Se preguntaba alguien hace poco por qué muchos antiguos votantes del PP odian hoy tanto al PP. “Odiar” es una palabra de mucho peso, pero vamos a aceptarla por cuestiones prácticas.
Y vamos a cedérsela -la palabra- a Juan Manuel Moreno Bonilla, quien probablemente será durante muchos años el principal dirigente del PP en cuanto a ideas y liderazgo. En cuanto a liderazgo porque Ayuso opera de alguna manera al margen del partido, y en cuanto a ideas porque a Alberto Núñez Feijóo no se le conocen.
Bien. Moreno Bonilla, decíamos. Intervención de hace unos días en ‘La Hora’ de TVE.
“Tenemos que tener las mejores relaciones posibles con todas las formaciones políticas democráticas”. Pone énfasis en “democráticas”, claro, lo dice despacito, porque para Moreno Bonilla es lo esencial, y basta con eso. Perfectamente alineado con el PSOE y sus socios de Gobierno. Si es democrático, es bueno.
Pregunta Marc Sala, el periodista. Y contesta después con claridad el dirigente popular.
-¿Junts está ahí?
-Junts está ahí, es una fuerza política democrática que defiende, bajo mi punto de vista, un objetivo, una quimera y un disparate, como es un proceso de separación de España, pero es democrático, y por tanto como es democrático y hay ciudadanos que lo votan pues hay que tener relaciones institucionales con ellos.
Lo que produce vergüenza y desagrado es saber que el PP es un partido que no cree realmente en nada más que en lo que le dicta la época, lo que le pide el momento
Moreno Bonilla tiene ideas, aunque sean prestadas, y habla siempre muy claro. En relación a la inmigración manifestó hace tiempo su visión y su programa. “El corazón asín de ancho”, decía, para que vengan 30 ó 300 más. En relación a las lenguas regionales, representan el alma del pueblo -el vasco, el catalán, el andaluz- y hay que trabajar para que tengan más presencia en las escuelas o en los medios de comunicación. Y en relación a la democracia y a la actitud con los partidos golpistas, antiespañoles y violentos acaba de dejarlo claro: si los votan son democráticos; si son democráticos son de los nuestros.
Lo peor del PP, lo que motiva el rechazo de muchos antiguos votantes, lo que propicia la creación y el crecimiento de Vox, no es ni siquiera lo último de Moreno Bonilla. El problema no es que el PP vaya a La 1 a decir que Junts es un partido democrático. Lo que produce vergüenza y desagrado es saber que el PP es un partido que no cree realmente en nada más que en lo que le dicta la época, lo que le pide el momento. Hoy Junts es un partido democrático. Ayer era un partido golpista. Mañana será lo que mejor le venga a Génova. El Partido Popular huye de lo sólido y de lo firme porque eso implicaría aferrarse a algún mínimo principio, y creen que su futuro está en ser una hoja arrastrada por la corriente. Tampoco podemos sorprendernos. Ya quedó establecido hace demasiados años que Bildu era un partido con el que el PP debería entenderse. Porque es un partido democrático. Y si la mayoría de los vascos llega a votar listas con etarras, pues será una opción legítima y tendremos que tener las mejores relaciones posibles con ellos. Un txakoli por aquí, una foto sonriente por allá, Why so serious, que diría el Joker.
Todos los partidos son organizaciones especializadas en vender a sus votantes lo que quieren oír en cada momento. El PP es el único partido que se ha especializado en vender a sus votantes. No hay un solo tema central en el que no haya depuesto armas y principios antes de empezar la pelea. Educación, inmigración, nación, seguridad, leyes de género, aborto, lengua vehicular, memoria histórica. Siempre acaban asumiendo el lenguaje, las tesis y las políticas de la izquierda para intentar “ensanchar el campo”, para no ser vistos como un partido inmovilista. Son incapaces de generar ilusión por lo propio, de encontrar referentes políticos, intelectuales o morales que no pertenezcan a la otra orilla. Los otros siempre son mejores. Blas Infante, Susana Díaz, Felipe González, Cebrián, Rufián. Premios, elogios, reconocimientos, complicidades. El eterno retorno de lo otro.
Creen que repetir muchas veces la consigna de “echar a Sánchez” debería ser suficiente para recuperar terreno. Y no lo es. “Echar a Sánchez” le vale al militante del partido, con o sin cargo. Los dirigentes creen que todos sus votantes, antiguos o presentes, se mueven sólo por la estafa del pragmatismo a corto plazo
Se preguntan los dirigentes y votantes convencidos del PP por qué tantos antiguos votantes los odian, pero confunden el odio con la decepción. Para entender lo que es el odio deberían mirar a esos dirigentes y votantes con los que quieren llevarse bien. Los dirigentes y votantes del PSOE, de Junts o de Bildu. Los que durante décadas les han llamado fascistas y los que siempre querrán eliminarlos por la vía legal o por la criminal. Partidos democráticos, según el esquema mental de los nuevos populares. O sea, los odian, pero democráticamente. Mucha gente vota ese odio, así que tendrán que tener las mejores relaciones posibles con ellos.
Ésta es la situación que no quieren ver en Génova. Creen que repetir muchas veces la consigna de “echar a Sánchez” debería ser suficiente para recuperar terreno. Y no lo es. “Echar a Sánchez” le vale al militante del partido, con o sin cargo. Los dirigentes creen que todos sus votantes, antiguos o presentes, se mueven sólo por la estafa del pragmatismo a corto plazo o por la lealtad a algo tan frío, tan hueco y tan mezquino como un partido político. No quieren asumir que muchos antiguos votantes del PP son conservadores, católicos o españoles conscientes. Y saben que Sánchez es sólo la última manifestación de un problema mucho más profundo y complejo.
La caricatura más ácida
Saben que cuando el PSOE se repliegue seguirá presente de muchas maneras. Seguirá presente en los sindicatos, en la televisión pública, en las televisiones privadas, en las organizaciones sociales. Seguirá especialmente presente en los discursos y en las políticas del PP. Esos antiguos votantes saben que cuando Sánchez se vaya los problemas serios seguirán ahí. Las cuestiones esenciales seguirán sin tocarse.
Te preguntas, viajero, por qué muchos antiguos votantes os ven con recelo, con desagrado y con desprecio. Os ven así porque habéis hecho realidad vuestra caricatura más ácida. Un partido sin fondo, sin nervio, sin ideas propias y desde luego sin alma.