"Lo que es imposible no puede ser". El mensaje llegó del propio Isidro Fainé para calmar a sus huestes en Madrid. Una red de oficinas, y no sólo las de la capital, que soporta estoicamente quejas, comentarios, críticas e interrogatorios sobre el bajo perfil que había mantenido su cúpula desde que Artur Mas iniciara su particular viaje a Ítaca. El mensaje de Fainé llegó hace unos meses. Cuando el presidente de La Caixa, y, por el momento, también de Caixabank, tenía cargada la agenda de reuniones en Madrid y Barcelona para intentar reconducir la deriva de Mas. Encuentros ajenos a los focos. Como los de otros banqueros.
El tema catalán preocupaba (y ocupaba) al sector desde hace mucho tiempo. Con más o menos intensidad en función del volumen de Podemos en las encuestas o de las vueltas de tuerca del nuevo supervisor al que rendir cuentas, el Banco Central Europeo de Mario Draghi.
Sin embargo, las alarmas demoscópicas (previsible mayoría de escaños y al borde de la mayoría de votos) o la masiva participación en la Diada terminaron de espolear a la banca para escenificar una medida contundente ante el 27S. Los telefónos rojos comenzaron a sonar. De Fainé a Ana Patricia Botín. De Fainé a Francisco González. Las conversaciones fueron extendiéndose a Ángel Ron (Popular), José Ignacio Goirigolzarri (Bankia), Josep Oliu (Sabadell) y José María Roldán (Asociación Española de Banca). De ahí, a los presidentes de las antiguas cajas. La ronda siguió entre los consejeros delegados.
A todos se les pidió ideas que aportar al documento único después de que fuera consensuado primero en cada una de las dos patronales. En la CECA, la patronal de las antiguas cajas, se discutió poco. "Fainé lo ha liderado, lo ha diseñado y lo ha hablado con los bancos", señalaba un alto ejecutivo este viernes. "Evidentemente, todos estábamos de acuerdo con la medida", confirmaba.
Entre los bancos, sin embargo, hubo más debate. Sabadell, un banco que acumula todo el panorama de sensibilidades políticas en su torre de Avenida de Diagonal, como sucede en la sede de La Caixa y Caixabank, mostró reticencias a la medida. No creían conveniente el momento. Incluso, el propio Oliu trató de frenar el comunicado a lo largo de la semana en una conversación con Fainé. Fue una llamada de emergencia. Entre los argumentos, el documento sólo ayuda, en estos momentos, a la estrategia del PP.
En la tarde del jueves, los dos textos, el de la CECA y la AEB, ya estaban unificados en un único borrador. Más duro y con más carga política -llegaba incluso a tener presencia la palabra independencia- que el difundido finalmente. Durante la mañana del viernes, pocas horas antes de ser enviado al unísono por las dos patronales, se terminaron de perfilar los cinco párrafos de la declaración institucional.
Sabadell, un banco que acumula todo el panorama de sensibilidades políticas, mostró reticencias a la medida
En esta circulación de idas y venidas de borradores desapareció una mención específica a Caixabank y Sabadell, se eliminó el término "españolas" cuando se habla de las entidades que operan en Cataluña y se modularon expresiones que hablaban de la reforma de la estructura jurídica del Estado.
Toda una historia de negociaciones detrás de cada párrafo. Incluso los dos patronos (Roldán y Fainé) acordaron la última línea y media del comunicado. Una postdata que nunca aparece en los comunicados de la AEB y CECA.
Su aparición no fue casual, así como tampoco el orden de las siglas. Primero la AEB frente a la CECA. No en vano, Roldán, como reconocen muchas fuentes del sector, ha sido un actor fundamental para que la banca haya sido capaz de ponerse de acuedo dejando a un lado batallas menores, como las de los comisiones de los cajeros automáticos. A cambio de este guiño, Caixabank encabezó la lista de entidades que quisieron aparecer con nombre y apellidos (Caixabank, Santander, BBVA, Bankia, Sabadell y Popular)
El orden no obedeció ni a un sentido alfabético ni tan siquiera a una alineación por el tamaño de los bancos en España. Ni tan siquiera, rizando el rizo, en Cataluña. En ambos casos, BBVA hubiera tenido que ir por delante de Santander. Pero el fondo prevalecía más que la forma para que Fainé se sintiera lo suficientemente arropado para dar un paso al frente, de forma pública, que se le lleva meses solicitando desde Moncloa.
Incluso desde la propia Caixa se defendía, en las últimas semanas, que era necesario un gesto pero sólo sí la situación iba a peor. El termómetro demoscópico así lo indica. Por eso, la banca ha decidido apretar su particular botón nuclear. El mensaje es claro: "Lo que es imposible no puede ser".