Es harto sabido que el movimiento separatista está sobradísimo de amor por el prójimo, comprensión y tolerancia. He aquí una nueva demostración del halagüeño futuro que nos esperaría a muchos en su republica de papel maché y talonario camuflado dentro de un misal. Como sea que se cumplen cuarenta años justos y cabales desde que se inauguró ese parlament de la Señorita Pepis, TV3, atenta a las noticias realmente importantes, entrevistó al personal que realmente currela en el edificio del parque de la Ciudadela. Y ahí que se fueron a hablar con Doña Dolores, once años de servicio a sus espaldas en ese puerto de arrebatacapas. Lo primero, mi más sincero reconocimiento porque si esa panda ya es gárrula en sus escaños, no quiero ni pensar cómo serán cuando, entre regüeldo y regüeldo, se sienten a tomar un cafelito.
Bueno, pues como la entrevistada respondió a todo el cuestionario – banal, por cierto – en su lengua, el español, los separatistas saltaron cual perros paulovianos al escuchar la campanilla, ensalivando bilis contra la pobre mujer que, al fin y al cabo, está ahí ganándose la vida.
Las lindezas que el gol sur lazi ha soltado en Twitter son para enmarcarlas en los mejores retretes del mundo. Que si deberían echarla a la calle, que si el español es la lengua de la chusma y de la parte más guarra de la sociedad, que si se ha de conseguir que a la gente le de vergüenza hablarlo, que si no habla catalán es porque no le sale del higo, que si gentuza, que si despreciable, que si los políticos a los que atiende la señora deberían poner el grito en el cielo, que si es corta, que si lerda, que si colona, y lo de siempre, que esa señora no es ni puede ser catalana porque no se ha adaptado y no habla catalán.
Si no hablas catalán, es decir, si no les sigues el rollo, ni eres digno de vivir aquí, ni de trabajar
Ahí queríamos llegar. Resulta que, si no hablas catalán, es decir, si no les sigues el rollo, ni eres digno de vivir aquí, ni de trabajar ni de respirar este aire perfumado por el olor a Ratafía, incienso montserratino y efluvios corporales emanados de axilas cupaires. Puerta y a la calle. Esa es su concepto de patria, un club privado, un speakeasy en el que solo puedes entrar si sabes la contraseña y el portero entiende que eres persona de fiar.
En los garitos de esa índole, siempre regentados por gánsteres, no faltan los camareros que sudan la gota gorda cuando tienen que servir a un capo, siempre pendientes de que todo esté a su gusto, de no derramar ni una sola gota de licor, de no mirarlos a los ojos. La cerillera también ha de andarse con mucho ojo, y pobre de ella si no tiene los puros que exige más que pide el Capone de turno o no sonríe como se entiende que debería al Frank Nitty de mirada lúbrica, que opina que a las mujeres hay que darles los cargos solo si tienen tetas gordas.
Trabajar en esos antros comporta no pocos riesgos, y no les digo nada si eres músico, cantante, corista o gerente, estos últimos viviendo siempre con el miedo a que algún fiscal del distrito despistado acabe empapelándolos por un quítame allá ese Palau. Y pobres de ellos sí cantan. Fredo, Fredo, me has destrozado el corazón, le diría alguien mientras se les recuerda amablemente que tienen una familia. Ahora le ha tocado a Doña Amparo, que ejerce un oficio por el que siento el más vivo de los respetos. Soy hijo de camarero y sé lo duro que es, lo que tienes que aguantar, las veces que has de morderte la lengua y como acabas con las piernas destrozadas, a base de estar tantas horas de pie.
Sucede también que, en tales bochinches, ocasionalmente se arma una refriega por un ajuste de cuentas o alguna vendetta, y aparecen las ametralladoras Thompson, tableteando muerte sin compasión, haciéndoles coro las automáticas COLT 45, que tampoco se quedan a la zaga cuando de escupir fuego y plomo se trata. En esos casos, los gánsteres de la época tenían, al menos, cierta consideración. Algún matón gritaba “¡No disparéis al pianista!”, y todos procuraban apuntar a la banda rival. Aquí, ni siquiera tienen esa deferencia. En medio del fugo cruzado de republicanos y neoconvergentes, se dispara con una recortada y, hala, cuerpo a tierra. ¿Qué para demostrar que eres más separata que los demás te cargas a una camarera? Que no se hubiera puesto en medio.
No disparen a la camarera, caramba, que parece mentira que en el Chicago de Capone tuvieran más miramientos para con sus trabajadores que ustedes. Y recuerden, como en la mafia, no es personal, solo son negocios. Los suyos, principalmente.