Opinión

¿Illa perderá su silla?

Nunca la constitución de la mesa del Parlament catalán había estado tan disputada. Tampoco los independentistas habían perdido la mayoría absoluta desde 2015. Más allá de las cuantiosas sumas de dinero que se llevan los de la mesa y su presi

  • El líder del PSC, Salvador Illa, tras ganar las elecciones catalanas del 12-M -

Nunca la constitución de la mesa del Parlament catalán había estado tan disputada. Tampoco los independentistas habían perdido la mayoría absoluta desde 2015. Más allá de las cuantiosas sumas de dinero que se llevan los de la mesa y su presidente -en torno a unos 10.000 euros- no es baladí tampoco que en las manos de los siete miembros que la componen caiga todo el peso del trabajo parlamentario, de interpretar el reglamento, de determinar los debates en los plenos, como también de proponer al candidato a la investidura.

Tenemos el arranque de legislatura más incierto desde 1934, con un PSC que ha ganado por segunda vez las elecciones, con un independentismo que ha conseguido la amnistía y que, en cuanto se publique en el BOE, Carles Puigdemont ha dicho que volverá, que no le importa pasar unos días en Estremera que hasta le haría gracia. No podemos desestimar la vida de a mesa puesta. La degradación de la política tiene su claro ejemplo, desgraciadamente, en Cataluña. Desde 2021 los independentistas no sólo se han tirado los trastos por la cabeza, ha sido el claro ejemplo de cómo Junts no ha aceptado la victoria de ERC, rompieron el gobierno de coalición y dejaron sólo a Pere Aragonés y ahora hacen como si nada hubiese pasado. ERC ha vuelto a la casilla de salida a los tiempos del tripartito con Pasqual Maragall tras haber perdido no solo la Generalitat sino una ingente cantidad de votos.

El hermano pequeño de la familia separatista no ha sabido liderar. Nuevamente el poder pasa a manos de los postconvergentes, nuevamente pretenden copar la Generalitat pese a que los números no les dan. Y como no les dan, quieren que volvamos a jugar, volvamos a unas elecciones hasta que nos den unos resultados que nos permitan seguir conduciendo a Cataluña al disparate. No sé como le va a ir a Salvador Illa con un gobierno en solitario, con puntuales apoyos del PP o abstenciones de la izquierda de la cámara con Sumar y ERC. Lo que sí que sabemos es que con las disputas independentistas poco o nada hemos avanzado desde la fallida DUI del 2017.

Un tripartito sería lo suyo. Ya ofrecieron su apoyo -desde la noche electoral del 12M- los de Sumar con Jésica Albiach al frente, pero ERC frenó esa posibilidad diciendo que estará en la oposición. Veremos. En política hemos tenido un gran retroceso, forzados a relatar el paso por la cárcel de líderes políticos que actuaron contra la Constitución, huidas de película, sentencias polémicas, periodistas acorazados con chalecos y cascos cubriendo manifestaciones violentas, decenas de policías heridos, un escenario propio de otros países, no de Cataluña. Convivencias rotas, y lo que es más importante un país, un territorio que no avanza más allá de quién tiene más fuerza los independentistas o los constitucionalistas. Guste o no, Salvador Illa ha ganado y ya dijo –como buen analista y visionario de la situación, como buen corredor de fondo preparado para maratones- que iba a tender la mano a todos, que esto iba a ser una legislatura plural. Por momentos creo que muchos desearíamos una victoria sorprendente de unos o de otros a ver qué hacen, a ver si se consigue mejorar, pero los resultados no dan ni para unos ni para otros.

Sería insensato que, tras haber roto el gobierno, los de Junts y ERC dinamitaran nuevamente el camino para seguir avanzando social y económicamente

Ceder la presidencia de la mesa a un independentista con representación equitativa a los resultados no sólo es inteligente sino que le garantiza a Illa poder gobernar. No tenerles en cuenta es no saber leer la realidad catalana. O eso, o elecciones. El PP también debe decidir qué está dispuesto a hacer con un resultado que no obtenían desde hace 20 años, ante la posibilidad de volver a convocar elecciones. No hay análisis posible, ni razonamiento sensato para hacer presidente a Carles Puigdemont, que sólo ha conseguido dos diputados más que en 2021. Sería un sinsentido que, tras haber roto el gobierno, los de Junts y ERC dinamitaran nuevamente el seguir avanzando socialmente, económicamente, por las cuotas de poder.

De hecho, demuestran que el poder por poder es lo único que les importa. Da igual las listas de espera sanitarias, los niños que se quedan sin comedor escolar y que están malnutridos, que seamos una sociedad pobre, que los datos arrojan que más de un millón de personas está en riesgo de exclusión, que la gente en general se las busca cada mes para llegar a pagarlo todo, a no tener deudas.

Mientras seguimos con un juego de sillas político, sólo hay siete miembros en la Mesa, den al César lo que es del César. Los independentistas se merecen un lugar, la presidencia, mal que pese a muchos, como se merecen un lugar, el lugar exacto los que han ganado las elecciones. En democracia, por lo menos hay que demostrar que se sabe perder, no se puede estar constantemente dinamitando la vida de la gente que no está en su mundo: el político, el institucional.

El papel de los medios

Fuera del Parlament hace frío o calor, las escuelas sin aires acondicionados, la gente que se muere sin que le lleguen las ayudas a la dependencia que tardan más de un año en tramitar. Algunos deberían ponerse más las pilas, ver más allá de los despachos. Los catalanes nos merecemos avanzar en calidad de vida, una calidad perdida para muchos, también en calidad de la información, que de eso poco se habla. Quizás estaría bien afinar en el nivel de profesionalidad de los medios, acabar con los sectarismos y que el ámbito periodístico se centre en la que es su misión, a fiscalizar el poder, publicar informaciones veraces, respetar las leyes y dejar los partidismos a los partidos.

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