Se puede ser torpe, tonto, mezquino, insensible, mediocre, fatuo o inútil. Se puede ser embustero, charlatán, estafador, cínico, embaucador, sectario o fanático. Pero serlo todo a la vez tiene un mérito extraordinario. Son pocas las ocasiones en las que la historia condensa en tan poca materia gris tamaña retahíla de defectos. Y la cúpula separatista los acumula todos, como estamos viendo estos días a propósito del terrible coronavirus. Lo que según ellos hasta hace solo cinco días era un virus diferente en Cataluña del del resto del mundo –el hecho diferencial, suponemos– y estaba perfectamente controlado, ahora se ha convertido en un llanto y crujir de dientes constante. La culpa, naturalmente, la tiene España que no sabe hacer las cosas bien ni les permite a ellos, tan estupendos, que salven al mundo entero con su reconocido buen hacer y sabiduría.
Menos solventar el problema de la falta de camas hospitalarias –en Madrid se han ofrecido hoteleros de renombre, ¿en Cataluña no hay quien haga lo propio?–, la falta de personal sanitario – los recortes de Mas en sanidad fueron los más salvajes en la UE -, o tomar medidas que a su alcance dentro de la ley, se han dedicado a criticar. Es lo suyo. Que si el gobierno ha hecho un 155 encubierto, que si ellos gestionarían mejor la crisis, que si desplegar a los militares es un pretexto para enviarlos a Cataluña, que por qué los Mossos han de estar bajo las órdenes del ministro del interior, que como no dejan a Torra cerrar el territorio catalán, en fin, lo de siempre pero corregido y aumentado. Por el momento, solo han sabido confinar Igualada. ¿Ustedes han escuchado algo acerca de como piensan movilizar a los millones de amantes de la independencia en tareas de ayuda a los más perjudicados? ¿Dónde están la ANC, Ómnium, los CDR y demás hierbas?¿Conocen alguna medida económica para ayudar a autónomos o pequeños empresarios? ¿Piensan eliminar impuestos propios de la Generalitat que son los más altos en el tramo autonómico de toda España? No. Incluso ante el apocalipsis, están en lo suyo.
Si el coronavirus se ha extendido se debe a que España es como es, porque si de ellos dependiera, en Cataluña no habría un solo caso. Ah, sí nos dejaran a nosotros, exclaman en las redes sociales, jaleándose los unos a los otros totalmente desmadrados en su insania. Ahora, el nuevo mantra es el ejército. Que la UME se haya desplegado les pone en todos sus estados. Ya ven llegar a los tanques por la Diagonal, expresión que evoca el miedo que produjo la entrada de las tropas de Franco en Barcelona. Un miedo que, sin desdecirlo, también supuso alivio porque significaba el fin de la Cheka y, al menos al inicio, del hambre, porque entraban repartiendo chuscos de pan a una ciudad que carecía de todo alimento, mientras los víveres se pudrían en enormes almacenes que causaron estupor cuando la gente los descubrió y vieron lo que allí se guardaba. Hubo quien se ahogó en los depósitos de aceite. Alguien tan poco sospechoso como Paco Candel lo dejó escrito, igual que Díaz Plaja.
Pero la cosa es meter miedo –como si no tuviéramos bastante con el virus– y decir que todo lo que se está haciendo desde el gobierno es para laminar la autonomía catalana. Ojalá, porque si de algo sirve esta crisis es para comprobar que, cuando vienen mal dadas, esto de las autonomías es una completa inutilidad y no hay como un mando centralizado. Que sea mejor o peor son otros Garcías.
Uno le diría a la ministra Robles –menudo zasca le arreó a Torra el otro día– que si ha de encargarle al JEMAD, el general y tocayo don Miguel Villarroya, que envíe a la UME a mi tierra, lo haga. No le tiemble el pulso, ministra. Usted conoce bien a mis paisanos. Estoy convencido que, al igual que en París o Roma, ver a nuestros militares patrullando por las calles, auxiliando en la logística, en materia sanitaria o vigilando estaciones y lugares estratégicos no turbaría ni un ápice a la gente normal. Además, los catalanes tenemos el mismo derecho que el resto de españoles a que nuestro ejército nos ayude.
Que no son tanques lo que vienen por la Diagonal, cenutrios, que es el Estado, que tiene la obligación de velar por todos de igual manera. Igualdad, señores, igualdad, concepto que ustedes odian con todas sus fuerzas a fuer de torpes, tontos, etc. No sigo. Ya conocen la lista.