Bruselas es, desde hace meses, una ciudad tomada por las fuerzas de seguridad. Desde los ataques de París del 13-N, la 'capital de Europa' vive un perpetuo estado de sitio. El 'barrio europeo' de la ciudad, donde están las sedes de las principales instituciones de la Unión Europea, es posiblemente el trozo de tierra con más policías por kilómetro cuadrado de todo el continente.
A pesar de este dispositivo antiterrorista inaudito hasta hace muy poco, este martes el terror ha golpeado en la puerta de los centros de poder. Una bomba a menos de 400 metros de las instituciones. Un atentado simbólico, que golpea el centro neurálgico de la Unión y que hace pensar que la política antiterrorista necesita ser repensada a la luz de lo sucedido.
Un atentado simbólico, que golpea el centro neurálgico de la Unión y que hace pensar que la política antiterrorista necesita ser repensada
Señalada como refugio del yihadismo europeo desde hace meses, y como potencial objeto de ataques, Bruselas teme el impacto económico a largo plazo de esa mala fama, hoy confirmada, algo que ha llevado a preparar una amplia campaña para mejorar su imagen internacional, imagen que los atentados de este martes ha hecho saltar por los aires.
Según datos de la Federación de Empresas de Bélgica (FEP) recogidos por la agencia EFE, el drástico "bloqueo" decretado en Bruselas los pasados 21 y 24 de noviembre de 2015, cuando se produjo el cierre del metro, centros comerciales, museos y escuelas por amenaza terrorista "grave e inminente", costó a Bélgica 350 millones de euros, el 0,1 % de su Producto Interior Bruto (PIB) en el último trimestre de 2015.
Todavía es pronto para conocer los costes económicos, sociales, políticos e institucionales de los ataques de este martes. Pero lo cierto es que la sensación de debilidad que exhibe la UE, atacada en su mismísimo núcleo de poder e incapaz de articular una política antiterrorista eficaz y flexible, preocupa a todos los niveles.