Opinión

Abramos el melón de la salud mental

Tenemos que darle las gracias al PSOE y a Felipe González, que tanto se escandaliza ahora con las acciones de Sánchez, pero que en 1986 modificó la Ley General de Sanidad, con el consiguiente cierre de todos los hospitales psiquiátricos de España

  • Vecinos acuden a la iglesia para le funeral del pequeño Mateo en Mocejón (Toledo) -

Quizá solo sea el momento de dar el pésame a los familiares del niño de 11 años asesinado en Mocejón (Toledo) y, en silencio, dejarles vivir su dolor con total intimidad, pero voy a arriesgarme a meter la pata, ya que parece ser que en este país nunca es buen momento para hablar del abandono que hay en España hacia los enfermos mentales y sus familias, así que voy a hacerlo.

Yo entiendo que cuando hay un asesinato se genere un debate sobre la nacionalidad y sobre la delincuencia vinculada a la inmigración, porque lo que no es normal es precisamente que se esté normalizando que todos los días tengamos titulares con violaciones, agresiones y homicidios perpetrados por inmigrantes, la mayoría en situación administrativa irregular, (que se dice así, porque nadie es ilegal y bla, bla, bla...), y que los que nos gobiernan callen ante esos crímenes.

Pero cuando los medios informan de que el supuesto asesino tiene una discapacidad mental del 60% según algunos, del 70% según otros, y que ha confesado haber realizado el crimen, el debate debería ser otro y las preguntas tienen que ser otras. A mí las preguntas que me surgen es por qué se da por buena la confesión de alguien con esa discapacidad y qué hace un adulto con una enfermedad mental, que es potencialmente peligroso, paseando por la calle.

Para la primera pregunta no tengo respuesta, así que discúlpenme ustedes si soy reacia a creer que esa confesión sea fiel a la realidad.

Para la segunda sí que tengo respuesta: la gestión de la salud mental en este país es un verdadero desastre. De esto tenemos que darle las gracias al PSOE y a Felipe González, que tanto se escandaliza ahora con las acciones de Sánchez, pero que en 1986 modificó la Ley General de Sanidad, con el consiguiente cierre de todos los hospitales psiquiátricos de España. A partir de ese momento, se suponía que los enfermos mentales contarían con una unidad externa donde serían atendidos, porque se trataba de devolverles la dignididad y no estigmatizar al enfermo. Lo único que consiguió es que todo el peso del control y cuidado de los enfermos mentales recayera sobre sus familiares.

Al juez le vale que sepa qué día es hoy, cuánto vale una barra de pan y si es capaz de hacer un recado o abrir una cuenta en un banco, por ejemplo, para no incapacitarle

Quien tiene la suerte de no convivir con un enfermo mental no sabe de lo que hablo. Porque enfermedades mentales hay muchas, unas más peligrosas, para el enfermo o para su entorno, que otras. El verdadero problema radica en que se ha abandonado a los familiares a su suerte, dejándoles en casa con un enfermo que, en muchas ocasiones, no reconoce que está enfermo, se niega a acudir a un médico y, por supuesto, tampoco toma ningún tipo de medicación ni quiere seguir tratamiento alguno. Por si fuera poco, la ley no permite obligar a nadie a que vaya al médico o se medique, siendo mayor de edad.

“Pero si no está en sus cabales, algún modo habrá de obligarle”, pensarán los más inocentes. Pues no, señores. No hay forma. Pueden intentar incapacitar legalmente a esa persona para poder tomar las decisiones médicas que sean necesarias para ella, pero la realidad es que al juez le vale que sepa qué día es hoy, cuánto vale una barra de pan y si es capaz de hacer un recado o abrir una cuenta en un banco, por ejemplo, para no incapacitarle. Es decir, el tema de las incapacitaciones está más orientado a personas que no saben ni quiénes son, como enfermos de alzheimer o ancianos con demencia senil.

Así que ahí te ves tú con un familiar que si, por ejemplo, padece esquizofrenia paranoide, habla con la televisión, con su amigo imaginario Pepe, (que lo malo es que tú no puedes escuchar lo que la tele o el tal Pepe le dicen a él), y se pone agresivo cuando se le lleva la contraria en lo que sea, porque cree que todos están en su contra y que todos le mienten. ¿Qué puedes hacer en ese caso? Rezar porque su amigo imaginario Pepe no le convenza de que te rebane el cuello mientras duermes.

Puedes ir a hablar con asistentes sociales, que en resumen te dirán que tienen muchos casos de pacientes con esquizofrenia que hacen una vida prácticamente normal siguiendo un tratamiento, que a ver si le convences para que vaya a la consulta. Pues oye, qué pena, que te ha tocado el que no quiere ir.

Puedes llamar a la policía cuando se pone violento y te ataca, que se limitarán a ir tu casa, reducirlo y preguntarte si quieres poner una denuncia. Una denuncia para que salga un juicio dentro de x tiempo, tiempo que tú vas a seguir teniendo a esa persona bajo tu techo, y cuyas expectativas son que pueda ir a la cárcel por agresión o intento de homicidio. No, claro que no quieres poner una denuncia, porque no quieres que vaya a la cárcel, quieres que vaya a un hospital donde le traten. Pues nada, se van, que no pueden hacer nada.

Finalmente, decides poner cerraduras en la puerta de tu dormitorio porque, al menos, así podrás dormir por las noches.

Deberíamos preguntarnos dónde van los enfermos mentales que comenten esos crímenes, ya que solo hay dos centros penitenciarios psiquiátricos en España: en Alicante y Sevilla

No sé si el chico que señalan como al asesino de Mateo tiene esquizofrenia o no, si sigue un tratamiento o no, si sus familiares lo consideran violento y tienen problemas para contenerlo o no... Pero sí sé que cuando en un titular aparece “enfermedad mental” o “discapacidad intelectual” junto a “asesinato”, la gente debería preguntarse por qué esa persona estaba en la calle, no si es o no español. Deberíamos preguntarnos dónde van los enfermos mentales que comenten esos crímenes, ya que solo hay dos centros penitenciarios psiquiátricos en España: en Alicante y Sevilla. Y deberíamos preguntarnos cuántas veces más vamos a tener que escuchar de los labios de una madre: “Hasta que mi hijo no mate a alguien nadie me va a hacer caso”.

Deberíamos preguntarnos si todos esos crímenes se podrían haber evitado, si todos esos presos con enfermedades mentales deberían o no estar en la cárcel si nuestros gobiernos pensaran de verdad en las necesidades de la gente, en lo que supone una enfermedad mental y se dejara de estigmatizaciones sociales, devolver dignidades y todas esas cosas que suenan muy bien, pero que, a la hora de la verdad, no sirven absolutamente para nada más que hacer discursos vacíos.

Pero lo cierto es que a nadie le importa la salud mental en este país. Nadie se preocupa de la pésima gestión que se hace de los enfermos. A nadie le importan los suicidios ni los asesinatos por enfermedades mentales, a pesar de que cada dos horas una persona en España se quita la vida.

Y perdónenme ustedes si el debate sobre si el chaval es español o no me importa un pepino de mar. Flaco favor nos hacen esos debates que solo se preocupan por una cuestión y la meten por todas partes, cuando hay tantas cosas que arreglar en este desvencijado país.

Aprovecho estas últimas palabras para enviar mi más sentido pésame a ambas familias, no soy capaz de imaginar su dolor, pero sí que las dos estarán destrozadas.

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