Opinión

En defensa del parlamentarismo

Frente a los errores de los gobiernos de May y de Trump, el Parlamento británico y el Congreso norteamericano se erigen como paradigmas o modelos de defensa del pluralismo político

  • Theresa May en la Cámara de los Comunes

En memoria de Eduardo Martín Toval y Vicente Álvarez Areces, dos grandes parlamentarios

El título de este artículo está inspirado en el del libro de Álvaro Flórez Estrada (1765-1853): “En defensa de las Cortes”. Flórez Estrada defendía a las Cortes de Cádiz y su Constitución liberal ante el rey Fernando VII, sin ningún éxito, como es bien sabido. Es más, él tuvo que exiliarse para escapar a la pena de muerte dictada por el gobierno del rey felón. Flórez Estrada fue uno de los economistas más notables que ha tenido España, y se caracterizó por tener una visión cosmopolita realmente magnífica; advirtió que España podía perder América sino forjaba con las nuevas naciones americanas una relación de igual a igual, argumento al que Fernando VII no hizo el más mínimo caso. En nombre del Trono y del Altar ese rey reaccionario inflamó los ánimos de los españoles, y las consecuencias fueron el atraso de España durante los años (decisivos en Europa) de su reinado, las guerras civiles que dejó sembradas y un posterior nacionalismo español que no tuvo contenidos liberales, como sucedió en otros países.

Todo esto me sirve para comentar algún acontecimiento de esta semana: la derrota parlamentaria de la primera ministra conservadora británica, Theresa May, y la subsiguiente derrota de la moción de censura contra la primera ministra del líder laborista, Jeremy Corbyn.

Desde nuestra perspectiva, que es una perspectiva “europea unionista”, lo que ahora está sucediendo en el Reino Unido es muy preocupante. De hecho, los responsables de la Unión Europea le han pedido al Gobierno y al Parlamento británicos que contesten a la pregunta: ¿qué quieren hacer con el Brexit?

Las ideologías autoritarias, desde los comunistas hasta las dictaduras derechistas, han argumentado siempre su superioridad frente a los defectos de las democracias liberales

He reiterado que la democracia es el peor sistema político si consideramos que es el más caro, que es más imprevisible, y que muchas veces elige gobiernos menos competentes y eficaces. En estos momentos, las democracias salen perdiendo en una comparación con gobiernos como el chino y otros gobiernos autoritarios en esas tres valoraciones. Las ideologías autoritarias, desde los comunistas hasta las dictaduras derechistas, han argumentado siempre su superioridad a partir de los defectos de las democracias representativas o liberales. Sin duda, el ejemplo británico haría las delicias de los redactores de los libros de texto de mi bachillerato, los increíbles panfletos titulados “Formación del Espíritu Nacional”, que justificaban la dictadura franquista en la inestabilidad parlamentaria de España durante las Monarquías y las Repúblicas de nuestro pasado; obviamente, envuelto todo ello en un nacionalismo ramplón, herencia de los tiempos reaccionarios de Fernando VII: el liberalismo, además de ser condenado en el “Syllabus” eclesiástico, era una ideología que no podía ser “española”, y sobre eso Menéndez y Pelayo había pontificado de sobra.

Sin embargo, la democracia se legitima porque es el único régimen cuyo gobierno -en resumen, el Poder- no da miedo (en la democracia los poderes están sometidos a las leyes, y esa tarea no puede dejar de perfeccionarse nunca, y cuando se detiene, como ocurre a veces, los desprotegidos y los débiles lo notan inmediatamente, y suceden cosas estremecedoras, como por ejemplo, las conexiones del turbio policía Villarejo con el gobierno y los poderes económicos).

A la vista de que la Gran Bretaña de May y los Estados Unidos de Trump no dan precisamente ejemplo de probidad democrática, en Europa, una mayoría de la opinión pública, y de la opinión publicada, creen que el modelo anglosajón está perdiendo el prestigio y el atractivo que tuvieron anteriormente; sería una consecuencia más de la desaparición de los paradigmas surgidos después de la II Guerra Mundial, cuando triunfaron ejemplarmente las democracias británica y norteamericana sobre el fascismo y el nazismo.

La Cámara de Representantes norteamericana es la única barrera frente al Trump que apela constantemente al pueblo y así justifica modos de gobernar no sometidos a control alguno

Yo no comparto esa creencia, y mi opinión se basa en que el Parlamento en los dos países, como en otras circunstancias históricas igualmente difíciles, será capaz de encontrar solución a sus problemas nacionales, que son también internacionales, y al mismo tiempo, manteniendo los principios de la democracia representativa como garantía única del respeto a los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Frente a los errores de los gobiernos de May y de Trump, el Parlamento británico, y el Congreso (destacadamente la Cámara de Representantes) norteamericano, se erigen como el paradigma o modelo ejemplar de defensa del pluralismo político contrario a las tentaciones monárquicas (de un sólo poder) de los gobiernos. El Parlamento británico, ejerciendo su excepcional soberanía, derrotando a Theresa May por 432 votos frente a 202, está indicando que rechaza el populismo de la democracia directa del nefasto referéndum del Brexit. En cuanto a la Cámara de Representantes norteamericana (y puede que también el Senado), aunque no tengan la soberanía del parlamento británico, es la única barrera frente al modo populista de gobernar de Trump, basado en que la apelación constante al pueblo (hoy con las redes) justifica modos de gobernar no sometidos a control alguno, o descaradamente autoritarios.

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