Marine Le Pen deja escapar su última oportunidad de ganar un debate a Emmanuel Macron en su duelo para la Presidencia francesa que se dirime el próximo domingo. Demasiado a la defensiva y obsesionada por no repetir los errores cometidos en su desastrosa actuación de 2017, la aspirante es la perdedora del enfrentamiento televisivo.
Si la contienda televisada y demasiado cuadriculada puede decidir el voto de algún indeciso o abstencionista se podría asegurar que Le Pen no atrapó anoche muchas adhesiones. Y si el presidente-candidato no gana por una gran diferencia es por su actitud arrogante y algo despreciativa hacia la contrincante. Una postura que forma parte de la personalidad de Macron y que se le ha reprochado desde la crisis de los chalecos amarillos.
Le Pen pretendía “presidencializarse” y preparó un combate como si delante de ella no existiera oponente. Ello le restó frescura y, sobre todo, le retuvo para responder y reaccionar ante las flechas bien envenenadas de Macron. Muchos esperaban que el capítulo del poder adquisitivo, ante la crisis que viven los franceses, iba a suponer un calvario para el candidato que defendía su mandato. Pero en ese terreno, medirse a un enarca (Escuela Nacional de Administración), inspector de impuestos y exministro de economía y finanzas utilizando su mismo lenguaje y sin bajar al terreno popular e, incluso, al lodo populista, es un billete al precipicio. Macron tiene la suficiente experiencia para inundar de cifras y acudir al lenguaje tecnocrático y aplastar cualquier intento de igualarle en ese terreno, si no se le obliga a bajar al barro.
“Usted depende de Putin”
Le Pen tampoco se esperaba que Macron contraatacara como lo hubiera hecho cualquier periodista crítico. “Usted depende de Putin”, le asestó, cuando recordó a la audiencia que la representante de Agrupación Nacional pidió en 2015 un crédito a un banco checo-ruso. En plena guerra de Ucrania, responder a un jefe de Estado recordándole sus encuentros con Vladímir Putin no podía servir para defender una iniciativa obligada, eso sí, porque el “establishment” bancario de su propio país rechazó concederle un crédito. Un claro ejemplo, y nada democrático, de un cordón sanitario financiero. En ese momento crítico, ni siquiera Le Pen respondió utilizando el escándalo MacKinsey, los más de mil millones de euros libres de impuesto gastados por los ministerios de Macron en consultores privados y que ha ensombrecido la campaña presidencial en las últimas semanas.
Cuando Le Pen le atacó por los 600 mil euros de deuda del mandato que acaba, Macrón, que la justificó por la necesidad de colmar el desastre del Covid, le respondió inquiriendo qué hubiera hecho ella para luchar contra la pandemia. La aspirante no supo responder concretamente.
La UE contra la Europa de los pueblos
A cada referencia de Le Pen a “los vulnerables”, “los pobres” o “los olvidados”, es decir, su base electoral, Macron respondía con datos que siempre pueden ser interpretados, pero que no encontraban contrataque alguno, cifrado o no. En el apartado Unión Europea versus “la Europa de los pueblos”, Macron obligó en un, primer momento a Le Pen a afirmar que ella no quería dejar la UE. Le Pen defendió querer reformar a fondo el club comunitario en beneficio de los franceses, frenando los acuerdos de libre cambio, aumentando la producción agrícola o abandonando el mercado europeo de la energía. Le Pen reiteró que apoya las sanciones europeas a Moscú, a excepción de la renuncia al petróleo y gas ruso, para que los consumidores franceses, insistió, no sufran las consecuencias. Macron resumió el programa de su contrincante afirmado que su puesta en práctica significaba la salida de Francia de la UE. Reparto de puntos entre ciudadanía no apasionadamente eurófila, como la francesa.
Tampoco hubo vencedor claro cuando se abordaron los asuntos de ecología. Le Pen subrayó la conversión de Macron al átomo y conservó votos en su ataque contra la energía eólica, un asunto que electriza los ánimos de la Francia rural. Cuando llegó el tiempo para entrar en el terreno favorito de Marine Le Pen - inseguridad, laicismo, educación -, la única representante de la derecha francesa tampoco fue capaz de llevar contra las cuerdas a un presidente que en ese campo no puede vanagloriarse de progresos. En ese momento, muchos lepenistas echarían de menos los argumentos de Éric Zemmour.
Ni alarma antifascista ni cordón sanitario
A Macron, que no necesitó en ningún momento recurrir “a la alarma antifascista” ni al inservible “cordón sanitario”, le bastó con rebatir uno por uno los postulados de Le Pen, que no supo defender claramente su polémica promesa de prohibir el velo islámico en las calles. Aparte alguna acusación de deshonestidad o de falsedad, el lance se desarrolló con respeto y sin la tensión de 2017.
Solo al final de las dos horas y cincuenta minutos de debate, Marine Le Pen mostró algo más de empuje, en su defensa del “Referéndum de Iniciativa Ciudadana”, al que Macron se opone, y prometiendo la introducción del sistema proporcional en las futuras elecciones, una vieja promesa del candidato Macron en 2107 que no ha llevado a fin en cinco años.
Un debate no hace variar la opinión de los convencidos, pero puede hacer ganar o perder un pequeño porcentaje a los indecisos o abstencionistas. Le Pen no perdió anoche por paliza, como hace cinco años, pero cuando todos esperaban que mostrara sus nuevas garras, fue frenada en el fondo de la pista por los raquetazos de Macron. En todo caso, no hubo guiños de ninguno de los contendientes a los votantes de la izquierda más extrema que dudan entre ir a pescar, frenar a Le Pen o abstenerse y que sea lo que las urnas quieran.