Opinión

El día que Sánchez secuestró al Gobierno

¿Qué hicieron los atolondrados ministros en las largas horas en las que Puigdemont los mantuvo confinados en la salita de los cafés de Moncloa?

  • Sánchez y Puigdemont, navajeo sin sangre -

ViceYolanda deambulaba entre los sillones, muy alterada, móvil en ristre. “Tengo que llevar a la nena a un cumple y nosotros aquí como pasmarotes”. Telefonea a ‘Espartaco’ Gordo, el homérico sindicalista. “Que sí, que la mani es contra el PP por vetar las pensiones… ya sé que votarán que sí pero da lo mismo. Tú, a las calles, que las gambas las pago yo”. Así pasó El Ángel exterminador por La Moncloa. 

Albares da órdenes por guasap a su sastre para que retoque las hombreras de su uniforme de gala, que 'me roban centímetros', dice. (“Es tan bajito que me da vértigo”, bromea Óscar López, esa caricatura boba de Antonio Ozores). Luego remite tres órdenes de cese a otros tantos embajadores que han publicado algún escrito a favor de la Corona. Ya van como treinta.. 

Pilar Alegría, la rubia platino del Moncayo, repasa mentalmente los ejercicios de su coach. “No repetir lo de ‘si me permiten’, ni lo de ‘insultos y soeces’, y se dice ‘produjeron’ y no ‘producieron’”... Óscar Puente, siempre a punto de la embestida, lanza endiablados uppercuts contra una pobre pared que pasaba por ahí mientras recita versos de San Juan de la Cruz. "Este sí es el puto amo". Carlos Cuerpo, gesto contrito tras la colleja del Número 1desliza maldades sobre Yoli al oído de Isabel Rodríguez, dispuesta al chisme. La candorosa manchega, chafardera contumaz, colecciona bulos sobre sus compañeros de partido que luego quizás difunde entre su círculo de damas rurales de Puertollano. 

“No, no y no”, se escuchaban los gritos desde Waterloo. ‘No se ponga usted así, lo podemos arreglar', respondía el melifluo triministro sabedor de que el gran Narciso había dado órdenes de no salir de ahí sin un pacto

Más de dos horas llevaba ya el Gabinete encerrado en la sala de los cafés a la espera de la fumata blanca. El 'rincón de la tortilla' lo llaman porque ahí se reponen los miembros del Ejecutivo tras las arduas deliberaciones (je) del Consejo. Este martes fue al revés. Empezaron por lo segundo. La agenda del día había saltado por los aires. María Jesús Montero, Bolaños y Cerdán negociaban con Puigdemont, Turull y Nogueras, en una ardua videoconferencia, la forma de recortar el decreto ómnibus sin alcanzar una fórmula del acuerdo. “No, no y no”, se escuchaban los gritos desde Waterloo. ‘No se ponga usted así, lo podemos arreglar', respondía el melifluo triministro sabedor de que el gran Narciso había dado órdenes de no salir de ahí sin un pacto. 

-La parte contratante de la primera parte…será considerada como la parte contratante…, decía Bolaños.

-No, eso no me gusta, demasiado largo, respondía Puigdemont.

-Ah, no importa, no vamos a romper una vieja amistad por esa tontería. Lo cortamos. 

Subía la tensión donde rumiaban su cabreo los ministros enjaulados. Margarita Robles, toda bondad, explicaba a la recién llegada vice Sara Aagesen, frígido homenaje a Ingmar Bergman, que sesiones como estas no suelen ocurrir. “De hecho, no había pasado nunca. Esto es culpa de Bolaños que es un torpe”. 

Mónica Madre García, eterna aspirante a Nuria Espert de mercadillo, gritaba desaforada desde la esquinita  alguna jaculatoria blasfema contra Muface. Hace ya tiempo que a la ministra de Sanidad nadie le hace ni caso. Todo el mundo piensa que ya se fue a la OMS y es como si no existiera. La señora que nunca estuvo allí. Ángel Víctor Torres, que ya perdió seis kilos desde que estallaron las denuncias de Aldama y lo del pisito de 'señoritas' en Atocha, recibía en su terminal alertas insistentes sobre nuevos casos de la trama koldista con su nombre entre los salpicados. Un sinvivir lo de este hombre de la Memoria. Ya no le dejan ni un minuto para remover huesos por las cunetas. Ernest Urtasun buscaba en Google el oficio de un tal Machado sobre el que tenía que disertar en un acto a las 19,00. “Per a mi que ès un pintor.Trucaré al Iceta”, pensaba con ese aplomo que da la estupidez.

Más tiempo que el 23F

El servicial Grande-Marlaska trasteaba en su cartera de los informes very very confidentials sobre las andanzas de algunos personeros socialistas por tierras caribeñas. "Tarde o temprano, esto estallará”. Miraba el reloj. Se ciscaba en el maldito catalán, en la tropa de Junts, en los gilipolls de la estellada . "Si hubiéramos dejado que Llaneras se lo trajera para acá no andaríamos en estas". 

Collons, vamos a estar aquí encerrados más tiempo que los el 23-F”, rumiaba Jordi Hereu, otro catalán, uno de los más veteranos de la cofradía. Aquellos diputados de cuando el tejerazo estuvieron secuestrados casi 17 horas, un sacrificio notable, un empeño fecundo que cristalizó en un premio literario para Javier Cercas, que era de lo que se trataba.

Como en Moncloa no se puede fumar, algún ministro se escabulló taimadamente para echar un pitillo. En el Congreso, cuando la asonada, podían salir al baño para evacuar el vicio. El problema es que en los escaños, tanto a izquierda como a derecha, se acabó pronto el tabaco. A la caida de la tarde, sobre las ocho, apenas había algún cigarrito en el Hemiciclo. Contaba aquí Rodríguez Ibarra que, en su desesperación, le llegó a ofrecer diez mil pesetas por un paquete de rubio a un colega canario que tenía un cartón. “Después del desayuno”, le respondía el susodicho, un amarrete de campeonato. Y no se lo dio porque la revuelta concluyó de madrugada. Ni café, ni tabaco, ni golpe, vaya chapuza de tejerazo.

La negociación con Waterloo se eternizaba. En la salita de espera, la tensión aumentaba. Alegría, Cuerpo y Óscar López repasaban sus papeles. Les tocaba actuar frente a la Prensa una vez concluido el Consejo. Si es que se celebraba. Si es que había comparecencia. En el despacho de la videoconferencia, los negociadores seguían afanados en el empeño de convencer a Puigdemont de que se le daría cuanto pidiera. El trujimán separatista disfrutaba como el gatito del cuento con el ratón. 

-Ahora en esta parte que sigue hay algo que no le gustará…decía el MJ Montero.

-Bien, su palabra es suficiente para mi. Lo quitamos, aducían en el otro lado.

-Bueno, ¿mi palabra es suficiente para usted?, insistia la ministra.

-Desde luego que no. Quitemos un par de cláusulas.

Finalmente, se alcanzó el acuerdo. El mamotreto de 80 artículos, elaborado en el laboratorio de Bolaños, en el que se mezclaban la subida de las pensiones con los parches a Correos, las ayudas a la Dana con exenciones fiscales a la Champions, quedó reducido a 29 puntos. La base del llamado 'escudo social’, según la jerga del Gobierno. También llamado 'las urgencias de la gente'. O sea, el palacete del PNV en París.

-Todo listo, vamos a firmarlo.

-Bueno, me olvidé de decirle que no sé escribir.

-Da lo mismo, mi pluma no tiene tinta. 

En asunto tan severo, luego de la humillación infligida desde Waterloo, el gran narciso pretendía trasladar la imagen de que sigue entero, de que lo acordado es bueno para los desfavorecidos, de que la cuestión de confianza (hasta ese momento un tabú insuperable) es cuestión menor, un mero trámite y no una concesión

Y así, más de dos horas después, terminó el tormento de los enclaustrados, cuando ya se percibían gestos poco amigables entre los cautivos, muecas de desprecio y hasta ofensivas miradas. Este es un Gobierno en el que menudean los odios, las fobias, las broncas y las envidias. Sánchez lo alimenta. Incapaz de gobernar, ejercicio que le importa un cuerno, alienta estas disputas para que sus ministrillos se entretengan y no le agobien con cuestiones de verdadera enjundia. La deuda, el paro juvenil, la vivienda imposible, Marruecos, la inflación...La indecencia rige la vida, no la sabiduría. Pla.

Tras el inhóspito confinamiento, la agenda del día dio un vuelco. Se celebró el preceptivo consejo de ministros a velocidad de vértigo porque ya estaba todo hablado. Bolaños informó someramente a sus compañeros de Gabinete sobre las negociaciones con el bandido y no hubo ni preguntas ni ruegos. Luego, en la sala de prensa, se cambió raudamente el decorado. La mesa en la que habitualmente aposenta su esqueleto la portavoza Alegría fue transformada en un escenario solemne para la intervención campanuda del presidente. Sánchez quería hablar. No estaba previsto pero prefería no dar opción a las tontadas de su vocera, tan torpona y prescindible como un soneto de García Montero. En asunto tan severo, luego de la humillación infligida desde Waterloo, el gran narciso pretendía trasladar la imagen de que sigue entero, de que lo acordado es bueno para los desfavorecidos, de que la cuestión de confianza (hasta ese momento un tabú insuperable) es cuestión menor, un mero trámite y no una concesión a los bárbaros amarillos, que depende de él mismo y nadie más, y de que el PP es una excrecencia de la ultraderecha que pretende arrebatarle el corrusco de pan duro a los pobres jubilados. Gente sin alma, ya se sabe. 

Un sonoro trágala. Un episodio más de la gran serie de Puigdemont, ese enorme prosista, titulada 'Así pongo de rodillas al presidente de España', que ya va por su enésimo capítulo. Desde ‘Indultos no, por supuesto’, al 'Voy a Barcelona y vuelvo’, ‘La malversación te la metes por…’, ‘Amnistía como puedas’, ‘Vente a Ginebra, Cerdán’, ‘Dame el concierto, Marichús’, 'Yo, el Supremo', y así. Las próximas entregas, quizás, serán ‘Yo vigilo las fronteras’, ‘Catalán hasta en el Bernabéu’, etc... El más deseado, 'Hazte un selfi, Pedri’, también caerá. Dos minutos antes de los Presupuestos o por ahí. 

Chulángano mesetario

“Títere, figurilla, fantoche”, llamaba Indalecio Prieto a don Juan, el padre del actual Emérito. ‘Mequetrefe, chuleta mesetario, pívot de todo a cien", llaman a Sánchez en la corte de Junts. El grotesco episodio del martes, con todo un Gobierno encerrado durante horas a la espera de que un prófugo de la Justicia (desde hace seis años) decida qué leyes se aprueban en el país que detesta y que pretende desintegrar, es la representación de una trágica realidad. Los siete escaños de una colla de xenófobos con espardeñas y virolai señalan el devenir de toda una nación. 

Mientras tanto, Sánchez se afana en destruir ‘esas instituciones que odiamos mortalmente’, que diría el fundador de sus siglas, Pablo Iglesias, en un empeño disparatado y furioso al que ya solo ponen freno algunos jueces y el Rey. Mientras tanto, ¿qué hace esta sociedad antaño valiente y ahora sonámbula? Algunos se resisten. Los más, se encogen de hombros. Y unos cuantos suspiran : “Ya nos lo arreglará Trump”. Las cosas son o no son y en medio, no hay nada, decía el policía de Onetti.

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