Hace solo unos días, los chicos de S’ha Acabat, la asociación universitaria constitucionalista de Cataluña, se apuntaron a la feria de Asociaciones estudiantiles que iba a tener lugar en el campus de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Tenían todo el derecho a hacerlo, pero sabían a lo que se exponían. Y a pesar de ello, montaron su carpa con sus pegatinas y sus corazones latiendo a mil por hora. Lo que sucedió después ya lo sabemos. Fueron rodeados, amenazados, insultados y agredidos por una turba autodenominada Sepc que no paró hasta conseguir expulsarlos de la Feria. Casi niños, cuatro gatos, se les ve en los videos andando como huérfanos por una acera, una de ellos sin poder contener las lágrimas. El rector, como Pilatos, miró para otro lado y se lavó las manos. Uno de los partidos que debían defenderlos andaba enfrascado en obscenas vendettas internas. Otros acudieron a toro pasado. Pero los que estuvieron allí a pie firme fueron ellos.
La biografía de Juan Belmonte de Chaves Nogales, probablemente la mejor escrita en español en el siglo XX, inicia su capítulo dieciséis con la descripción que el maestro hace del miedo: “El día que se torea crece más la barba. Es el miedo. Sencillamente, el miedo. Durante las horas anteriores a la corrida se pasa tanto miedo, que todo el organismo está conmovido por una vibración intensísima, capaz de activar las funciones fisiológicas, hasta el punto de provocar esta anomalía que no sé si los médicos aceptarán…
…Y lo mismo que con la barba, pasa con todo. El organismo, estimulado por el miedo, trabaja a marchas forzadas, y es indudable que se digiere en menos tiempo, y se tiene más imaginación, y el riñón segrega más ácido úrico, y hasta los poros de la piel se dilatan y se suda más copiosamente. Es el miedo. No hay que darle vueltas. Es el miedo. Yo lo conozco bien, es un íntimo amigo mío”.
Solo son valientes los que vencen al miedo. La valentía sin miedo es simplemente inconsciencia, jugársela por nada, algo sin valor. Pero el que mira de frente al peligro, anticipa con lucidez sus riesgos, y aún así y a pesar de esa barba que empieza a salir más deprisa da el paso al frente, ese, y solo ese, es un valiente.
Muerto de miedo, seguramente, como todos esos padres que se despiden a sus familias en la frontera y se quedan a luchar por su vida y por su tierra
Lo son los chicos de S’ha Acabat, que vienen desafiando con su mera presencia en los campus universitarios el monopolio que los independentistas y supremacistas han disfrutado durante décadas en ese ámbito. Y lo son también, en la mucha mayor medida en que la Historia los ha colocado, el pueblo de Ucrania y su presidente, antiguo cómico que, en el momento de la verdad, ha puesto su vida al servicio de su Patria y de su gente. Muerto de miedo, seguramente, como todos esos padres que se despiden a sus familias en la frontera y se quedan a luchar por su vida y por su tierra. Porque nada puede prepararte para una situación así, y el instinto de supervivencia te lleva a huir, como hicieron otros, más cercanos e infinitamente más indignos. Pero no. Como el maestro Belmonte, han sentido en su cuerpo la llamarada del miedo y a pesar del dolor que produce la quemazón del fuego interno no se han movido de donde deben estar, defendiendo a su país y con eso, dándonos ejemplo e inspiración a todos. Íntimos amigos del miedo. Valientes como solo pueden serlo los hombres que teniendo otra opción, se quedan donde deben a pesar de las consecuencias.
Ví ayer un video recopilatorio con los mejores fragmentos de la participación del presidente Zelenski en el programa “bailando con las estrellas” de la televisión ucraniana, en su antigua vida como artista televisivo. Concurso, que además, y quede aquí constancia de ello, ganó. Se desempeña como bailarín de bailes de salón con seguridad y gracia, con las coreografías muy bien aprendidas y esa precisión del que aún no puede olvidarse de la técnica para echar a volar, como ocurre con los verdaderos bailarines. Una percibe que es una persona comprometida. Firmó un contrato para concursar en un programa de baile y se entregó al trabajo para sacar adelante números que probablemente le costaron mucho esfuerzo. Quedó el primero, aunque eso al final, da igual. Él lo hacía lo mejor que sabía.
Ahora toca bailar con la más fea, desoír los cantos de sirena que le ofrecen asilo dorado en cualquiera de las democracias de Occidente y quedarse a liderar a su pueblo en una resistencia quijotesca que no se sostiene más que por el miedo vencido, que eso es la valentía. A Zelenski le crece la barba a velocidades supersónicas y le grita el cuerpo por dentro, como a todos sus compatriotas. Pero a pesar de ello ahí está, dando la batalla por todos. Porque el miedo es el íntimo amigo de Ucrania.
Pero el valor también.