En los medios de comunicación españoles suele confundirse con demasiada frecuencia al primer ministro Bibi Netaniahu y su partido, el Likud, con el sionismo, razón por la cual es habitual escuchar en algunos debates, muchas veces en tono crítico, definir tal o cual acción del Gobierno israelí como “sionista”. Es un error que está en el origen de la confusión ideológica que tantas personas tienen en relación al Estado hebreo y la realidad del Cercano Oriente.
La realidad es que, salvo los partidos étnicos árabes y los haredim (judíos ultra-ortodoxos), todos los partidos políticos de Israel son sionistas. Y lo son porque dicha ideología no es de derecha, centro o izquierda, sino que es la base ideológica que sustenta la creación del moderno Estado de Israel. Desde el socialista Meretz, pasando por Avodá (Laborismo), Yesh Atid, Kadima, Hatnuá (centro), Habait Haieudí (nacionalista religioso), Likud (conservador) e Israel Beiteinu (derecha) -que suman en total 91 asientos parlamentarios sobre 120- todos se definen como sionistas.
El sionismo no está relacionado, pues, con una actitud más o menos dura o flexible en relación con la firma de un acuerdo de paz con Palestina, sino que simplemente defiende la legitimidad de un Estado judío en Tierra Santa y el derecho de cualquier integrante de este pueblo a radicarse allí.
Vale señalar que sobre un total de 8 millones de ciudadanos israelíes, 6 millones son judíos, 1.400.000 son musulmanes y 320.000 son cristianos. Se calcula asimismo que hay unos 200.000 extranjeros con permiso de trabajo temporal. Por su parte, las zonas autónomas palestinas cuentan con unos 3.700.000 habitantes, de los cuales dos tercios viven en Cisjordania bajo la autoridad de Abu Mazen, y el resto en Gaza, controlada por el grupo terrorista Hamás.
En las elecciones celebradas el pasado 23 de enero, la alianza entre los partidos Likud e Israel Beiteinu obtuvo 31 diputados. Al encabezar el sector más votado, Netanyahu fue llamado a formar Gobierno, para lo cual necesitaba reunir el apoyo de 61 parlamentarios, lo cual se logró, si bien agotando el plazo legal, mediante una alianza entre cinco partidos que suman un total de 68 diputados.
Una heterogénea coalición oficial
El Likud es un partido nacionalista cuyas raíces se encuentran en el movimiento juvenil Betar, fundado por Zeev Jabotinsky en 1923. Inicialmente su objetivo era la creación de un hogar para el pueblo judío en Palestina, a ambas márgenes del río Jordán, de acuerdo con las fronteras del reino bíblico de David y Salomón. Actualmente se acepta la idea de un estado árabe-palestino en parte de los territorios de Gaza y Cisjordania, aunque las zonas estratégicas como el valle del Jordán –limítrofe a Jordania- y las principales ciudades israelíes en la zona deben permanecer definitivamente bajo control hebreo. Al Likud se le define como un partido conservador, aunque esta definición es relativa en un país donde el Estado proporciona importantes servicios sociales y la tierra está en manos de cooperativas agrícolas.
Israel Beiteinu (Israel Nuestro Hogar), el socio electoral del Likud en los últimos comicios, fue fundado en 1999 con una ideología nacionalista laica, y está liderado por el excanciller Avigdor Liberman. En Israel, el término “laico” no implica perseguir la separación entre religión y Estado, como en otras naciones, sino defender la supremacía de la Ley y el interés nacional cuando existen diferencias con la jerarquía religiosa judía. Este partido defiende el intercambio de territorios con el futuro Estado palestino, entregando zonas densamente pobladas por árabes a cambio de áreas con mayoría hebrea en Cisjordania, y es muy crítico con la actitud de los grupos políticos árabe-israelíes, a quienes acusa de identificarse con grupos terroristas y dictaduras islámicas.
Hatnuá (Movimiento), 6 diputados en las últimas elecciones, fue creado hace pocos meses por la abogada Tzipi Livni, quien fuera líder de Kadima y canciller. La decisión de crear partido propio fue más un tema de interés personal que ideológico, pues tras su derrota en las primarias se separó de su partido a causa de su mala relación con el vencedor, Shaúl Mofaz. Se la considera una mujer pragmática, flexible en relación al conflicto palestino, y defensora de una economía liberal acotada por políticas sociales.
Yesh Atid (Hay Futuro) es otro nuevo partido que se erigió en la gran sorpresa de las elecciones de enero, al conseguir 19 diputados y convertirse en la segunda fuerza política del país. Dirigido por el famoso periodista Yair Lapid, sostiene la necesidad de modernizar el Estado, recortar gastos e integrar a los haredim en la sociedad, obligándolos a cumplir con sus deberes como ciudadanos, lo cual significa cumplir el servicio militar del cuál estaban exentos. Justamente el ingreso de Lapid en la nueva coalición obligó a Netaniahu a dejar fuera a los partidos ultra-ortodoxos Iahadut HaTorá (Judaísmo de la Biblia) y Shas, que sumaron 18 parlamentarios.
Habait Haieudí representa al nacionalismo religioso. Su líder fue elegido en primarias en 2012, lo cual le brindó el impulso extra de la legitimidad, pasando de 3 escaños en 2009 a los 12 logrados ahora. Dirigido por Naftalí Benett, 40 años, surgido del movimiento juvenil Bnei Akiva e integrante de unidades de elite del ejército, propone que Israel se anexione el área C de Cisjordania, que comprende el valle del Jordán, la zona circundante al mar Muerto y las principales ciudades judías construidas desde 1967. Se opone a la división de Jerusalén, capital de Israel, por su importancia histórica y religiosa, y considera que un Gobierno palestino, aunque sea en la zona este de la ciudad, terminaría con la libertad religiosa plena que se vive bajo soberanía israelí.
Este es el puzzle de cinco partidos integra el nuevo gobierno de Israel. En la oposición han quedado Avodá (Laborismo), cuya líder, Shely Yejimovich, encabeza el ala laborista por ser la más votada entre ellos (13 asientos), junto a Meretz (socialismo, con 6), los pequeños partidos árabes y los haredim judíos. El tiempo dirá si esta compleja alianza es suficientemente sólida y, sobre todo, si es capaz de lograr la tan necesaria como ansiada paz con el pueblo palestino.