Opinión

Begoña no cotiza en Bruselas

El PP saca al PSOE dos escaños, cuatro puntos y 700.000 votos. El bloque Frankenstein pierde por un diputado. Sánchez ya no puede pregonar lo de 'somos más'. Ha ganado el otro lado del muro

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ejerce su derecho en el colegio Nuestra Señora del Buen Consejo, en Madrid. -

Macron disuelve, Sánchez no. El presidente francés convoca elecciones después del batacazo del domingo. El presidente del Gobierno español seguirá en la Moncloa aunque haya perdido. El PP ha quedado el primero, un hecho incontestable. Ha pasado de 13 escaños a 22, y el PSOE pierde uno y pasa a 20. Feijóo le saca cuatro puntos y 700.000 votos a Sánchez. ¿Entonces?

Ah, las expectativas. Al PP le suelen perder las expectativas. En Cataluña aprendieron la jugada. Hablaban con prudencia de ocho diputados como enorme logro y se posaron en quince. Esta carrera del 9-J la arrancaron envueltos en un chute de euforia que, poco a poco, fue decayendo. Quizás González Pons, el conductor de la campaña, no acertó con el tono. El PSOE lo aprovechó y alimentó la teoría del 'empate técnico'. Cierto que el primer partido de la oposición no ha barrido como algunos esperaban. Una bizarra incorporación por su derecha-derecha ha beneficiado a Sánchez. Pero ha ganado y el bloque Frankenstein pierde, un escaño por debajo de la derecha. Ya no puede pregonar Sánchez aquello de 'somos más'. Ha triunfado el otro lado del muro. El tablero da la vuelta.

Feijóo ha de conformarse con engullirse los restos de Ciudadanos pero nada rasca de Vox y, además, aparece la Fiesta de Alvise. Está por ver si ha arañado algo del PSOE

Ahora, naturalmente, entramos en los juegos malabares de los análisis y en la distorsión de las cifras. Con estos resultados es obvio que no puede hablarse de fin de ciclo, de cambio de escenario, de agotamiento de legislatura y demás frases que se adobaban en la cocina de Génova. El cimbronazo de Begoña apenas se ha percibido en las urnas. Ni la amnistía, ni las disparatadas iniciativas de Alvares, de Palestina a Milei pasando por Meloni y hasta Rabat.

Sánchez resiste malamente porque se come a su izquierda. Feijóo, con las mejoras europeas del PP en el último cuatro de siglo, ha de conformarse con engullirse los restos de Ciudadanos pero apenas rasca en Vox y, además, por la misma zona, aparece la Fiesta de Alvise. Está por ver si ha arañado algo del PSOE, como sí hizo en las elecciones generales de julio.

La imputada Begoña algo ha lastrado sus siglas. No ha tenido un efecto drástico, pero Pedro pasará factura. Tiene tres años por delante, como gustaba de repetir en los mítines, para arreglar cuentas. Y tiene un plan ya largamente anunciado. Un bombardeo de odio. Ni dos minutos va a demorarse en poner en marcha la motosierra de las libertades. Este mismo lunes arranca el trienio de la amputación y el cercenamiento de las libertades, la arremetida contra todo aquel que ose disentir o que amague cualquier objeción o crítica. Todo el que no se humille será lapidado, el que no obedezca, será desportillado. Lo llama el 'plan de regeneración democrática' que consiste, 'básicamente' (como diría un consultor), en asfixiar a los medios que considera hostiles, es decir, lo que llama los 'pseudomedios' o 'tabloides digitales'; acotar el poder de los jueces con el asalto al CGPJ y con la 'reforma Bolaños' que entrega la instrucción a los fiscales de Alvarone García y, por supuesto, amordazar a la oposición, asunto al que no ha de dedicar demasiado tiempo porque ya lo hacen ellos solitos. Como estreno de la nueva era se procederá a poner en el Banco de España a un amigo de la causa una vez procedido el final del mandato del admirable Pablo Hernández de Cos.

Impulsó en esta campaña electoral la consagración de Begoña como bien de Estado, figura intocable, máxima deidad en el frontispicio del sanchismo

Será una embestida en el ámbito de los derechos fundamentales, como son la Justicia, la Información y la alternancia en el poder, un paso más en el sendero totalitario emprendido tiempo ha por Sánchez y que ha impulsado durante esta campaña electoral al proceder a la consagración de Begoña como bien de Estado, figura intocable, sumo sacerdotisa en el frontispicio del sanchismo aunque en la noche electoral no se pasó por Ferraz.

Antes de proceder a la particular degollina de todo cuanto le estorba, esto es, esos elementos que caracterizan a una democracia avanzada, deberá solventar el problema catalán, cuestión sumamente enrevesada a estas horas. Hoy mismo podría quedar resuelto si, finalmente, se llega a un acuerdo sobre la composición de la mesa del Parlament que abra la vía a la investidura de Salvador Illa. El peor escenario para Sánchez sería una repetición de elecciones en esa región, lo que significaría que la reciente victoria del PSC no ha servido para nada y colocaría a Cataluña en un interminable estado de ansiedad y, al tiempo, afectaría a la estabilidad de la legislatura.

El penúltimo mohicano de la izquierda

Macron disuelve la Cámara, Sánchez se queda y Feijóo debe tomar nota. Un reseteado a fondo. Resulta chocante que no sea capaz de barrer a un rival que nunca gana en las urnas, que le debe todo a un grupo de golpistas, que tiene a su esposa en los tribunales y que, sin embargo, todavía se pasea por Ferraz con ínfulas de vencedor. En la noche del réquiem de la socialdemocracia europea, el líder del PSOE, tocado y maltrecho, emerge como el penúltimo mohicano de una izquierda europea en declive. Pese a su victoria, a su triunfo sobre el muro, Feijóo ya puede andarse con cuidado porque, a partir de mañana, lo van a acogotar. Y no serán precisamente los suyos.

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