Este sábado pasado, servidor se jugó en directo en el programa Código Samboal una mariscada a que Puigdemont no se presentaría ante la justicia italiana. Con la presentadora, por cierto, esa magnífica periodista que es Ana Samboal que dirige y presenta un debate las noches de sábado y domingo en Trece Televisión. Total, un desastre. No por el hecho en sí, sino porque el de Waterloo ha demostrado algo que jamás hubiésemos querido decir, pero que se ha demostrado más que cierto. En Europa se pasan por el forro los dictámenes jurídicos de un país como España, aliado y socio.
Porque es de traca que alguien acusado y con petición de extradición no sea inmediatamente detenido y puesto a disposición del juez que lo reclama. Uno, que siempre ha deseado que Europa conformase una unidad política, económica, social e incluso espiritual, no puede por menos que decirles a esos sesudos juristas que miran hacia Cuenca cuando de asumir responsabilidades se trata o que permiten a delincuentes que campen a sus anchas que se vayan en fila india al mismísimo guano.
No quiero entrar en las disquisiciones jurídicas que emplean los sofistas separatas porque son de un barato que espanta. El hecho sustancial es que aquí se perpetró un intento de golpe de estado, que se juzgó y condenó a los que lo llevaron a cabo y que quienes se fugaron no son mejores que estos. Al contrario, demostraron ser unos cobardes integrales. Claro que muchos dirán que con los indultos de Sánchez, las maniobras por debajo de la mesa de la abogacía del estado y el pésimo ejemplo que ha da el gobierno español indultando y negociando con los golpistas, los de Europa digan que con nuestro pan nos lo comamos. Todo puede ser cierto, pero cuando se crea la excepción de parte, la ley deja de serlo para convertirse en otra cosa. Lo que han conseguido los jueces italianos es debilitar a una democracia, la española, que asiste desesperada al espectáculo de ver cómo se permite a los instigadores de la subversión salirse de rositas.
Es un hecho que hace que debamos pasar por los fielatos de la desconfianza a nuestros camaradas del resto de Europa. So pena del buenismo falsamente democrático, del no te metas en camisas de once varas o, peor todavía, de hacer caso a quienes murmuran al oído que cierres los ojos, los delincuentes han encontrado vía expedita para proseguir con su campaña de subversión.
Con una Rahola desatada haciéndole fotos al fugado - ¿Esta señora qué horarios tiene y cuales son sus obligaciones en los medios públicos de los que cobra un sueldazo, que se niega a revelar en sede parlamentaria el director de TV3,Vicent Sanchis? – ya tenemos a la ultra derecha de Junts en sus cumbres.
Bofetón judicial
Llarena es el malo de la película, la justica española es fascista y defender la constitución es cosa de Franco. Tampoco es la primera vez que nos dan un sonoro bofetón judicial. Lo hicieron en Alemania, lo hacen sistemáticamente en Bélgica y ahora se incorpora la Bella Italia a esa cofradía de irrespetuosos con el Derecho. Imaginamos que el club del lacito supremacista lo habrá celebrado con una buena comida en Cerdeña, tierra próvida en asuntos gastronómicos. Acaso con un plato de macarrones o, mejor todavía, de culurgoni, una especie de raviolis enormes.
O con una parrillada de pescado al estilo sardo, compuesta generalmente por dorada, sepia y sardinas. Da lo mismo, porque la fiesta siempre la pagamos nosotros, los españolitos de a pie que si osamos, ya no dar un golpe de estado, sino retrasarnos un día en el pago del seguro autónomo nos cae la del pulpo. Ya saben, un 10% de recargo el primer mes, un veinte por ciento los restantes, además de los intereses por demora siendo considerado delito si la cifra supera los 50.0001 en cuatro años.
Pero como estos jamás han ingresado un céntimo que no provenga del dinero de todos, esto les suena a chino. Mientras tanto, Sánchez sigue siendo presidente gracias a ellos y a Ignacio Garriga lo amenazan con darle un manta de hostias, textual, por la calle. Sinceramente, prefiero las mariscadas que salgan de mi bolsillo y mucho más si las comparto con Ana Samboal. Que se metan sus comilonas por donde les quepa.