Después del espectáculo con Zelensky en el Salón Oval, vuelve Trump con una nueva puesta en escena. Esta vez, con la escenificación de lo que el propio presidente de EE.UU. ha llamado el "Día de la Liberación", que, en resumen, es el lanzamiento de una "guerra arancelaria" (o guerra monetaria, como bien señalan algunos) contra todo el mundo, incluso contra las focas de las deshabitadas islas Heard y McDonald. ¿Pero por qué hace esto Trump?, ¿es esto de los aranceles un tema puramente económico?, ¿qué pretende?, ¿por qué juega así sus cartas?
Más allá del debate arancelario —de si es un impuesto para los ciudadanos y no para los políticos— y superando la crítica al burdo cálculo del déficit comercial de EE.UU. con cada país, lo que podemos afirmar en primer lugar es que esta medida de Trump es el inicio de una calculada estrategia de negociación con fines políticos, un arma geopolítica dirigida al exterior de EE.UU. más que a su público interno. ¿Le funcionará a Trump esta nueva estrategia para obligar a los países a alinearse con él o contra él? Quizás. ¿Ha logrado que todo el mundo y los mercados estén pendientes de sus decisiones? Sin duda. Pero las consecuencias de este nuevo show de Trump aún son difíciles de valorar. A nivel político, ha hundido a sus ahijados, a aquellos partidos políticos que tiene bajo su padrinazgo, porque los pone en un brete al no poder criticarlo y a la vez no quedar como súbditos de una política performativa e imperialista. Y, al contrario, esta nueva escena da mucha fuerza al antitrumpismo, porque les facilita una autopista muy ancha por donde atacar la forma de un modelo de gobierno que, tampoco nos engañemos, en el fondo no es muy diferente de lo que viene haciendo la Casa Blanca desde hace varias administraciones; siguiendo la Doctrina del Pivot to Asia, usando el comercio como herramienta de orden internacional, consolidando políticas de fin expansionista.
La campaña de Pedro Sánchez titulada “Nuestros valores no están en venta. Nuestros productos, sí”, es un ejemplo de la utilización en la comunicación política de poderosas narrativas que apelan a lo emocional contra un antagonista —en este caso, fabricado a medida— para articular el nuevo relato de Moncloa: “Compra lo tuyo, defiende lo nuestro”.
El giro de Trump, por tanto, no es ideológico, más bien apunta a que se hace por una necesidad estratégica. Todo parece indicar que no es un plan de la actual Administración, sino la continuidad de un programa estatal que ahora Trump lleva a un siguiente nivel. Como ha declarado el periodista económico Lorenzo Ramírez, el objetivo de Trump es "someter política y económicamente a cada país para que compren deuda de Estados Unidos". Y es que todo apunta a que Trump está generando inestabilidad geopolítica y económica deliberadamente, porque con cada amenaza suya se revaloriza la deuda estadounidense. Es el juego del palo y la zanahoria para que los países acepten un nuevo orden económico “que pasa por devaluar el dólar y al mismo tiempo conseguir que se reduzcan los costes de financiación de las deudas del Tesoro” añade Ramírez.
Lamentablemente, no escucharemos a los políticos españoles o europeos hacer una lectura de todos estos acontecimientos sin llevarlo al terreno ideológico. Lo único que veremos es cómo unos y otros buscan sacar tajada para su propia estrategia partidista. Y esto, porque a unos les conviene presentar a Trump como reconquistador de las libertades de un nuevo Estados Unidos —algo que es falso— y a otros les conviene presentar las polémicas de Trump como muestras de una "ultraderecha mundial" desafiante, para acto seguido presentarse como héroes de la libertad del libre mercado, y así poder construir su relato de luchadores contra lo "reaccionario". La campaña de Pedro Sánchez titulada “Nuestros valores no están en venta. Nuestros productos, sí”, es un ejemplo de la utilización en la comunicación política de poderosas narrativas que apelan a lo emocional contra un antagonista —en este caso, fabricado a medida— para articular el nuevo relato de Moncloa: “Compra lo tuyo, defiende lo nuestro”.
Las mismas recetas que ya sufrimos los ciudadanos, ¿para obtener diferentes resultados? Todo apunta a que el ciudadano terminará pagando los aranceles de Trump, Sánchez y de la UE
Sánchez nos presenta a Trump como una nueva crisis, como una nueva pandemia, ante la cual anuncia que va a desplegar su plan de Respuesta y Relanzamiento Comercial, diseñado, según él, para “mitigar los efectos negativos de la guerra comercial” y “tejer un escudo que proteja la economía”: un “blindaje de 14.000 millones frente a Trump”. Volvemos a los avales ICO, a los Erte de pandemia. Sánchez ha anunciado que va a “recanalizar” 5.000 millones del Plan de Recuperación y Resiliencia, que gestiona los fondos europeos concedidos por la pandemia. La película de la crisis mundial nos vuelve a interpelar ¿con qué finalidad? Las mismas recetas que ya sufrimos los ciudadanos, ¿para obtener diferentes resultados? Todo apunta a que el ciudadano terminará pagando los aranceles de Trump, Sánchez y de la UE, y además las cesiones que estos últimos hagan a un EE.UU. que encima acusa al mundo de haber sido “saqueado, violado y expoliado” durante décadas, algo que es completamente falso.
Esta madrugada de viernes, Trump ha confirmado que “los aranceles son negociables” y que exigirá que, como concesión, le den algo “fenomenal”. A bordo del avión presidencial ha dicho a los periodistas: “Los aranceles nos dan un gran poder de negociación. Siempre lo han hecho. Los usé muy bien en el primer mandato. Ahora lo estamos llevando a un nivel completamente nuevo”. Y quizás ahí esté la clave de este nuevo espectáculo trumpista. Desengañémonos, Trump no ha venido a cambiar nada, sino que nos está llevando justamente a un nivel donde él tiene la sartén por el mango, incluso frente a sus adversarios internos. La Casa Blanca se presenta ahora como el centro del mundo financiero, el cuartel general de una guerra de divisas, donde Trump está configurando un nuevo orden geopolítico acopiando más armas que las militares.
Los mercados mundiales abren en rojo, los gobiernos del mundo amenazan con más impuestos a los compradores. La gente investiga si todo esto afectará a sus puestos de trabajo o traerá consigo una inflación más rápida porque se teme que todo pueda costar entre un 10 % y un 25 % más. ¿Qué sucederá? Seguro que nada bueno para el ciudadano de a pie, que pagará el déficit de EE.UU. y el exceso de su deuda, además del exceso de su deuda nacional y seguirá sufriendo la inflación de su propio país.
Trump, desde los cielos, aprovechaba para presentar la Trump Card, un nuevo visado que costará 5 millones de dólares y que puede darte la nacionalidad estadounidense para "estar en el mejor país del mundo". Mientras tanto, el mundo, sigue alarmado porque las bolsas de valores están en rojo y porque algunos periodistas empiezan a señalar que el 2 de abril fue “el día de la destrucción”. Una nueva crisis mundial ya está aquí.
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