Especializado el Gobierno en resultados económicos reales pésimos, los cuentistas de La Moncloa producen relatos, que siendo excepcionalmente ciertos -porque con los números mentir es complicado- en algunas ocasiones, ignoran sin embargo la realidad de la marcha de la economía. En general se trata de datos coyunturales e incompletos carentes de rigor, claridad ni capacidad explicativa de cómo andan de verdad las “cosas de comer”. Comenzando con el PIB, al gobierno y sus predicadores mediáticos se les cae la baba últimamente porque está aumentando y además así lo atestiguan las más serias instituciones internacionales. Al elegir el PIB como ejemplo del desempeño de la economía, están -implícitamente- comparando España con los países que lo tienen mayor y a los que se supone deberíamos imitar: China, Brasil, India, México, Rusia, Turquía,..
Sin embargo, la verdadera riqueza de las naciones no se mide por el PIB, sino dividido por sus habitantes: el PIB per cápita. Los países ricos, tanto grandes -EEUU- como pequeños -Irlanda, Singapur- lo son porque su PIB per cápita es muy elevado y crece sin cesar. Nadie utiliza nunca en el gobierno, sus fabricantes de relatos y sus terminales mediáticas este concepto, porque su comportamiento con el socialismo del siglo XXI está siendo el peor -con mucha diferencia- de nuestra historia contemporánea.
¿Y cómo es posible que el PIB suba y el PIB per cápita no lo haga? Por dos razones fácilmente comprensibles: porque aumenta la población debido a la inmigración y los salarios de los nuevos trabajadores son más bajos que los preexistentes. Hasta después de la Segunda Guerra Mundial los países no disponían de una cuantificación cierta de su riqueza. Tuvieron que ser exiliados rusos a EEUU quienes primero establecieron las “tablas input-output” -inspiradas en la planificación soviética de la economía -Leontieff- y más tarde la “contabilidad nacional” -Kuznets- que permitió saber a ciencia cierta cuan rico era un país. El primer país que cuantificó su PIB fue EEUU, después los países europeos y finalmente el resto del mundo.
Los predicadores del actual aumento del PIB ignoran -¿deliberadamente o no?- que nuestra productividad, siendo baja, no ha aumentado desde 2018 hasta ahora -con Sánchez gobernando- por lo que nuestra renta per cápita, largamente estancada, aumenta poquísimo
No mucho más tarde -en 1956- otro gran economista -Robert Salow, posterior premio Nobel en 1987- se planteó y resolvió como se producía el crecimiento económico -en términos de PIB per cápita, por supuesto- de los países: frente a supuestos anteriores, descubrió que el factor determinante del aumento de la renta per cápita era la innovación en el quehacer económico. Desde entonces, la política económica seria se orienta a mejorar la productividad del trabajo, que mediante la innovación tecnológica permite pagar mejores salarios y aumentar consecuentemente la renta per cápita. Los predicadores del actual aumento del PIB ignoran -¿deliberadamente o no?- que nuestra productividad, siendo baja, no ha aumentado desde 2018 hasta ahora -con Sánchez gobernando- por lo que nuestra renta per cápita, largamente estancada, aumenta poquísimo.
Recientemente se señalaba en esta columna que los registros de aumentos de nuestra renta per cápita de Sánchez son los peores en más de un siglo -en tiempos de paz- con la excepción de Zapatero, sobrado campeón de Europa en la materia. ¿Por cierto, algún progresista quisiera vivir como los chinos, los brasileños, los indios, los mexicanos, los rusos, los turcos, con grandes PIB o como los suizos, holandeses, suecos, daneses, alemanes, etc, líderes de la renta per cápita?
Las palancas estructurales
Otro tema de relieve es la creación de empleo. El Gobierno solo se interesa por la cantidad no por su retribución y mucho menos por la tasa de desempleo. Entre los veinte países con más empleo, tres cuartas partes son pobres. ¿Con quién quieren compararnos?, ¿con China, la India, Indonesia, Brasil, México,…etc? La retribución se refleja en la renta per cápita con los pésimos registros antes citados, mientras que el desempleo que se ha reducido últimamente, sigue siendo el más elevado de los 38 países de la OCDE y el doble que el de la UE. En tanto que la renta per cápita no levanta cabeza y el desempleo es el mayor del mundo desarrollado: ¿qué sucede con las canónicas palancas estructurales que soportan la verdadera prosperidad de las naciones; el marco institucional, las cuentas públicas, la inversión y la innovación?
Las cuentas públicas solo han conocido déficits con el gobierno social-comunista y una creciente y desmesurada deuda, hasta llegar a superar la renta per cápita; todo ello con un crecimiento exorbitado de la presión fiscal efectiva
El marco institucional, o reglas de juego que afectan al ejercicio de la función empresarial, solo ha empeorado con este gobierno. Abiertamente enfrentado al Estado de Derecho, algo impropio en Europa occidental, con concesiones inauditas a confesos comunistas y separatistas, solo genera desconfianza en la función empresarial. Con su presidente a la cabeza, los empresarios españoles suelen estar mal vistos -salvo algunos amigos- por los ministerios -sobre todo- de Hacienda y de Trabajo, mientras que se hacen chistes fáciles con ellos al estilo de Chumy Chúmez que los dibujaba con smoking, chistera, anillo de diamante y puro; todo ello reducido -poco graciosamente- ahora por Sánchez a ser propietario, con puro, de un Lamborghini.
Prestigiosos índices de calidad institucional, como el del Banco Mundial, The Heritage Foundation y Transparencia Internacional, sitúan a España en una posición decadente en el periodo gubernamental de Sánchez, que sería mayor de no estar integrados en la UE y el Euro. Las cuentas públicas solo han conocido déficits con el gobierno social-comunista y una creciente y desmesurada deuda, hasta llegar a superar la renta per cápita; todo ello con un crecimiento exorbitado de la presión fiscal efectiva.
El pésimo marco institucional y la agresividad fiscal del Gobierno son obvios enemigos de la inversión. Con datos de BBV Reseach, mientras que la formación de capital fijo por persona en edad de trabajar es ahora un 5,3% inferior a la de 2001, en la UE subió un 35,6% en el mismo periodo. Obviamente, la inversión -sobre todo la privada- está asociada a la confianza en el quehacer gubernamental. Algo tan apreciado moralmente en el mundo más civilizado y testimoniado por Francis Fukuyama en su brillante ensayo: Trust: The Social Virtues and the Creation of Prosperity (1996), ha sido siempre puesto y luego mantenido en cuestión por el presidente del gobierno, con los consecuentes y nefastos resultados que se han glosado.
Temas de interés
Sobre la innovación, que determina la productividad del trabajo y consecuentemente el nivel de la renta per cápita, acaba de dictar sentencia el Tribunal Supremo, según se describía recientemente en esta misma columna: el Ministerio de Hacienda, con actuaciones juzgadas ilegales, se ha dedicado sistemáticamente a boicotear los incentivos fiscales a la I+D. De este grosero modo, el gobierno, además de generar una siempre indeseable inseguridad jurídica, ha venido desincentivando la innovación tecnológica; dos pésimas noticias para el mejor porvenir de España.
Hasta ahora, en los relatos fabricados en La Moncloa y repicados por todo el Gobierno y sus medios afines: la renta per cápita, la convergencia con la UE, el desempleo, el marco institucional, la deuda pública per cápita, la inversión y el esfuerzo innovador no han sido considerados nunca temas de interés. ¿Será por ignorancia académica o mala fe política? En cualquier caso, los fabricantes de bulos gubernamentales, que pagamos los españoles, están invitados a dedicar sus capacidades intelectuales a desmentir los datos y argumentos aquí revelados. Ignorarlos como hasta ahora, nos dan la razón.