Poco o nada se esperaba del monólogo con el que Pedro Sánchez abría el curso político en el amigable entorno inventado para la ocasión por Iván Redondo, y el presidente no ha defraudado. Un discurso monótono, repetitivo, complaciente y sin un gramo de autocrítica. El resumen podría ser: gracias a mi gestión, y a los fondos europeos, España va a salir fortalecida de la mayor crisis de su historia reciente.
Ni una palabra sobre las crecientes dudas sobre la capacidad de la Administración para gestionar tales fondos, ni una sola referencia a Cataluña, nada que decir sobre la incapacidad gubernamental para ofrecer alternativas viables al disparatado precio de la energía, cero referencias a las reformas pendientes, a la amenaza de una inflación galopante o a la preocupante herencia que en forma de deuda van a tener que pagar las futuras generaciones, verdadera losa para la recuperación y el progreso del país y primer condicionante del consumo.
Sánchez ya no sirve ni como intérprete convincente de la realidad que le han construido, del mundo feliz que nos vende arropado por una clase dirigente que acude a la ceremonia de autopromoción a los solos efectos de ser vista, conscientes como son los patronos del Ibex 35 de que pasan lista, y de que una mala cara puede costar en el mercado que mide la adhesión inquebrantable unos centenares de millones de euros en ayudas Next Generation.
Una clase dirigente que ha dimitido de su cuota de liderazgo en la pirámide de la sociedad civil y a la que lo único que se le ocurre como gesto de rebeldía, frente a medidas tan nocivas en esta compleja coyuntura para las empresas, especialmente para las pymes, como el nuevo incremento del salario mínimo, es protestar a través de un 'empleado' y que el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, se ausente de tan anodino acontecimiento. Con un par.
Sánchez no está dispuesto a compartir la gloria del maná europeo. Tampoco a reconocer que la nuestra es una economía con respiración asistida, con enormes problemas estructurales que solo una decidida apuesta por profundas reformas puede resolver
Como ocurriera con Franco, de Pedro Sánchez empiezan a interesar mucho más sus silencios que sus infames tostones. Y lo más interesante de lo no dicho en la Casa de América -además de hurtarle a Yolanda Díaz el anuncio del inminente incremento del SMI-, es la ausencia de una sola referencia positiva acerca de sus socios de Gobierno. El presidente no está dispuesto a compartir la gloria del maná europeo. Tampoco a reconocer que la nuestra es una economía con respiración asistida, con enormes problemas estructurales que solo una decidida apuesta por profundas reformas en ámbitos que van desde la contratación a la política fiscal (Isabel Díaz Ayuso, además, le comió la tostada de los titulares con una nueva eliminación de impuestos), pasando por el modelo educativo, puede resolver.
Nada se le escuchó decir al respecto; nada sobre las crecientes dudas sobre nuestra capacidad para aprovechar en esa dirección reformista los fondos europeos. Nada, salvo autocomplacencia y populismo.