El desnudo ha sido, desde siempre, una declaración de intenciones. No importa si se produce en una playa desierta, en plan Gran vía madrileña o sobre la Gran muralla china, cuando alguien decide quitarse la ropa, sabe perfectamente qué reacciones pretende conseguir y las consecuencias de mostrarse al mundo tal y como la naturaleza le creó. Incluso esos desnudos que pueden parecer imprevisibles tienen detrás todo un trasfondo diseñado para causar impacto -¿o acaso creen que cuando a una famosa se le cae el tirante del vestido justo el día que no lleva ropa interior es una mera casualidad?-.
Desnudarse es el acto más sencillo y más complicado al que debe enfrentarse el ser humano. Es dejar a la vista del mundo todos tus defectos y todas tus virtudes, sin concesiones ni artificios. ¿Han visitado alguna playa nudista estas semanas? Entonces, saben de lo que hablo.
Los famosos se desnudan
Pero cuando uno es, además, un personaje público, el desnudo alcanza cotas de protagonismo inimaginables. Que la actriz Elena Anaya aparezca desnuda en una playa de Ibiza mientras juega despreocupada con la que por entonces era su novia, es una declaración de intenciones. Que Paco León celebre el millón de seguidores en Twitter compartiendo una fotografía íntegramente desnudo -salvo una oportuna manita-, es una declaración de intenciones. Que Laura Pausini se aparte, como quien no quiere la cosa, la bata que lleva en pleno concierto, sabiendo que no había ningún tipo de ropa debajo, es una declaración de intenciones.
¿Ven hacia dónde queremos llegar? Un desnudo nunca es casual, siempre se quiere transmitir un mensaje. Piensen en todas las actrices del destape. Esas mujeres hicieron más por España que la mayoría de políticos. La cuestión, en muchos casos, es averiguar qué mensaje se quiere transmitir, ya que no siempre es tarea sencilla.
¿Un posado 'casual'?
Piensen en Urdangarín. ¿Qué hace el miembro más polémico de la familia del Rey desnudándose en la costa francesa? ¿A qué viene este posado tan 'casual'? El Duque empalmado -posiblemente el mejor ducado que se pueda tener, por otra parte- sabía perfectamente de la existencia de fotógrafos en la playa -vamos, lo sabía él y cualquier persona que hubiese perdido un minuto de su tiempo ojeando el periódico-. El Duque había podido comprobar como su escapada secreta, lejos del foco de atención de Mallorca, se había visto arruinada por la presencia de paparazzis y decidió actuar en consecuencia.
¿Quieren carne? Carne tendrán. Tras unos primeros baños acompañado de la familia, Urdangarín sacó la artillería pesada y procedió a cambiarse el bañador en plena playa, a la vista de propios y extraños. Y nada de enrollarse en una toalla o tratar de esconder las 'joyas reales' de miradas ajenas. El Duque, como siempre, sabía lo que hacía.
Varias interpretaciones posibles
El problema ahora es tratar de descifrar el mensaje. ¿Qué se esconde detrás de este exhibicionismo improvisado? ¿Qué quiere transmitir a la sociedad española el marido de la infanta Cristina? ¿Es un desafío, una evidencia o un mensaje en clave? Seguro que cada uno tiene su propia teoría y, posiblemente, todas sean ciertas. Ahora, llegados a este punto, ¿no sería más lógico coger el toro por los cuernos y dejarse de inocentes cambios de bañador? Iñaki, por una vez en tu vida, sé valiente y muéstrate al mundo en toda tu integridad. Deja que veamos con nuestros propios ojos eso de que tanto te gustaba presumir mientras cerrabas patrocinios. Ya que no recuperamos el dinero, al menos, quedarnos con la lujuria.