En el argot militar se conoce como “doctrina Grozni” y consiste en doblegar al enemigo mediante la devastación y el terror. Arrasar más que vencer, provocando el mayor número posible de víctimas civiles. Las fuerzas rusas la aplicaron por primera vez en la capital de Chechenia (1999) y años después en Siria, donde el general Serguéi Surovikin, recientemente nombrado máximo responsable de las operaciones en Ucrania, redujo a escombros los barrios en manos de las milicias opositoras al régimen de Bashar al Asad. Ahora, cuando el curso de la guerra va de mal en peor para Rusia, es el turno de Ucrania.
La venganza de Vladimir Putin por la explosión en el puente de Crimea, una apuesta personal del líder del Kremlin, se ha centrado en el castigo a los civiles y la destrucción de la infraestructura energética de Ucrania. En la mañana del 10 de octubre, las fuerzas rusas lanzaron ataques masivos con misiles contra instalaciones de generación de energía en las regiones del este, centro y oeste del país, con las centrales térmicas y ciclos combinados de gas como principal objetivo, al igual que subestaciones de menor tamaño. Kiev asegura que Moscú intenta paralizar el sistema energético ucraniano a medida que se acerca el invierno. Lo cierto es que el ataque a gran escala contra bienes civiles e infraestructuras críticas –el martes el 30% de la infraestructura energética estaba dañada- continuó hasta el viernes.
A medida que avanza la contraofensiva ucraniana y Rusia pierde el territorio invadido, Putin paga su frustración con una lluvia de misiles contra civiles, recursos materiales, económicos y, especialmente, energéticos. "Rusia ha adoptado una estrategia de imposición de costes. Es decir, pretende que para Ucrania seguir en la guerra sea demasiado doloroso. El problema es que la población que sufre los ataques no se pone en contra de su gobernante y aumenta su odio al agresor. No funcionó para ningún bando en la Segunda Guerra Mundial", explica Jesús Triana, analista de seguridad y defensa. No es la primera vez que los rusos toman represalias por lo que consideran un revés en la guerra. "Tras la derrota en el óblast de Járkov, después de la caída de Kupiansk e Izyium, hubo un ataque contra la infraestructura eléctrica de la ciudad de Járkov (la segunda mayor de Ucrania). El 80% del fluido eléctrico fue repuesto en menos de 24 horas".
Armas... y energía
La paradoja de la estrategia de devastación de Putin es que puede volverse en su contra. Cualquier tensión energética, como el ataque a los dos gasoductos del Nordstream, provoca un aumento de precios y beneficia a los grandes proveedores de la Unión Europea, esto es, Estados Unidos. Al igual que Occidente está suministrando armas a Ucrania, también puede proveer a Kiev de energía. Una opción consistiría en establecer un pasillo verde para intentar llevarla -vía combustible o incluso con microturbinas- a través de Polonia. Otra posibilidad, más sofisticada y que implicaría a EEUU, sería desviar parte de la producción de gas natural licuado (GNL) hacia puertos cercanos a Ucrania, dado que el país no tiene acceso directo al GNL..
"Occidente no va a permitir que los ucranianos se queden sin energía. El coste político de enviar armamento es mucho mayor que el de suministrar energía. Por mucho que Rusia destroce sus infraestructuras siempre habrá algo al otro lado", opina un experto en seguridad y sector energético.
Otra de las decisiones que pueden aplicarse si Ucrania necesita un rescate energético sería revertir el gasoducto que, desde Rusia, atraviesa Ucrania y llega a Polonia. Este uso de la tubería para transferir gas desde territorio polaco hasta los hogares ucranianos ya se empleó en la crisis de Crimea en 2014.
Polonia ha aumentado desde el pasado 1 de octubre el suministro de gas que llega desde Noruega. El gasoducto Baltic Pipe, una ruta clave para transportar gas al centro de Europa a través de Dinamarca, se estrenaba el mismo día que se boicoteaba el Nord Stream. Una infraestructura que tiene una capacidad anual de 10 bcm (mil millones de metros cúbicos) de gas desde Noruega y que, a su vez, permite transportar 3 bcm de gas desde Polonia a Dinamarca. Además, las infraestructuras existentes permitirían transportar el gas natural licuado estadounidense que llega a Polonia, Croacia o Italia para saciar las necesidades puntuales de Ucrania.
Desde el sector energético interpretan a este diario que los ataques a las centrales térmicas ucranianas son operaciones estratégicas y no como una estrategia de estrangulamiento energético a Ucrania. A Rusia tampoco le interesa desconectar del todo a Ucrania porque parte del país ya forma parte de su territorio. "Un ataque a la central nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa, dejará sin luz y energía a los ucranianos pero también a las zonas (prorrusas) de Donétsk y el Donbás. En el fondo es una suma cero si estás invadiendo el territorio para anexionarlo".
chilindrin
Parece que lo ha escrito viendo la televisión
Sangar
No sé cómo va a acabar esta guerra pero sí sé que la ganará EEUU y la perderá Europa.
Lagoenol
Artículo basuriento al dictado del globalismo. Y por cierto las milicias opositoras a Bashar al Asad eran las del ISIS, grandísimos demócratas, así se manipula a la gente.