La frase, que se atribuye a María Antonieta de Austria, quedó cincelada como uno de los bulos más afectivos de la historia de la propaganda. Si no hay pan, que coman pasteles, dijo supuestamente la reina al conocer que sus súbditos clamaban por un trozo de pan. En la corte de Luis XVI consideraban a la archiduquesa y consorte una frívola descerebrada incapaz de ver el mundo más allá de su campana de cristal. Apócrifa o no, la frase retrató a la austríaca.
Consorte ella también, la ministra de Igualdad protagonizó esta semana un episodio empalagoso a más no poder
La historia no ha cambiado demasiado desde entonces hasta hoy. Consorte ella también, Irene Montero, la ministra de Igualdad y marquesa de Galapagar, protagonizó esta semana un episodio empalagoso a más no poder. A ella, como a su marido Pablo Iglesias, les sobrepasa el subidón del funcionariado. ¡Tanta gente a tu disposición para cambiar el mundo, Dios! No hay comisiones delegadas suficientes para explorar la erótica ministerial.
Montero, volcada por completo en la tarea de feminizar la mitad de los sustantivos del DRAE, no ha tenido tiempo siquiera de celebrar su cumpleaños. ¡Apenas lo recordaba! Ella, como miles de mujeres en toda España, que pueden atender a sus hijos mientras despachan en una oficina que tiene más metros que atribuciones, hizo sin embargo un alto para recibir, ¡ay qué sorpresa!, un agasajo.
Sólo les falta inaugurar un pantano. A este paso, Galapagar dejará de ser una dacha y se convertirá en las Tullerías
Un equipo de al menos cinco personas —una pequeña corte pagada con fondos públicos— se volcó por completo en la misión de comprar una tarta con la cual cantarle el cumpleaños a la ministra Montero. El asunto habría sido una anécdota de no ser por un detalle. La propia Montero —o su equipo— difundió una grabación más parecida al Nodo que al empoderamiento. El vídeo del cumpleaños feliz tiene de espontáneo lo que Carmen Calvo de empática.
Que haya peloteo y culto a la personalidad es un tema en el matrimonio Iglesias Montero, pero no ser conscientes de ello y encima usarlo como propaganda es una modalidad de los pasteles de María Antonieta, pero en la cadena trófica ministerial, la versión choped del Ancien Régime. Sólo les falta inaugurar un pantano. A este paso, el chalé de Galapagar dejará de ser una dacha y se convertirá en las Tullerías. Y pensar que los de la guillotina eran ellos. Sí, cómo no, vaya que la afilaban… ¡para cortar mejor los pasteles!