El año 1864 marcó uno de los episodios más dolorosos de la historia de Dinamarca: la Guerra de los Ducados contra Prusia y Austria por el control de Schleswig y Holstein. Este conflicto no solo redefinió el mapa político de Europa, sino que dejó una herida profunda en la identidad nacional danesa, un trauma que persistió durante generaciones.
Contexto internacional: el mundo en 1864
La Guerra de los Ducados no fue un hecho aislado, sino que se insertó en un período de intensos cambios en la política europea. En 1864, las potencias europeas estaban en plena transformación. El Reino Unido mantenía su hegemonía naval y su política de equilibrio de poder, Francia, bajo Napoleón III, buscaba consolidar su influencia en Europa, y Prusia, bajo el liderazgo de Otto von Bismarck, ya mostraba su ambición de convertirse en la potencia dominante de los Estados alemanes.
Mientras tanto, Austria, debilitada por problemas internos y la competencia con Prusia, intentaba mantener su influencia en la Confederación Germánica. En este contexto de tensiones geopolíticas, Dinamarca se encontró atrapada en un conflicto que alteraría radicalmente su destino.
Cristián IX y la sucesión en Dinamarca
El conflicto de 1864 coincidió con la llegada al trono danés de Cristián IX, una figura clave en la historia del país. Aunque su ascenso se produjo tras la muerte de Federico VII en 1863, su destino como monarca ya había sido decidido desde 1852.
Ante la inminente extinción de la rama principal de la casa de Oldenburgo, las potencias europeas acordaron en el Tratado de Londres de 1852 que Cristián IX sería el heredero del trono danés. Provenía de la casa de Glücksburg, una rama cadete de la dinastía Oldenburgo, y estaba emparentado con Federico VII tanto como tío como primo.
Cristián IX fue un monarca que, pese a la adversidad inicial de la Guerra de los Ducados, terminaría siendo fundamental en la historia de Europa. Con el tiempo, sus descendientes ocuparían tronos en diversas monarquías europeas, ganándose el apodo de "el suegro de Europa". Sin embargo, en los primeros años de su reinado, tuvo que enfrentarse a una de las peores crisis de la historia danesa.
El problema de Schleswig y Holstein
El detonante del conflicto fue la disputa sobre los ducados de Schleswig y Holstein. Schleswig tenía una población mixta de daneses y alemanes, mientras que Holstein era mayoritariamente germano. Ambos ducados estaban en una unión personal con Dinamarca, pero Holstein también era miembro de la Confederación Germánica, lo que lo vinculaba a los intereses alemanes.
En 1863, el rey Federico VII falleció sin herederos directos, lo que llevó al ascenso de Cristián IX. Ese mismo año, Dinamarca aprobó la Constitución de noviembre, que integraba Schleswig más estrechamente en el reino danés, una medida que fue vista como una provocación por los estados alemanes y en particular por Prusia y Austria.
Bismarck, siempre hábil en la diplomacia, aprovechó la oportunidad para alinear a Austria con Prusia en una acción militar contra Dinamarca. Bajo el pretexto de defender los derechos de la Confederación Germánica sobre Holstein, ambas potencias lanzaron una invasión en 1864.
La guerra y la derrota danesa
Las fuerzas danesas eran valientes, pero estaban en clara desventaja numérica y material. La guerra comenzó en febrero de 1864, y las tropas danesas, mal preparadas y con apoyo limitado del resto de Europa, fueron rápidamente superadas por los ejércitos prusiano y austriaco.
Uno de los episodios más emblemáticos de la guerra fue la batalla de Dybbøl (18 de abril de 1864), donde el ejército danés sufrió una aplastante derrota. La caída de Dybbøl marcó el principio del fin para Dinamarca en la contienda.
Tras otra serie de fracasos militares, Dinamarca se vio obligada a aceptar la paz en el Tratado de Viena (30 de octubre de 1864), en el que cedió Schleswig, Holstein y Lauenburgo a Prusia y Austria.
Consecuencias y el camino a la unificación alemana
Para Dinamarca, la Guerra de los Ducados fue una catástrofe. El país perdió aproximadamente un tercio de su territorio y población, y el sentimiento de derrota se convirtió en parte del imaginario nacional durante décadas. Hasta el punto que desde ese momento adoptó una política de neutralidad durante décadas.
Para Prusia, sin embargo, la guerra fue un paso clave en el proceso de unificación alemana. En 1866, solo dos años después, Prusia entró en guerra con Austria en la guerra austro-prusiana, que culminó con la expulsión de Austria de la Confederación Germánica y el establecimiento de Prusia como la potencia dominante en Alemania.
Finalmente, en 1870-1871, Prusia libró la guerra franco-prusiana, en la que derrotó a Francia y logró la proclamación del Imperio Alemán en el Palacio de Versalles, con Guillermo I como emperador. La victoria de 1864 sobre Dinamarca había sido solo el primer paso en la consolidación del poder alemán bajo la égida de Prusia.
Cristián IX después de la guerra
A pesar de haber iniciado su reinado en medio de una de las mayores derrotas de la historia danesa, Cristián IX logró mantener la estabilidad del país y fortalecer la monarquía en las décadas siguientes. Con el tiempo, su familia se convirtió en una de las más influyentes de Europa y fue conocido como 'El suegro de Europa'.
- Su hija Alexandra se casó con el futuro Eduardo VII del Reino Unido.
- Su hijo Jorge I se convirtió en rey de Grecia.
- Su hija Dagmar (María Fiódorovna) se casó con el zar Alejandro III de Rusia.
- Su nieto, Christian X, sería un símbolo de resistencia danesa durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Así, aunque Cristián IX comenzó su reinado con una guerra desastrosa, su legado familiar le permitió influir en la historia de Europa durante generaciones.
La Guerra de los Ducados fue un punto de inflexión en la historia de Europa. Para Dinamarca, significó el fin de su ambición de ser una potencia regional y dejó una marca indeleble en su memoria colectiva. Para Prusia, fue el inicio de un proceso que culminaría en la creación del Imperio Alemán en 1871.
A menudo eclipsada por conflictos posteriores, la Guerra de los Ducados fue un evento crucial que ilustró la despiadada estrategia de Bismarck y el inexorable avance de la unificación alemana. En Dinamarca, sin embargo, el eco de 1864 resonaría durante generaciones, recordando a la nación los peligros de la geopolítica en un continente en constante transformación.
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