Los atletas vienen de otro universo. Muchos somos los que llevamos casi dos semanas pegados a la televisión siguiendo las retransmisiones de los Juegos Olímpicos de París 2024. Esperamos que los representantes de nuestros países ganen, por supuesto, pero también deseamos algo más, vislumbrar lo imposible. Permanecemos a la espera de una gran gesta, un récord, un nuevo desafío. Los cuatro oros de Léon Marchand en natación o el récord mundial en salto de pértiga del sueco Duplantis son ejemplos de lo impensable hecho realidad, de ver cómo nuestros cuerpos mortales juegan a ser eternos a través de la superación de todos sus límites.
Así lo hacían los griegos que comenzaron con estas competiciones en honor a Zeus en el 776 a. C. durante la primera luna llena después del solsticio de verano (hacia mediados de julio). En esta primera olimpiada, sólo hubo una prueba: el stadium, llamada así por la longitud de la pista de Olimpia, 192 metros. El vencedor de la primera y única prueba fue el panadero de Élide, Koroibos de Elis, el cual recibió una rama de olivo por su triunfo.
Los espectadores peregrinaban desde todos los rincones de Grecia hasta Olimpia. Para facilitar su desplazamiento, como explica el historiador Mark Cartwright, se convocó una tregua sagrada en toda Grecia de un mes. En siglos posteriores se amplió a tres. Durante ese tiempo, no se permitían las guerras, no se podían llevar armas y no debía haber ningún obstáculo para el viaje ni de los atletas ni de los asistentes.
Sí, escribo cósmico, porque así lo tituló Dalí y lo representó cuando le encargaron que realizara la imagen de la representación española de los Juegos Olímpicos de México en 1968
En la Ilíada aparecen narradas competiciones deportivas similares. En el canto XXIII, Homero describe pruebas como la lucha entre dos guerreros, una carrera de carros o un concurso de lanzamiento de peso y de jabalina. Estas pruebas formaban parte de las ceremonias fúnebres organizada por Aquiles en honor a Patroclo, muerto en la guerra de Troya. El anciano Néstor, en el mismo canto, rememora también su participación en otros Juegos durante su juventud por el fallecimiento de otro héroe. Muchos investigadores piensan que el origen de las competiciones olímpicas fueron los antiguos juegos funerarios. Las Olimpiadas, en sus inicios, eran competiciones para honrar la memoria de un héroe y ensalzar su recuerdo a través de la lucha y la competición.
Dalí supo recrear muy bien el espíritu cósmico de estas competiciones. Sí, escribo cósmico, porque así lo tituló y lo representó cuando le encargaron que realizara la imagen de la representación española de los Juegos Olímpicos de México en 1968. Para esta obra, se inspiró en el "Discóbolo" de Mirón, la escultura realizada en el 450 a. C. por el escultor y broncista Mirón de Eléuteras. No se ha conservado el original en bronce, pero existen réplicas en el Museo Nacional de Roma o en el Museo Británico. En ellas se observa a un atleta en el momento previo a lanzar el disco, con una gran torsión corporal, realizada con la armonía que regía los cánones clásicos.
La pintura de Dalí mide casi tres metros de altura y dos metros de ancho. En ella, un Discóbolo de proporciones gigantescas consigue alcanzar el disco, que en este caso es el sol y situarlo en su órbita. El atleta se sitúa, según el pintor catalán en el Ampurdán, concretamente en Port Lligat. Según la crónica de Miguel Gil, Dalí afirmó que se había inspirado en una idea del sacerdote y filósofo francés Theilhard de Chardin, según la cual "el cuerpo humano cuantifica la fuerza cósmica que allí se expresa a través de su talento". Y concluyó que esta obra "representaba al pueblo español, capaz de llevar a cabo las hazañas más inverosímiles".
Vienen de otro universo, aquel del esfuerzo, el trabajo, la perseverancia, el coraje y el valor de quien aspira a ser mejor cada día
El artista pidió por la obra una cifra muy elevada, y el gobierno español no tenía fondos para pagarla. El Sr. Anselmo López, vicepresidente del Comité Olímpico Español en aquel momento, la compró de forma privada. En 1971, la cedió en depósito al rey Don Juan Carlos I, quien la instaló en los años ochenta en su despacho en el palacio de la Zarzuela. En 2008, Patrimonio Nacional adquiriría la obra.
Los atletas son cósmicos, como bien supo representar Dalí. Vienen de otro universo, aquel del esfuerzo, el trabajo, la perseverancia, el coraje y el valor de quien aspira a ser mejor cada día. En España tenemos grandes nombres que han ido desfilando a lo largo de estos Juegos. Este artículo no tiene palabras suficientes para describir su grandeza y nombrarlos a todos. Me van a permitir citar a dos: Rafa Nadal, ejemplo de resiliencia y lección de vida, que continúa luchando con el valor y el coraje del primer día, y que tan sólo con su presencia nos hace soñar que todo es posible y Carolina Marín, el tesón, el esfuerzo, la lucha, la valentía que nos muestra siempre su capacidad para superar obstáculos con su férrea voluntad y trabajo. No traen medallas en estos Juegos. Quizás no se han dado cuenta de que la mejor medalla que tiene España son ellos.
vallecas
El único deporte Olímpico es el Atletismo, lo demás es una "farsa". Bueno, si me apuran se podría añadir, al cumplir el mismo espíritu, natación, piragüismo pero ya. Golf, voley playa, fútbol, y casi todos los demás son un sinsentido. Carolina y Rafa son tan admirables como Fernando Alonso pero la F1 no es deporte olímpico, bueno, de momento.