“El crimen de Luigi Mangione ha abierto un debate social sobre la violencia muy profundo”, decía hace poco Ione Belarra en el Congreso. Dijo más cosas, y las decía de un modo parecido a como las habría dicho Mertxe Aizpurua hace años. Todo se resume en estas palabras: “Mucha gente se ha preguntado en estos días qué es más violento, si un sistema sanitario privatizado como el americano, que mata a miles de personas cada año, o el crimen de Mangione”.
Mangione acaba de asesinar al CEO de una aseguradora y Belarraizpurua ya se pregunta si es más violento el asesinado o el asesino. En el Congreso, y con absoluta normalidad. Se suele decir que en política no importa en realidad el quién, sino el qué. Pero no es eso. Importa siempre, y sólo, el contra quién. Contra un asesinado perteneciente al “sistema capitalista”, o al “patriarcado”, o a “España” se pueden esgrimir sin escándalo multitud de razones que justifiquen, suavicen o expliquen el crimen. En los periódicos, en las tertulias, en los programas de humor, en el Congreso. Nada importa, nada es demasiado grave siempre que quien suelte la burrada esté protegido por sus bien elegidos odios.
Gobierno-Prensa-Gobierno. El de la retroalimentación desinformativa es un fenómeno que debería tener su apartado en los libros de texto junto a las vacas rumiantes, la fotosíntesis o el ciclo del agua
Evidentemente no hace falta una reflexión profunda sobre la violencia política. En todo caso haría falta una hemeroteca actualizada diariamente. Así veríamos con claridad que las defensas públicas del asesinato, e incluso el asesinato mismo, provienen siempre del mismo espectro. La izquierda en sus diferentes modalidades. La izquierda socialista, la izquierda nacionalista, la izquierda antifascista, la izquierda anticapitalista. A esa izquierda justiciera no le queda más remedio que echarse al monte porque la derecha mata, el negacionismo climático mata, el capitalismo mata, el racismo mata, el patriarcado mata, la España opresora mata; y claro, matan mucho más, aunque sea en abstracto, que cada uno de los asesinos particulares idolatrados por las Belarraizpuruas del Congreso y los periódicos.
Remate a puerta vacía
Poco después de la reflexiva justificación de la violencia en el Congreso veíamos al presidente del Gobierno y a sus verdaderos creyentes escribir un nuevo capítulo de la reflexión de más éxito esta temporada. El debate sobre la verdad en la prensa. “La UCO halla ‘cero mensajes’ en el móvil del fiscal general”, centraba RTVE en un titular. Exactamente las mismas palabras que La Ser. La Sexta se desmarcaba, mostrando su absoluta independencia, con un titular alternativo: “La Guardia Civil no encuentra mensajes en el teléfono del fiscal general”. Y el presidente remataba a puerta vacía ante un público entregado: “¿Quién va a pedir perdón al Fiscal General tras los informes de la UCO?”
Quién va a pedir perdón, dice el presidente tras los titulares orgánicos. Dos días antes leíamos un titular de Félix Bolaños en La Ser: “El Gobierno obligará a los usuarios de redes sociales a rectificar cuando publiquen noticias falsas o inexactas”. Gobierno-Prensa-Gobierno. El de la retroalimentación desinformativa es un fenómeno que debería tener su apartado en los libros de texto junto a las vacas rumiantes, la fotosíntesis o el ciclo del agua. No se sabe qué empieza antes, si la consigna del PSOE o la fabricación de la prensa, pero da igual, porque en realidad todo es parte de lo mismo. Todo sirve al mismo fin. Mentid, decía el académico Pablo Simón, representante de la tercera pata.
Si mañana un “ciudadano desesperado” asesinara a cualquier persona que tuviera relación con un desahucio mediático, un “fondo buitre”, una promotora o un ayuntamiento fuera del control de la alianza progresista, Belarraizpurua volvería a soltar un discurso parecido en el Congreso. “Os lo dijimos”, podría escupir
Y ahora volvamos a la primera reflexión. La salud es un derecho fundamental, afirma Belarra, y con eso se da el paso a la relativización del asesinato. Aquí la salud está garantizada, pero habrá que buscarle un hueco a nuestros Mangiones. Belarraizpurua apunta a la vivienda; es decir, apunta a las personas concretas que podrían ser designadas responsables de los cientos -miles, millones, qué más da- de muertes sin culpable que equilibren cualquier hipotético asesinato. Si mañana un “ciudadano desesperado” asesinara a cualquier persona que tuviera relación con un desahucio mediático, un “fondo buitre”, una promotora o un ayuntamiento fuera del control de la alianza progresista, Belarraizpurua volvería a soltar un discurso parecido en el Congreso. “Os lo dijimos”, podría escupir. “La violencia engendra violencia”, dijo literalmente en el Congreso.
Pero se le olvida que también la información veraz es un derecho fundamental, como repiten cada vez que quieren cerrar un medio crítico. Un derecho que el Gobierno, sus socios y sus medios vulneran cada día. “La UCO halla ‘cero mensajes’”, se atreven a soltar en los titulares. Sin más detalles. Titulares que alimentan la crispación, la polarización, el populismo. Titulares violentos. Cualquier militante de la internacional belarraizpuruana se haría inmediatamente una pregunta. ¿Qué tendría que hacer el ciudadano común, desesperado ante la posverdad oficial, con los responsables de construir y propagar todos esos titulares sépticos?
Dale, Belarra. Reflexiona.