Lo he dicho muchas veces: si los empresarios catalanes de peso se hubieran plantado en su momento no habríamos llegado hasta el punto en el que estamos. Claro que lo mismo podríamos decir de los sindicatos, de la pseudo izquierda, de los intelectuales o de cualquier otro estamento que integra una sociedad moderna, pero los que más responsabilidad ha tenido son los de la lana, los capitostes, la creme de la creme. Ni uno salió a decirle a Artur Mas que no tan solo la estaba metiendo hasta el corvejón sino que, además, muchos lo jalearon y hasta pusieron pasta en el asunto.
Cuando Cataluña acabó arruinada, aislada, paralizada e incendiada se miraron los unos a los otros y, encogiéndose de hombros, soltaron la canallada que suele decir la burguesía catalana cuando la cosas no salen como habían previsto: No anem bé. No vamos bien. Como si no fuera con ellos, como si el pujolismo hubiera nacido por generación espontánea., como si décadas apoyando el proyecto de ingeniería social convergente no tuviera que acabar como era previsible.
Y como se han dado cuenta, finalmente, que las empresas que se fueron de mi tierra, hartas de corrupción y demagogia, no volverán jamás, ahora han puesto a un mal contable al frente, Aragonés, y piensan utilizar un partido de usar y tirar, Esquerra, a ver si el sempiterno chantaje en el que viven instalados los adinerados catalanes desde la pérdida de las colonias se mantiene. Esto es, exigirle todo al gobierno de España y, a cambio, prometer no dar mucho la turra si se les conceden permisos, exenciones, ventajas y prebendas respecto al resto de españoles.
Es el momento del aggiornamento, uno más, y hay que moderarse. Los hiperventilados no interesan, y conviene tenerlos lejos. Al menos por ahora. De momento conviene aprovechar al máximo que al frente del gobierno de España hay un perfecto insensato y sacarle todo lo que se pueda, incluso un referéndum acordado. Luego, ya se verá. Se pudo ver el acto organizado por Foment del Treball en el que Sánchez y el presidente de la vulgaridad catalana, que no generalidad, se dieron cita. Escuchar al presidente de la patronal más antigua de toda Europa, señor Sánchez Llibre, pedirles a ambos que no se cansaran de negociar daba vergüenza ajena.
Los empresarios de mi tierra siempre vivieron pendientes de las subvenciones, las paguitas y las sonrisitas de complicidad que les ponían desde Palau
Instalados en el mantra separatista, en lugar de hacerse valer como interlocutores sociales y motor de la economía, los empresarios de mi tierra siempre vivieron pendientes de las subvenciones, las paguitas y las sonrisitas de complicidad que les ponían desde Palau. Siguen ahí. Quieren que Madrid y Barcelona sean coleguis, compis yoguis, que haya mucho diálogo y, sobre todo, que no haya ruido porque eso les perjudica. Si Javier de Godó sale ahora a decir sin que se le caiga la cara de vergüenza que “corremos el riesgo de que el problema identitario nos impida progresar política y socialmente como lo demuestra la deriva de los últimos años”, todo puede suceder.
Porque aquí nunca se le han pedido cuentas a nadie y todo sale gratis, incluso los intentos de golpes de estado. Que ahora el Conde de Godó diga estas cosas es síntoma de que en Cataluña todo vale y nunca pasa nada. Porque él y su grupo mediático han sido uno de los principales apoyos mediáticos del proceso. ¿O no se acuerda Godó de lo que escribía Rahola en su diario, cesada hace pocas semanas, porque ahora toca poner cara de inocente? ¿Se le han olvidado al Grande de España aquellas portadas tremebundas de La Vanguardia con titulares como el de la diada del 2012, la del millón y medio de gente, dijeron, que rezaba “Cataluña dice basta”?
Leales a España en Madrid y leales al separatismo en Cataluña, lo que haga falta para no perder el pie en el estribo de los aprovechados, de los ventajistas, de todo lo que nunca debería ser alguien que aspire a crear riqueza de manera limpia
Nadie de los presentes pensó en recordárselo porque, y he aquí el germen que todo lo pudre en esta parte de España, a Godó se le condecoraba coincidiendo con el 250 aniversario de Foment. Atentos a las palabras del Conde: “Continuaré con la doble lealtad que ha guiado y seguirá guiando siempre mi conducta”. He ahí el mejor resumen de lo que es el alto empresariado catalán. Leales a España en Madrid y leales al separatismo en Cataluña, lo que haga falta para no perder el pie en el estribo de los aprovechados, de los ventajistas, de todo lo que nunca debería ser alguien que aspire a crear riqueza de manera limpia, con talento, esfuerzo y sin atajos innobles.
Yo instauraría un nuevo premio para que lo otorgara Foment: el Esaú. Ya saben, el que vendió su progenitura por un plato de lentejas. Aquí se han vendido honestidades y dignidad por una campaña de publicidad institucional o permisos urbanísticos imposibles en otro lugar medianamente serio. Sería difícil elegir quién, entre todos los grandes del taco, cosecha mayores méritos para obtenerlo. Si ese personaje bíblico no les acomoda, tengo otra alternativa: el Judas Iscariote.
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