“Escribo porque, a pesar de que no tuve una infancia apaleada ni hambrienta, a pesar de nacer dentro de una clase social acomodada, no estoy contenta con cómo funciona el mundo”. “Afuera está todo muy triste, los campos son una verdadera marga de bloques de tierra negra con un poco de nieve, y a menudo jornadas en las que no hay nada más que bruma y lodo”. “La vida, como el violín, sólo tiene cuatro cuerdas: naces, creces, te reproduces y mueres”. “Descubrí que no hay nada tan terrible como tener que enfrentarse a las pertenencias de un hombre muerto. Los objetos son inertes y sólo tienen significado en función de la vida que los emplea”. “¿Y qué pasaría si nuestras heridas nunca cicatrizaran? Derramaríamos todos nuestros líquidos para colmar con algo el vacío”. “Ese vacío no reclama el pasado porque el pasado siempre está aquí. No tiene que reclamar el futuro porque lo bloquea. Es un dictador o el amigo más cercano que he tenido. Hay días en que lucho con él hasta que los dos caemos como animales heridos”. “Aún no sabía que la tristeza nunca se va del todo, se queda bajo la piel; sin ella hoy no sería yo y no podría reconocerme en el espejo”. “Uno no crece si todo es perfecto”. “Mi vida hasta ahora ha sido buena. Conocí el otro lado del dolor, su otra orilla, y con aceites y pigmentos creía a veces tocar el infinito. ¿Qué más puede esperar un ser humano?”.
No descubro nada si digo que un libro es un viaje, un destino, es uno y muchos personajes a la vez; es la realidad, la ficción, una vía de escape, una ventana a tantos paisajes posibles
Ya se habrán percatado de que todo lo escrito anteriormente está entrecomillado, que no le pertenece a esta autora. Tejí esta reflexión, esta historia particular con remiendos de frases que subrayé en los últimos libros que leí. Me pareció un reto crear un relato revolviendo palabras de otros ya inventados, como si fuera una muñeca matrioska que surge del interior de otra más grande. Me resultó curioso, además, comprobar en un texto -tiempo después- qué es y qué no importante para una lectora en función del momento que la sostiene.
Cuántas sensaciones, cuánta vida me han regalado los libros desde que, siendo joven, comencé a verlos como algo más que ese objeto tangible que, con el paso de los años, acumula polvo y se vuelve del color del oro viejo. No descubro nada si digo que un libro es un viaje, un destino, es uno y muchos personajes a la vez; es la realidad, la ficción, una vía de escape, una ventana a tantos paisajes posibles. Un libro es un vino a solas en una terraza con el rumor del mar de fondo; es una tabla de salvación. Y aquí viene la noticia de esta columna -porque la hay- la buena noticia: que, por primera vez en la historia, los españoles que leemos en nuestro tiempo libre superamos el 65 por ciento. Lo dice el último Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros correspondiente al 2024 y que rompe también otro mito, el de que los jóvenes no leen. El 75 por ciento de la población de entre 14 y 24 años aprovecha sus horas de ocio para perderse entre páginas y páginas de mundos aparte.
Amarás la lectura por encima de cualquier otra cosa porque sólo la cultura nos dará armas para combatir en esta lucha diaria de titanes políticos con armadura de acero y relleno de plastilina
Esto apenas se cuenta, apenas se escribe, apenas ocupa horas de televisión. Sin embargo, me atrevería a decir que esto podría ser casi tan importante como ese decreto con nombre más de nave espacial que otra cosa. El decreto ómnibus, inquebrantable en un principio, troceado al final y en el que -una vez más- ha sido el cómo y no el qué se ha aprobado lo que ha acabado trascendiendo. Eso no sucede con los libros porque aquí no hay intereses ni intermediarios que puedan estropear o deformar la historia al lector. Leer es el acto más solitario y más íntimo que existe. Yo y las palabras. Nada más. Nadie más. Y ya es todo, y ya son todos.
Amarás la lectura por encima de cualquier otra cosa porque sólo la cultura nos dará armas para combatir en esta lucha diaria de titanes políticos con armadura de acero y relleno de plastilina. Sólo la cultura nos hará invencibles.
*A continuación cito, en orden de aparición, los libros de los que extraje las frases para armar esta columna. (El libro de Ana María Matute, Cartas a Theo, Una historia particular, La invención de la soledad, Vivero, Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida, La suma de los días, La rueda de la vida, Baumgartner, La luz difícil).