Opinión

Ahora las CUP serán los policías

Alejandro Fernández, el llanero solitario del PP en el parlamento catalán, dedicó ayer una serie de reflexiones al presidentín Aragonés y a su consejerillo de interior Elena tan oportunas como

  • El líder del PP catalán, Alejandro Fernández

Alejandro Fernández, el llanero solitario del PP en el parlamento catalán, dedicó ayer una serie de reflexiones al presidentín Aragonés y a su consejerillo de interior Elena tan oportunas como terribles. Decía Alejandro que, según informes del ministerio del interior, Cataluña es líder de España en infracciones penales en lo que llevamos de año – más de ciento setenta y seis mil -, líderes en ocupación ilegal – el cuarenta y ocho por ciento de toda España -, y, para rematar el asunto, Barcelona y El Prat de Llobregat son las dos ciudades más inseguras de la nación. Ante tamaña enormidad, el consejero Elena, ¿qué ha propuesto? Pues la criatura ha dicho que piensa abrir “Un proceso de escucha
activa en el que todo los agentes sociales se sientan partícipes e involucrados”. Alejandro, con la ironía lúcida y amarga de quien ve como la casa se desploma por momentos, le replicó que el crimen organizado debía estar temblando al escuchar las seráficas palabras de un personaje con una biografía perfectamente descriptible.

Después, Alejandro interpeló a Aragonés diciéndole que no esperaba que hiciese de Chuck Norris – yo tampoco, si les he de ser sincero -, pero que entre eso y las cursiladas de Elena existía un punto intermedio. En la bancada de esa vulgar gestoría denominada generalidad todos se reían, claro. La hilaridad llegó al culmen cuando el político popular citó a las CUP como presidentes de la mesa, las mesas están de moda, que debía auspiciar un nuevo modelo policial en el que, conociendo al brazo armado de los ex convergentes, quienes queman contenedores serán homenajeados con la Creu de Sant Jordi y los antidisturbios disueltos, reconvirtiéndolos en clubs de macramé.

Lo he escrito varias veces, pero viene a cuento repetirlo: cuando gobierna el crimen, éste es la norma. Y criminal es aquel que intenta dar un golpe de Estado, justifica el desorden ciudadano, la quema de contenedores, las agresiones a policías, el señalamiento o agresiones a los adversarios políticos, los escraches bárbaros, las ocupaciones de viviendas, la complacencia con la venta de drogas, en fin, ya me entienden. A mí me gustaría saber qué haría Elena, un burgués bonvivant acomodado, si encontrase su residencia ocupada por unos pájaros que fabrican drogas en el living room. O que diría Ada Colau. O las CUP. Porque estos apóstoles del buenrrollismo lo son hasta que les toca recibir, y entonces se convierten en unos defensores de la propiedad privada que ríanse de Milton Friedman y el liberalismo inglés.

Que la capital catalana sea una de las dos ciudades españolas más inseguras se la trae al pairo. Que eso ahuyente a inversores, empresas, turistas o incluso a sus propios habitantes, que se van en busca de lugares más seguros, también. La vida real no está hecha para estos sujetos, sujetas o sujetes que nos gobiernan, ni para sus mediocridades intelectuales, ni para sus deficiencias morales. Viven en mundos imaginarios en los que todo es de color de rosa, sin tener que realizar el menor esfuerzo, bien protegidos en sus coches oficiales y siempre custodiados por la misma policía a la que maltratan y denostan anto
como pueden
. Pero como sea que esta panda defienden tanto los procesos inmersivos, yo les sumergiría un mes a palo seco, sin escolta, sin más recursos que el salario mínimo interprofesional y con lo puesto, en pleno Raval, en el barrio de San Cosme, en Manlleu, en Salt. A ver si tras aguantar lo que soportan muchísimos catalanes piensan lo mismo.

Es oportuno citar el refrán que decía mi padre, el señor Miguel QEPD, a propósito del egoísmo: “Miguelico, de las tuyas a las mías ¿cuántas te comerías?” Seguro que después de ese baño de realidad, los Aragonés and company quitaban a las CUP y ponían como encargado a un cucales que, como muchos saben, es un cabo de la Legión reenganchado. Ay, que bien se ven los toros desde la barrera.

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