A dos semanas de las elecciones, parece claro que los conservadores volverán al poder en Berlín y los socialistas sufrirán una sonrojante derrota. Pero la atención nacional e internacional está fijada en la formación de la derecha dura, “Alternativa para Alemania”, que apunta a ser la segunda lista más votada, gracias a sus drásticas propuestas contra la inmigración y la guerra en Ucrania.
Ni el cristianodemócrata, Friedrich Merz, llamado a convertirse en futuro Canciller - según todas las encuestas - ni Olaf Scholz, actual jefe de gobierno y aspirante socialdemócrata a su reelección, están siendo en los últimos días los principales protagonistas de la campaña para la cita del 23 de febrero, que conformará un nuevo Bundestag y provocará las obligadas negociaciones para encontrar un nuevo gabinete de coalición.
Alice Weidel, la líder de “Alternativa para Alemania” (AfD), que sus rivales consideran de extrema derecha e incluso “pro-nazi”, acapara la atención y el máximo de elogios y descalificaciones dentro y fuera de su país, gracias a su programa radical en cuestiones como la inmigración, la oposición a la guerra en Ucrania, la continuación de su país en la OTAN o la permanencia en la UE.
Musk intenta romper el “cordón sanitario” contra AfD
Su salto a la palestra internacional lo debe, en buena parte, al apoyo mediático que ha recibido recientemente de Elon Musk, jefe de la motosierra de la nueva Administración de EEUU, lo que le ha valido el calificativo de “la Trump europea”. Pero, si bien es cierto que coincide con el nuevo “Potus” en diferentes medidas, Weidel representa, sobre todo, una reacción típicamente europea a la crisis que atraviesa su país y que comparte todo el Viejo Continente. Su partido, AfD tiene, de momento, remotas posibilidades de hacerse con el poder, por el llamado cortafuegos (“Brandmauer”) o “cordón sanitario” ideado por los socialdemócratas (SPD), los “verdes” (Grünen), los liberales (FDP) y la derecha tradicional (CDU-CSU) para no unir sus votos a ese aproximado 21% del electorado que representa la formación de la derecha radical, según las encuestas.
Alice Weidel, como otros dirigentes europeos “vetados” por sus rivales, sabe que esa “diabolización”, como en otros países, puede quebrarse si las circunstancias políticas, sociales y económicas llevan a profundizar la crisis que vive Alemania hoy. Véase el ejemplo de la vecina Austria, de Países Bajos, de Italia o el que se vaticina para Francia. Consciente de que ese momento todavía no ha llegado, la inevitablemente bautizada como “dama de hierro", puede permitirse lanzar arengas de contenido que otros consideran explosivo, pero que concitan la adhesión progresiva de una ciudadanía castigada por el marasmo económico, temerosa de los tifones comerciales que se ciernen sobre su país provenientes de Washington D.C. y de Pekín, y asustadas por los actos de terrorismo, el aumento de la criminalidad y una inmigración descontrolada; tres puntos, estos últimos, que otros vecinos de la Unión Europea dicen también sufrir.
“¡Fuera violadores y asesinos!”
Alice Weidel, que dirige AfD desde hace apenas un mes, subraya su intransigencia con la política migratoria de las diferentes coaliciones que han gobernado su país desde el famoso “Willkommen” de Angela Merkel en 2015. En su programa, el sellado de las fronteras, la expulsión de todos los ilegales, la “re-emigración” de los que hayan obtenido pasaporte alemán de manera fraudulenta o la abolición de las prestaciones sociales a los extranjeros son medidas estrella.
“Vamos a explicar al mundo” - enfatiza – “que la población alemana no puede seguir siendo el objeto de caza de la violencia de los inmigrantes; que expulsaremos a todos los violadores y asesinos”. Los argumentos de AfD han sido reforzados por los últimos actos de violencia protagonizados por inmigrantes, algunos de los cuales, con orden de abandonar el país, como el ciudadano afgano que atacó a un grupo de niños de una guardería, asesinó a uno de dos años y a una persona que quiso interponerse. Era el tercer ataque en seis meses con cuchillo, el arma de moda de ciertos individuos no solo en Alemania sino en varios países europeos, como demuestran las estadísticas policiales.
Weidel recoge en su plan electoral toda la panoplia con la que coinciden millones de europeos: retorno a la energía nuclear, fin de las eólicas, abolición de la tasa carbono, cese de la obligatoriedad de las vacunas o, entre otras muchas, acabar con la “educación de género”; “prohíbo toda injerencia en mi vida familiar”, recalca.
Favorita de los homosexuales, prorrusa y pro-“Dexit”
Tacharla de racista es complicado, pues vive en pareja con sus dos hijos y una mujer originaria de Sri Lanka, no precisamente blanca de piel. Por cierto, si de la comunidad homosexual alemana dependiera, Alice Weidel sería Canciller, como señala una reciente encuesta que le situaba muy por encima del apoyo gay a los ecologistas, y lejos de la preferencia hacia el SPD, superado incluso por la derecha.
AfD nunca ha ocultado su rechazo a la ayuda militar a Ucrania. Opuesta a las sanciones económicas que han provocado el fin del suministro de gas y petróleo barato procedente de Rusia, su jefa sugiere también abandonar la OTAN y es partidaria del “Dexit” (Deutschland exit), el abandono de la UE. Como también proponen otros líderes europeos, Weidel quiere recuperar la soberanía jurídica que los miembros del club de los 27 han deslocalizado en Luxemburgo. Todo ello lleva al diario conservador “FAZ” a definir como “radicalidad frívola” la actitud de Weidel. “La responsabilidad política implica moderación”, editorializa el periódico.
AfD distrutó la semana pasada de una atención extraordinaria cuando el partido sus rivales de la derecha tradicional - Cristianodemócratas y cristianosociales (CDU-CSU), con su líder Friedrich Merz a la cabeza, unieron sus votos en el Bundestag a tres propuestas para endurecer la política de inmigración. Dos de las mociones eran no vinculantes; la tercera, referida a la restricción de la reunificación familiar de inmigrantes, sí lo era y fue derrotada por poco, gracias a la defección de algunos diputados de la derecha.
Merz “abre las puertas del infierno”
Tres derrotas parlamentarias de los conservadores que AfD interpretó como victorias: “nos copian nuestro programa”. El conato de “unión de las derechas”, tan anhelado por muchos votantes tanto en Alemania como entre sus socios europeos, fue interpretado poco originalmente como “un seísmo político”. El SPD, en horas bajas y siempre por debajo de la derecha dura en expectativa de votos, vio una gran ocasión para descalificar a sus rivales de la derecha, pero muchas veces aliados en gobiernos de “gran coalición”. “Han abierto las puertas del infierno”, alertaba un dirigente socialista. Su jefe, Olaf Scholz, hablaba de “un error imperdonable” y recordaba que, desde el acuerdo de 1947 entre los partidos parlamentarios existe un consenso para evitar hacer causa común con la “extrema derecha”.
Angela Merkel salió también de su retiro para criticar al primer dirigente de su propio partido y llamar a la moderación. Ella, a la que millones de alemanes y europeos consideran culpable de la crisis migratoria que vive el continente.
Para la CDU y el SPD, pactar con AfD es pecado mortal, pero no con la extrema izquierda procomunista, como han hecho en ciertos Lander de la antigua Alemania del Este, en los que para frenar el éxito del partido de Weidel, han formado gobierno con los comunistas de Sahra Wagenknecht (BSW, proruso y anti-inmigración), exmiembro del antiguo partido que dirigió la dictadura de la República “democrática” alemana. En el land de Turingia, donde AfD consiguió la victoria, los socialistas no han tenido tampoco ningún escrúpulo que oponer al nombramiento como ministro regional de un exmiembro de la Stasi, la policía política del régimen comunista de la RDA.
Por cierto, hablando de Historia, tras la Segunda Guerra Mundial el partido comunista fue también prohibido en Alemania durante un tiempo. Y siguiendo con la interpretación del presente con asuntos del pasado, la bronca sobre la inmigración en la cámara legislativa empujó al presidente de la rama cristianodemócrata de Baviera (CSU), Markus Söder, a recordar a los socialistas su responsabilidad en la caída del régimen de Weimar que propició la llegada al poder de Adolf Hitler.
Mayoría para endurecer la política de inmigración
Ningún lugar mejor que Alemania para aplicar el “reductio ad hitlerum”, pero para los alemanes de hoy, la frontera cerrada a los inmigrantes, incluidos los demandantes de asilo, como defienden los conservadores de Merz, son medidas que cuentan con el apoyo del 57% de la población y con el 71 de los votantes de su partido, que es también el de la excanciller Merkel.
¿El jefe de la derecha tradicional y favorito para alcanzar la Cancillería cometió un error uniendo sus votos a la derecha dura en el Bundestag? En el congreso de la CDU celebrado el lunes pasado aseguró que “jamás colaborará con AfD, un partido, dijo, “que se opone a todo lo que hemos construido desde hace décadas”. Merz prometió “hacer todo lo posible para reducir el resultado de Alternativa para Alemania” el 23 de este mes. Algún sondeo indica que puede haber perdió un punto en las intenciones de voto (del 30% al 29%), pero habrá que esperar quince días para saber si con su jugada ha robado votos a su derecha o, como decía el desaparecido Jean-Marie Le Pen en Francia, “los votantes prefieren siempre el original a la copia”.
En todo caso, a Friedrich Merz le ha tentado más – hasta ahora - insistir sobre el asunto de la inmigración que abordar la crisis económica. Quizá porque su partido es en parte responsable de la situación por haber participado en gobiernos de coalición con los socialistas, lo que les obligaba a consensuar medidas.
En el último tripartito, CDU-CSU ya no estaba en el gobierno encabezado por el SPD, coaligado con verdes y liberales del “FDP”. Fueron estos últimos quienes fueron culpados del colapso del ejecutivo por oponerse a recurrir al dinero público para superar la crisis económica, aunque en su horizonte estaban los malos resultados que preveían los sondeos y que les pueden dejar fuera del legislativo si no alcanzan el 5% mínimo de votos. Por ahora no llega a esa cifra (4,1%).
El “freno a la deuda” y las promesas electorales
Hoy, todos los aspirantes meditan sobre el llamado freno al endeudamiento – “Schuldenbremse” – concepto incluido en la Constitución en 2009, en tiempos de Merkel, que encuadra el gasto público y limita la deuda a un 0,35% del PIB. Esa regla ha permitido a Alemania tener una deuda de “sólo” un 63%, mientras Francia desborda ya el 112%. Socialistas y ecologistas insisten en reformar esa norma y son apoyados por muchos economistas. Así lo cree Martin Beznoska, del “Instituto Económico de Colonia IW”, que propone autorizar un déficit de 1 o 1,5%, en lugar del rígido 0,3% de hoy: “Alemania está bien situada en relación con otras grandes economías de Europa y por eso estamos bien considerados por las agencias de notación. Por ello, tenemos un margen de maniobra para hacer grandes inversiones públicas. De lo contrario, será difícil lanzar reformas para salir del marasmo”, argumenta Beznosca.
Al SPD y Die Grünen (Los Verdes) no hace falta convencerles de aligerar el freno a la deuda; AfD se opone; CDU se lo piensa. Esperando al nuevo ejecutivo, la feria de las promesas alcanza su apogeo. Los socialdemócratas proponen atraer inversión extranjera aireando como carnada un bono fiscal. El SPD promete un aumento de impuestos a quienes ganen por encima de los 15.000 euros al mes. Eso supondría, según el partido de Scholz, sólo un 1% de los contribuyentes. Los socialdemócratas están de acuerdo con los ecologistas en reducir la factura de electricidad a las empresas y en la creación de un fondo alemán de inversión que exigiría, también, la reforma del freno al endeudamiento, una medida que exige el voto positivo de dos tercios del Parlamento.
CDU-CSU quiere bajar el impuesto de sociedades (hoy, del 29,8%, combinando el nacional y el regional) para competir, entre otros, con el 15% que Donald Trump quiere aplicar en su país (hoy, 21%). Ambos partidos coinciden en la necesidad de modernizar las infraestructuras, pero difieren en otros campos como, por ejemplo, la energía. Los conservadores quieren recuperar las centrales nucleares; los socialistas lo consideran demasiado caro.
Aunque por motivos electorales hoy se tiren los trastos a la cabeza, socialdemócratas y conservadores saben que, tras el 23F, serán las formaciones más susceptibles de formar un gobierno de unión, una nueva “große Koalition", como ya hicieron de 2005 a 2009 y de 2013 a 2018, bajo la dirección de Angela Merkel. La derecha ha anunciado que no volverá a participar en un nuevo gobierno con los “verdes”.
Los ecologistas, miembros de la coalición formada con socialdemócratas y liberales, fallecida el 16 de diciembre, proponen limitar el precio de los alquileres y crear estímulos fiscales para contribuir a volver a disfrutar una vida asequible”. Su candidato a la Cancillería, Robert Habeck, se desempeñó como vicejefe de gobierno y superministro de Economía y Ecología en el gabinete de Scholz. Hoy, los sondeos otorgan a su partido un 16,4%, lejos del 25,7% obtenido en 2021.
“De fábrica modelo en Europa, a museo del automóvil y la industria”
La campaña electoral más corta de la historia alemana tiene lugar en uno de los peores momentos del país. Si, ya hace 20 años, Alemania pasaba por ser “el hombre enfermo de Europa”, hoy vuelve a recuperar ese triste título, a pesar de seguir siendo la primera potencia del Continente.
Dos años consecutivos en recesión (0,3% en 2023; 0,2% en 2024) y un tercero en perspectiva (0,3%, según el FMI; 0,2%, para el Banco Central alemán), no ofrecen demasiado optimismo. “El país se da cuenta de que el viejo modelo de energía barata y grandes mercados de exportación fácilmente accesibles ya no funciona”, sentencia el analista de ING, Carsten Brzeski”. La guerra lanzada por el Kremlin contra Ucrania obligó a los miembros de la UE a solidarizarse con las medidas de sanción contra Rusia. A pesar de las reticencias por lo que ello suponía para sus finanzas, Alemania tuvo que ceder, sabiendo que renunciaba, de golpe, al 55% de sus importaciones de gas. Además, el apoyo al Kiev exigía aumentar un gasto militar al que Berlín siempre se ha mostrado renuente.
China, principal mercado de las exportaciones no solo ha frenado sus compras, sino que invade ahora Europa con sus vehículos eléctricos y amenaza gravemente la industria alemana del automóvil, de la que dependen 788.000 empleos. Volkswagen – “un Estado dentro del Estado” - anuncia que va a suprimir 35.000 de sus 120.000, de aquí a 2030. “Es una empresa estatal desprovista de toda capacidad de adaptación, señala el director del “Centro de investigación del automóvil”, Ferdinand Dudenhöffer. El experiodista alemán del “Financial Times”, Wolfgang Münchau, augura malos tiempos para su país en un libro cuyo título, “Kaput”, no necesita traducción: “Cuando la industria del automóvil comience a declinar, todo el país le va a seguir”.
La industria química o la siderúrgica anuncian también sustanciales recortes. Portavoces del sindicato IG Metall ironizan amargamente sobre la evolución de su país: “De fábrica modelo europea, a museo del automóvil y la industria”.
Las reformas liberales (Hartz) del socialdemócrata Gerhard Schröder (un “austericidio” para la extrema izquierda) rescataron al país que, entre 2001 y 2006 avanzó cifras de pánico: 0,6% de déficit y 5 millones de parados (un 13%). Schroeder había heredado la factura final de la Reunificación. La flexibilización del empleo, la reforma del paro y los recortes en ayudas sociales ayudaron a Alemania a superar la crisis internacional de 2008. Por supuesto, esas decisiones impopulares contribuyeron a aupar al poder a los conservadores de Merkel.
Por su parte, la Canciller venida del Este, aliada en dos mandatos con los socialdemócratas, se olvidó de invertir en infraestructuras, cerró las nucleares e ignoró los avances tecnológicos durante sus 16 años de gobierno. A la falta de inversión unió el engorde del Estado social. Olaf Scholz fue su último ministro de Finanzas. El todavía jefe de gobierno interino, y de nuevo candidato a Canciller del SPD, anunció en 2022 una verdadera “Zeitenwende”, un “cambio de época”, con 50 medidas de simplificación burocrática y bajadas fiscales que nunca se llegaron a aplicar. El SPD figura hoy en los sondeos por detrás de AfD (20%), con apenas un 16% en expectativas de voto.
Esperando el hachazo de Trump
Al búmeran comercial que viene de China, Alemania debe añadir el huracán que se acerca desde la Casa Blanca, cuyo nuevo inquilino denuncia, entre otras muchas cosas,” la cantidad de vehículos Mercedes” que circulan por su país y prepara el hachazo aduanero a sus competidores y, sin embargo, aliados.
Para Moritz Schularick, presidente del Instituto Económico alemán, IFW, “la victoria de Donald Trump marca el inicio del momento más difícil de la Historia de Alemania en el plano económico, porque a su crisis estructural se añaden ahora los enormes desafíos en materia de economía exterior y de política de seguridad para los que no estamos preparados”.
Los alemanes ya están avisados. Trump no es Truman. El Plan Marshall finalizó en 1952. Una nueva era comienza: todos contra todos.
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