Opinión

Casado y el votante de Vox

El juego de la izquierda es laminar el liderazgo de Pablo Casado dentro del Partido Popular y, al tiempo, alejar del PP al votante de centro. Para lo primero airearon

  • El líder del PP, Pablo Casado, durante la convención en Valencia. -

El juego de la izquierda es laminar el liderazgo de Pablo Casado dentro del Partido Popular y, al tiempo, alejar del PP al votante de centro. Para lo primero airearon más allá de la realidad la cuestión de la presidencia de los populares madrileños. Hablaron de la ambición nacional de Ayuso y de su supuesto deseo de sustituir a Pablo Casado.

Es un clásico de la política de comunicación: tomar un hecho verdadero -el deseo de Ayuso de presidir el PP de Madrid- y añadir mentiras creíbles para crear un relato dañino. Ese cuento obligaba a desmentir el presunto choque entre Casado y Ayuso, lo que alimentaba el bulo dando cuerpo al problema. En Valencia, sin embargo, tras meses de noticias, quedó claro que la presidenta madrileña es tan casadista como el que más.

Una vez que Pablo Casado cobró la potestas y la auctoritas en la Convención Nacional con un discurso liberal-conservador, la izquierda va a la yugular centrista. La estrategia es muy básica: el PP se aleja del centro y se abalanza sobre el votante de Vox con unos planteamientos similares a los de la “extrema derecha”. Es parte del juego para movilizar a la izquierda por el miedo y evitar que el millón y medio largo de votantes “huérfanos” que dejó Albert Rivera recale en el PP.

Recuérdese, por ejemplo, la Ley Celaá de educación, sacada por decreto en pleno estado de alarma, sin debate ni consultas

La izquierda dice que ser “ultra” es prometer la derogación de las leyes del Gobierno socialcomunista, y que contaron con el apoyo de los quieren romper el orden constitucional. En esas normas no hubo consenso político con la oposición ni con nadie. Recuérdese, por ejemplo, la Ley Celaá de educación, sacada por decreto en pleno estado de alarma, sin debate ni consultas. O en la ley de eutanasia, con la que se pretende hacer listas de médicos que se niegan para castigar con el señalamiento, en lugar de listas de médicos favorables.

En la opinión izquierdista ser “ultra” también es proponer una ley de integración de los inmigrantes. En consecuencia, la Unión Europea debe ser de “extrema derecha”, porque los artículos 79 y 80 del Tratado de Funcionamiento de la UE y el Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo, de febrero de 2021, indican que son deseables leyes de integración en cada Estado miembro y que es humanitario luchar contra el tráfico de personas que supone la inmigración ilegal. No solo eso: Noruega, Suecia y Dinamarca deben ser países “ultras” porque desde 2015 tienen nuevas leyes de integración. Quizá es porque distinguen integración de “antiinmigración”, no como hace aquí la izquierda.

Esa izquierda sostiene que Franco está muy vivo pero que ETA ha muerto, por lo que hay que prohibir todo lo que huele a franquismo y permitir los homenajes a los etarras

En esa idea de tirar al PP de Casado a la esquina derecha, dice la izquierda que no está bien afirmar que las leyes de “memoria histórica” han abierto más heridas de las que han cerrado. Que no es admisible solicitar una rendición de cuentas del presupuesto dedicado a las fosas comunes, ni aumentar la “memoria” a otras épocas. Porque esa izquierda sostiene que Franco está muy vivo pero que ETA ha muerto, por lo que hay que prohibir todo lo que huele a franquismo y permitir los homenajes a los etarras.

El votante de Vox sabe lo que quiere: echar a Sánchez y sostener su “batalla cultural”. La fidelidad de voto a ese partido es muy alta, más que al PSOE. Por tanto, si Casado buscara a ese electorado sería un mal negocio. No solo no conseguiría atraer nada que no esté dispuesto ya a volver al PP, sino que perdería por la izquierda. Es ahí, en el centro, donde la parte suculenta, los ex votantes de Ciudadanos que aún no han decidido su voto, puede dar la mayoría al PP.

Iván, superficial y avergonzado

Lo demás son gaitas y lo saben en Génova. La trayectoria llevada hasta ahora es la correcta: líder, partido y proyecto en la misma línea, con el adversario puesto entre ceja y ceja, como toca a todo partido de gobierno que quiera serlo. Hoy, la ampliación electoral está en el centro y ese viaje no es cancelable.

Por eso, la estrategia de comunicación de la izquierda contra el PP muestra que el PSOE de Sánchez no ha cambiado ni mejorado a pesar del despido de Iván Redondo. Son tantas las contradicciones y las mentiras del sanchismo que no extraña el resultado de la incisiva entrevista que le hizo Évole. Superficial y avergonzado, con más nervios que entereza, como si no hubiera aprendido nada de su paso por el Gabinete de Sánchez, Redondo fue la viva imagen de lo que es el proyecto de Sánchez. Demostró que en ese Gobierno no hay más que instinto de supervivencia, a cualquier precio, incluida la dignidad y la coherencia. Dejó patente que la única estrategia es animar el miedo y el odio al competidor, tanto como ceder a los que pueden aportar votos en el Congreso y cerrar el acuerdo para una mayoría hegemónica de socialistas y nacionalistas. Este es un país de muñecos rotos.

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