Opinión

El calor nos idiotiza

El calor también nos afecta a las neuronas y nos hace borrosas las imágenes. Pensamos con menos intensidad y las cosas más cercanas no acabamos de abarcarlas con la mirada

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No encuentro otra razón que me ayude a entender la tormenta de estupideces que nos castigan en estos días tórridos. Quizá porque los idiotas hinchan con el calor; cosa que no había detectado hasta ahora. O algo más simple y que consiste en la confusión entre las obligaciones del mando en plaza y la inclinación a los chistes de verano, siempre ligeros de ropa. Algo insólito a la vez que torpe ha de estar pasando cuando se lee en los medios noticias como esta: “Un hombre acuchilla en Sigüenza a una mujer”.

Quizá la noticia está en Sigüenza, la ancestral villa del Doncel, donde no debe ser habituales los navajazos. O quizá se trate de violencia machista que debe ser denunciada allá donde se produzca, incluso en la tranquila Sigüenza. De todas formas, y a menos que fuera la mujer quien acuchillara al hombre, cosa insólita, no acabo de entender lo singular de la noticia. Hay que achacarlo al calor, pero no al de Sigüenza, sino al de unos intermediarios periodísticos agobiados por la falta de temas, de talento y de aire fresco. En España hay una larga tradición, por llamarla de alguna manera, de columnistas de la nada. Julio Camba, Mariano de Cavia, González-Ruano, Umbral…por citar los más notorios, conseguían hacer de una fruslería una pieza que cotizaba. No por nada se le da el pomposo nombre de “tinto de verano” al mosto de garrafón con gaseosa.

En España hay una larga tradición, por llamarla de alguna manera, de columnistas de la nada.

Y a esto se añadió la crisis energética, que le puso la guinda. El presidente conminó a no usar corbata; el gobierno en pleno decretó bajar dos grados los ventiladores. El tinto de verano aplicado a la vida social. Gran aplauso en las redes sociales adictas -las que no son adictas a algo no cuentan-, perplejidad en los afectados y choteo barnizado de cientificismo en la ciudadanía. ¡Como en Europa! ¡Hay que ser solidarios! Nadie desmiente la desfachatez del relato porque en el fondo nos preparan para que nos adaptemos a lo peor, lo que está por venir.

Hay que tensionar al personal en la política interior y entumecerlo en la exterior. Que la espada de Bolívar se haya convertido en un principio identitario de la izquierda de los cielos supera con creces las batallas de género, de caso y de cargo. Imagino a Vox abriendo el sepulcro del Cid y arrebatando la Tizona, que al parecer se conserva en el Museo del Ejército, el único de Madrid que confieso no haber visitado nunca, y no por razón alguna de principios sino por falta de interés hacia las hazañas bélicas. Pero lo de Bolívar y su espada como símbolo de la identidad de los pueblos latinoamericanos me parece demasiado para asimilarlo al brebaje del tinto de verano. Sobre Bolívar me atengo a las sarcásticas palabras que le dedicó Carlos Marx y que de seguro esta izquierda celeste ha cancelado, si es que las leyeron alguna vez.

No es extraño que algunos dirigentes de la izquierda conquistadora de cielos y presupuestos sean peronistas. El cadáver maqueado de Evita Perón forma parte de sus ancestros ideológicos. Una “remake” de la exitosa operación de Stalin con los restos de Lenin, que provocó en su momento la indignación de su viuda, la vieja Krupskaya. Las reliquias siempre fueron indispensables para la credulidad de los siervos y el usufructo de los poderosos. Franco usaba el brazo incorrupto de Santa Teresa.

No es extraño que algunos dirigentes de la izquierda conquistadora de cielos y presupuestos sean peronistas.

Muy mal tienen que estar las cosas para que el líder de Podemos haga un ejercicio de sumisión a la espada de Bolívar. Para difuminar unos símbolos, se inventan otros a los que se da un valor popular y legendario. Una guerrilla de reliquias es el camino más propio para hacer pasar de contrabando lo que no se atreven a decir: su proyecto se desvanece y sólo quedará lo que puedan rapiñar haciendo de palanganeros de los otros. Ya sea con Sánchez, con el independentismo que ahora denominan de izquierda, o con las aventuras americanas, ricas en oportunidades, que siempre ofrecerán una retaguardia protegida. La deriva hacia las formas políticas que en España tuvieron mucho predicamento con Alejandro Lerroux y su radicalismo exaltado es una opción más que plausible. Oratoria rupturista y conservar lo apalabrado.

Pero el calor también nos afecta a las neuronas y nos hace borrosas las imágenes. Pensamos con menos intensidad y las cosas más cercanas no acabamos de abarcarlas con la mirada. En un momento muy intenso como el que estamos viviendo con la guerra en Ucrania y unos cambios geopolíticos de consecuencias imprevisibles, la elegante anciana Nancy Pelosi -82 años- se rejuvenece y se va de fiesta. Los plumillas de ocasión afirman que tiene derecho a ir a donde le pete. Pues va a ser que no. El tercer líder de la capitidisminuida primera potencia del mundo no hace turismo, entre otras cosas porque tiene un equipo que sin ser tan numeroso como el de Sánchez -400 asesores, según fuentes de Moncloa- sí más eficaz y curtido. Pasearse por Taiwán tiene el efecto que los chinos esperaban para forzar la máquina y exhibir sus inequívocas intenciones. No es raro, aunque los medios apenas lo recojan, que el presidente de Corea del Sur no la haya recibido. Los incendiarios provocan y vuelven a casa; una experiencia que nosotros estamos sufriendo silenciosamente en España.

Pasearse por Taiwán tiene el efecto que los chinos esperaban para exhibir sus inequívocas intenciones.

Con una invasión rusa en Ucrania que amenaza ser larga y unos Estados Unidos convertidos en animadores de incendios para beneficio de sus equipos de rescate, Europa está abocada a seguir en un callejón de difícil salida. Basta decir que España tiene, desde ahora, el principal suministrador energético en las empresas norteamericanas, y no precisamente a precio de ganga. Levantemos la cabeza del ronzal y hagamos lo único que podemos hacer: mirar con atención dónde estamos metidos Gracias al calor que nos embota no percibimos las amenazas, que no se reducen a un tirano ruso. Es toda una concepción de Europa la que se desmorona mientras nosotros estamos en traje de baño.

Cuando llegue septiembre, que decía una vieja canción, nos quedará apenas el recuerdo. Como ahora están prohibidas por consenso social las malas noticias recomiendo no usar corbata, beber tinto de verano, darse por enterado del crimen de Sigüenza, usar abanico en las zonas de ocio, desplazarse a Toledo para comprar una espada estilo Bolívar y sobre todo no alterarse, porque el irresistible Sánchez pisará la cabeza de Ayuso, la culpable de la inquietud que nos desasosiega.

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