Está en marcha una venganza silenciosa entre el clan de los Milagrones y los Vargas. Su punto de partida fue el 16 de marzo en San Blas con el asesinato de Joaquín Jiménez. Intentaba mediar en una separación pero su negociación se torció. Tras este homicidio decenas de familiares de los Vargas han tenido que abandonar Madrid y al menos cuatro de sus furgonetas han sido quemadas, según las fuentes consultadas por Vozpópuli.
Todo comenzó con una separación. Joaquín, que había sido detenido en el pasado pero encauzó su vida, tuvo un doble papel para mediar como pastor evangelista y patriarca de la familia de los Milagrones. La mujer acusaba al hombre, del clan de los Vargas, de maltrato y del impago de una deuda de unos 2.000 euros. La mediación no salió bien. La familia de la víctima le advirtió en los días posteriores que era peligroso salir a la calle.
Sin embargo, Joaquín abandonó su vivienda y fue acribillado a plena luz del día frente al Centro Comercial Las Rozas, en el distrito de San Blas. Ante decenas de testigos que vieron como tres vehículos le hicieron una encerrona y dos personas vaciaron los cargadores de sus pistolas sobre este hombre. Recibió una decena de disparos por el cuerpo.
Se busca a ocho personas
Los investigadores de Homicidios de la Policía Nacional analizaron todas las cámaras y tomaron declaración a los testigos. Tienen meridianamente claro lo que sucedió y buscaban desde este momento al menos a ocho personas del clan de los Vargas. Seis hombres y dos mujeres.
En un video al que tuvo acceso Vozpópuli se ve como los agentes municipales abrieron las puertas del Citroën color gris y en su interior estaba la víctima con un abundante sangrado. El coche quedó en las inmediaciones del semáforo de la glorieta del centro comercial de Las Rosas. Tenía un gran golpe en la parte frontal y lateral izquierda, que es donde fue golpeado por el primer vehículo.
Varias horas después de este homicidio, en la Comandancia de Sevilla de la Guardia Civil se entregó Antonio Vargas, uno de los miembros del clan. Confesó ser el autor de los disparos. Después de tomar ese testimonio los policías continuaron con las pesquisas porque no creyeron su versión.
Hace dos semanas, el pasado 31 de marzo se personó en la Jefatura Superior de Policía Nacional de Madrid el padre de Antonio Vargas. Manifestó ser la segunda persona que asesinó a Joaquín. Los agentes tampoco creen su declaración del todo.
Miembros del clan se han ido de Madrid
Tanto el padre como el hijo aseguraron que actuaron en defensa propia porque la víctima les había disparado primero. Un extremo que tampoco dan veracidad los investigadores. Tras pasar a disposición judicial ambos se encuentran en prisión provisional.
Desde que estos dos miembros de los Vargas se entregaran todo el clan está viviendo un auténtico calvario. Varias decenas de ellos han tenido que abandonar la capital por el temor a las represalias, según han informado a Vozpópuli fuentes de su entorno.
Además, al menos cuatro de sus furgonetas han sido quemadas en los últimos días en la calle Copérnico de la zona de Valdebernardo en Madrid. Otras fuentes también hablan de que el vacío dejado por la marcha de los Vargas está siendo aprovechado por los Milagrones. Estos últimos estarían okupando las casas abandonadas por el otro clan y también se han instalado en sus puestos en los mercados de la Comunidad de Madrid.
Un clan peligroso
Estas mismas fuentes advirtieron de la peligrosidad del clan al que pertenecía la víctima. "No saben con quien se han metido", llegaron a expresar a las pocas horas de perpetrarse el asesinato. Antaño los Milagrones se dedicaban a la extorsión de los capataces de las obras.
Además, la víctima estuvo implicado en un homicidio a los líderes del clan de los 'Gallego', junto a sus hermanos, pero resultaron absueltos. Al parecer en los últimos años había dado un giro a su vida desde su puesto de pastor, uno de los puestos más considerados y respetados dentro de las familias.
Al conocer el asesinato mucho de los parientes lejanos de los clanes tomaron medidas para evitar ser localizados y que pudieran ser implicados en futuras venganzas. Todas estas discreciones son pocas. Se juegan mucho. Al menos hasta que la Policía Nacional detenga a todo el grupo implicado en el asesinato de Joaquín.