiada por el Gobierno estatal, que estaba bajo el mandato del PSOE de Zapatero, pero el mantenimiento dependía del régimen municipal.
Rita Barberá, quien estaba a los mandos del Ayuntamiento de Valencia por aquel entonces, se negó a gastarse presupuesto en repararla y, a día de hoy, la torre sigue estando cerrada al público con sus paredes llenas de grafitis, basura y malas hierbas.
JADRIV
Como el dinero público no es de nadie, qué mas da construir miradores al mar desde los que no se ve el mar, túneles de tren por los que no cabe el tren, y muchas más cagadas que pagamos religiosamente todos los ciudadanos, por imposición del Estado. Apuesto a que, por el camino, algunos de esos millones cayeron casualmente en el bolsillo de los políticos de turno...