Opinión

De charnegos y racistas: la última ocurrencia de Sánchez

La astracanada que hemos vivido esta semana en el Senado<

  • El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, interviene durante una sesión plenaria -

La astracanada que hemos vivido esta semana en el Senado, con las correrías de los diputados de Junts entrando y saliendo entre risas del hemiciclo, son solo el principio de un viacrucis esperpéntico que amenaza con arrastrar en los próximos meses y años la dignidad de España hasta cotas inimaginables hasta la llegada de Pedro Sánchez a la política española.

En España, Junts es -junto con Podemos y Sumar- el producto más acabado de la ola de populismo iliberal que asuela el mundo y que erosiona desde dentro las instituciones de la democracia liberal y amenaza su continuidad. Junts es, además, fiel trasunto de la degradación moral que la hegemonía nacionalista viene provocando en Cataluña.

Es verdad que ya el patriarca Pujol enseñaba la patita xenófoba en sus memorias cuando decía que “el hombre andaluz es un hombre destruido que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual”, pero no es menos cierto que, durante su presidencia, Pujol se condujo al menos con un mínimo de sentido institucional y autoconciencia de la incapacidad del nacionalismo para alcanzar sus objetivos últimos sin romper la unidad civil de Cataluña. No se trata ni mucho menos de vindicar la figura de Pujol -cuyo discurso deletéreo y doble moral están, sin duda, en la base de la decadencia de Cataluña- sino simplemente de apuntar esa importante diferencia procedimental.

A Junts, en cambio, el pluralismo y la convivencia en Cataluña le traen sin cuidado. Ni siquiera consideran catalanes a los que nos sentimos tanto catalanes como españoles, es decir, a la inmensa mayoría de los catalanes. Nos consideran, en el mejor de los casos, colonos, cuando no colaboracionistas, invasores o charnegos.

Olvida Rufián que quien le desprecia llamándole “charnego” no es el diputado madrileño o murciano del PP, sino precisamente sus correligionarios de ERC, Junts y demás partidos nacionalistas

Precisamente este último epíteto, “charnego”, lo volvió a esgrimir el portavoz de ERC, Rufián, en el vodevil del Senado. Dijo sentirse “muy orgulloso” de serlo. Más allá de su desconocimiento -manifiestamente no culposo- de lo que significa el término, Rufián volvió a exhibir ufano un galopante síndrome de Estocolmo con el nacionalismo que le abraza como tonto útil. Dijo que sus abuelos llegaron de Andalucía a Cataluña huyendo de los “señoritos” andaluces que ahora votan al PP, en un ejercicio de cinismo posmoderno que insiste hasta la náusea en la divisiva lógica opresor/oprimido hasta deformar la realidad para demonizar al adversario político.

Olvida Rufián que quien le desprecia llamándole “charnego” no es el diputado madrileño o murciano del PP, sino precisamente sus correligionarios de ERC, Junts y demás partidos nacionalistas. Olvida acaso las palabras de Heribert Barrera, líder histórico de ERC, sobre la llegada a Cataluña de andaluces como los abuelos de Rufián: “Podemos haber superado la inmigración andaluza, pero no sé si podremos con la sudamericana y magrebí”. Por no hablar de los desvaríos genetistas de su actual líder, Oriol Junqueras, que hace cuatro días teorizaba sobre las diferencias genéticas entre “catalanes y españoles” (sic).

Rufián tiene todo el derecho del mundo a metabolizar sin inmutarse el desprecio de sus conmilitones, pero lo que no es de recibo es que atribuya a otros ese desprecio y justifique así su redituable conversión al separatismo.

La sola idea de traspasar la competencia en inmigración a la Generalitat resulta escalofriante. Poner a ERC y Junts al frente de la política migratoria es como poner la zorra a guardar gallinas

Mientras Rufián seguía con su enredo -que ya dura la friolera de 88 meses, por ahora 70 más de los prometidos-, Junts seguía imponiendo sus exigencias a Pedro Sánchez, que sigue decidido a desmantelar lo que queda del Estado en Cataluña para seguir durmiendo a pierna suelta en la Moncloa.

El penúltimo trágala que Junts impone a Sánchez es el traspaso a la Generalitat de Cataluña de la competencia en materia de inmigración, el enésimo torpedo del Sanchismo en la línea de flotación de la soberanía nacional del Estado y un nuevo desprecio a la Guardia Civil y la Policía Nacional, siempre en el punto de mira del separatismo.

Sobre el acendrado racismo de ERC para con los españoles no catalanes, recomiendo a Rufián, y de paso a Míriam Nogueras -de orígenes también andaluces-, la magistral obra La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto: 1898-1937, del historiador anarquista británico Chris Ealham. “Al buscar culpables del fracaso social, ERC los encontró en los ‘emigrantes’ (sic), en especial murcianos”, explica Ealham.

Puede que todo acabe en el enésimo juego de prestidigitación de Sánchez, pero la sola idea de traspasar la competencia en inmigración a la Generalitat resulta escalofriante. Poner a ERC y Junts al frente de la política migratoria es como poner la zorra a guardar gallinas. Se me ocurren pocas cosas más disparatadas que dejar la política migratoria en manos de quienes llevan décadas expulsando talento de Cataluña por razones etnolingüísticas, con una política educativa reaccionaria y abiertamente xenófoba. Pocas cosas más perjudiciales para Cataluña.

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