Opinión

Solucionando el cambio climático

Las renovables serán lo suficientemente baratas por sí mismas como para dominar el mercado

  • Energías renovables: horizonte de molinos

Esta semana, la administración Trump ha publicado un puñado de decretos y órdenes ejecutivas con la intención de reactivar la minería del carbón en Estados Unidos. Algunos comentaristas entusiastas hablaban sobre cómo centrales térmicas de carbón iban a ser claves para alimentar la creciente demanda de electricidad de la inteligencia artificial. Otros hablaban con nostalgia de recios mineros que por fin podrán volver a trabajar.

Los decretos no servirán de mucho. Para empezar, la edad media de las centrales de carbón en Estados Unidos ronda los 45 años. La mayoría son, aparte de horrendamente contaminantes, reliquias obsoletas caras de mantener y operar. En el caso de que algún inversor apostara por construir una nueva generación de centrales térmicas, poco importaría que Trump haya eliminado todas esas molestas regulaciones medioambientales. El carbón, como combustible, contiene mucha menos energía que el gas natural, su principal competidor. Las plantas de gas natural son inherentemente mucho más eficientes y baratas de operar, y tienen costes mucho menores. Las regulaciones medioambientales tienen poco que ver con el ocaso del carbón como combustible. Simplemente, es una tecnología obsoleta.

Es perfectamente concebible tener una economía que consume la misma cantidad de energía que la que usamos ahora sin emitir un gramo de gases de efecto invernadero

En los próximos días o semanas, Trump seguramente aprobará algún decreto parecido para incentivar la construcción de centrales de gas natural. Eliminará regulaciones medioambientales, facilitará la concesión de permisos, intentará acelerar la construcción de gasoductos y toda esa clase de cosas que tanto gustan al presidente. Aunque es posible que se consiga que Estados Unidos construya alguna central más, cualquier decreto presidencial se topará con un obstáculo parecido a esos intentos de resucitar el carbón: en años recientes, una batería de nuevas tecnologías está haciendo obsoletas esas centrales.

Los sustitutos del gas natural para generar electricidad al mejor precio son las energías renovables. Concretamente, la combinación de paneles solares, centrales eólicas y baterías a gran escala, junto con otras alternativas limpias ya existentes, han alcanzado un nivel de eficiencia tal que son ahora mismo la forma más barata de producir energía.
 

El coste nivelado de energía (LCOE, por sus siglas en inglés) es la medida de la media neta del coste actual de la generación de la energía de un generador durante su ciclo de vida. Básicamente, es el precio medio que necesita una tecnología para empezar a ser rentable, normalmente medido en dólares por megavatio hora. Desde el año 2009, el LCOE de las centrales solares se ha desplomado un 83 %, gracias a la constante mejora de la eficiencia de los paneles. Eso hizo que el año pasado, el coste por megavatio hora de una central solar fuera de 29 dólares, mientras que una central de gas de ciclo combinado se colocaba en 45. Aunque los generadores eólicos no han visto mejoras tan extremas (“solo” un 63 %), su LCOE se sitúa en 27 dólares.

El carbón, por cierto, anda por 69 dólares.

Tenemos otras energías renovables que funcionan de facto como baterías naturales. Las centrales hidroeléctricas, ahora mismo, cumplen con ese papel, cerrando compuertas durante el día y generando electricidad solo de noche

Las centrales eólicas y solares, por supuesto, dependen del sol y el viento, así que necesitan apoyos. Hasta hace relativamente poco, instalar baterías a una escala suficiente como para satisfacer la red eléctrica resultaba ser prohibitivamente caro. Las enormes inversiones para mejorar esta tecnología, sin embargo, han hecho que el LCOE de una central eólica con almacenamiento de energía alcanzara los 45 dólares el año pasado. Es decir, el mismo coste que una central de gas de ciclo combinado.

Las buenas noticias no terminan aquí. El coste de las baterías de gran escala está cayendo en picado, y no tardarán en alcanzar niveles que permitan que las centrales solares con baterías sean también más baratas de instalar que una central de gas. Por añadido, tenemos otras energías renovables que funcionan de facto como baterías naturales. Las centrales hidroeléctricas, ahora mismo, cumplen con ese papel, cerrando compuertas durante el día y generando electricidad solo de noche.

La evolución de estas tecnologías, entonces, nos puede dejar, en un futuro muy cercano, en un mundo donde generar electricidad tiene un coste marginal cero sin generar emisiones de ningún tipo. Dicho en otras palabras, energía eléctrica barata, abundante, infinita, aquí, ahora y para siempre.

Idiotas congénitos como Trump y sus acólitos neopatriotas en España harán todo lo posible por retrasar esta victoria, subvencionando, si es preciso, tecnologías fósiles obsoletas y oponiéndose a la electrificación del transporte, calefacción e industria

No estoy hablando de ciencia ficción; todas las tecnologías necesarias para tener una red eléctrica de estas características ya existen. Es perfectamente concebible tener una economía que consume la misma cantidad de energía que la que usamos ahora sin emitir un gramo de gases de efecto invernadero. Y estas infraestructuras son ya ahora, o lo serán en muy pocos años, mucho más baratas de operar que sus equivalentes utilizando combustibles fósiles.

Lo fascinante de esta historia, además, es que tras años de inversión desarrollando estas tecnologías, es muy probable que ya hayamos llegado a un punto en el que su triunfo es esencialmente inevitable. Las renovables serán lo suficientemente baratas por sí mismas como para dominar el mercado.

Por supuesto, idiotas congénitos como Trump y sus acólitos neopatriotas en España harán todo lo posible por retrasar esta victoria, subvencionando, si es preciso, tecnologías fósiles obsoletas y oponiéndose a la electrificación del transporte, calefacción e industria tanto como sea posible, simplemente porque no creen en el cambio climático.

Pues bien, no solo podemos arreglarlo, sino que nos va a ahorrar dinero. Nuestro trabajo ahora es asegurarnos de que los nostálgicos del siglo XIX no bloqueen la solución.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli
Trump o el caos
El delito de odio para callar bocas