Opinión

Cómo hacer frente a la reconquista musulmana

Callan cuando los agresores de las mujeres son quienes llevan años invadiéndonos silenciosamente

  • Soldado islamista celebrando la toma de Damasco -

En estos días, Ángela Merkel presenta sus memorias, a las que ha puesto un título que suena irónico: Libertad. Aunque tal vez se refiera a la libertad que teníamos cuando en julio de 2015, y con lógica germánica, le dijo a una niña palestina que los refugiados tendrían que volver a sus lugares de origen  porque Alemania no podía acoger a todos los parias de la tierra. La cría rompió a llorar antes de que la canciller hubiera terminado de hablar, y Merkel, que tiene pinta de no saber muy bien qué hacer con las emociones, se acercó torpona para acariciarla y seguir explicándole la situación racionalmente; lo que, por supuesto, no consoló nada a la chiquilla. Entonces se la criticó mucho por su falta de sensibilidad, pero a mí me pareció muy valiente que se hubiera atrevido a decir la verdad. Sin embargo, mes y medio después, cambió de opinión: Wir schaffen das! (¡Lo lograremos!), dijo antes de abrir los brazos a los miles de musulmanes que se agolpaban en la frontera de Hungría. Y Orbán, que había amenazado con empezar a dispararlos si la UE no le ayudaba a frenarlos, se los envió por tren. Aquello provocó tal efecto llamada que 9 días después Alemania tuvo que volver a cerrar la frontera. Aun así, en pocos meses recibieron un millón de  refugiados;  apenas la  cuarta parte eran sirios que huían de la guerra y, los demás, eran afganos,  pakistaníes y demás gente que no se caracteriza precisamente por su amor a los valores occidentales. La islamización de Europa había empezado antes, pero la epifanía merkeliana de 2015  dio el pistoletazo de salida a una invasión que no acaba.

Mi única duda es si ahora volverán a presionar en las fronteras de la poco muslim friendly  Hungría o preferirán hacerlo por las Islas Canarias, tan receptivas ellas

Nueve años después del Refugees Welcome, miles de sirios —en Alemania ya hay medio millón— celebran en las calles europeas la caída del régimen de Bachar al Asad, habrá que ver cuántos regresan a Siria para reconstruir el país. La caída de un dictador, y más si es tan sanguinario como dicen, es siempre una buena noticia. Pero creo que resulta un tanto ingenuo esperar que los herederos de Al-Qaeda y el ISIS  vayan a implementar una democracia a la occidental: la milicia Tahrir al-Sham (HTS) —que se ha hecho con el poder en una semana— ya ha dejado claro que quieren regirse por la sharía, la ley religiosa islámica. Ahora, y de momento, dicen que respetarán a los demás credos y que no impondrán código de vestimenta a las mujeres, pues quieren salir de la lista de organizaciones terroristas, pero parece ser que en algunos lugares ya se ve policía de la moral. Cuando EEUU salió por patas de Afganistán, también intentaron vendernos la milonga de que los nuevos talibán eran más moderados que los anteriores, y ahora las mujeres ni siquiera puedan hablar en espacios abiertos.

Por eso, aunque todos los medios de comunicación también andan celebrando el fin de la dictadura, yo me pregunto cuándo empezará la nueva oleada de refugiados, pues, lógicamente, quienes estaban a favor de Bachar al Asad se sentirán ahora en peligro. Puestos a elegir, prefiero a la gente que huye de la sharía antes que a quienes predican que Europa acabará sometida a ella. Pero mucho me temo que no hay elección posible y que tendremos que mantener a los unos y a los otros en el enésimo capítulo de la reconquista musulmana, con la que nuestra UE tanto colabora. Mi única duda es si ahora volverán a presionar en las fronteras de la poco muslim friendly  Hungría o preferirán hacerlo por las Islas Canarias, tan receptivas ellas. Además, ante la tendencia ultraderechista  que recorre el resto de Europa, ¿aceptarán los otros países más refugiados o Sánchez convertirá España en el gran hub del  Tercer Sector? Mucho fundraising veo yo ahí.

Callan cuando los agresores de las mujeres son quienes llevan años invadiéndonos silenciosamente, esos hombres que no sólo no se han sometido a ellas, sino que nos someterán a todas, pues el islam es el más radical de los patriarcados

Los medios colaboracionistas volverán a contarnos historias lacrimógenas y nos bombardearán con más Aylanes —todos recordamos la foto de aquel niño ahogado en la playa—, para que lo emocional nos impida pensar por qué insistimos en autodestruirnos. El otro día leí que a los dirigentes de HTS no les gusta “la cultura de las discotecas, ni la homosexualidad, ni el libertinaje”. Es decir, que no veremos un desfile del Orgullo Gay por las calles de Damasco ni manifestaciones multitudinarias por el Día Internacional de la Mujer. El feminismo nos mete miedo con el patriarcado y nos arenga contra nuestros propios hombres, que en su mayoría son ya una especie domesticada. En cambio, callan cuando los agresores de las mujeres son quienes llevan años invadiéndonos silenciosamente, esos hombres que no sólo no se han sometido a ellas, sino que nos someterán a todas, pues el islam es el más radical de los patriarcados.

Obviamente, las mujeres y los no heterosexuales corren peligro bajo la sharía y no podemos consentirlo, no basta con acoger a todo el que diga ser refugiado incluso aunque venga de un país en paz. Deberíamos ir más lejos, sacrificarnos y renunciar a nuestros privilegios occidentales enviando a un ejército de cruzados, cruzadas y cruzades feministas y elegetebei para que organicen la heroica resistencia y defiendan esa libertad de la que habla Merkel. 

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