En medio de una trágica DANA que ha asolado las provincias de Valencia y Albacete ocasionando decenas de muertos y desaparecidos, como no se recordaba en muchas décadas, reventando localidades a su paso, mientras tanto la actualidad política española no deja de sorprendernos a cada día.
En tan sólo dos semanas, el Tribunal Supremo (Sala de lo Penal) ha abierto una instrucción contra el Fiscal General del Estado por un presunto delito de revelación de secretos, con registro de su despacho por la Guardia Civil inclusive. A su vez, han sido desestimadas tres querellas criminales contra el juez Peinado, que instruye la causa en que se investiga a Begoña Gómez. Ello sin perjuicio de que con anterioridad se desestimó también la petición de archivo de ese procedimiento, en el que tantas veces la portavoz del gobierno nos insistió que se trataba de fango, de un “no caso”. Y ahora, ese mismo Juzgado de Instrucción acuerda investigar a Begoña Gómez por otros dos presuntos delitos: apropiación indebida e intrusismo, que se unen a los presuntos delitos de tráfico de influencias y de corrupción en los negocios privados con que se abrió esa causa penal. A su vez, el propio hermano de Sánchez está investigado por un Juzgado de Instrucción de Badajoz.
También conocemos que el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno remite al Supremo una exposición razonada referida a José Luis Ábalos en que sostiene la existencia de indicios sólidos de tres delitos: organización criminal, tráfico de influencias y cohecho. Lo que previsiblemente dará lugar a que el Tribunal Supremo, previo suplicatorio, abra una instrucción contra el Sr. Ábalos. Y quedan el Delcy Gate, Koldo, Aldama, Barrabés, el rescate de Air Europa, y ya se acaba perdiendo el hilo de tanto estropicio.
Proceso de descomposición
No se trata de cómo acaben cada una de esas causas judiciales. Y sí se trata de comprobar que ya el gobierno vive en una cotidiana sucesión de noticias siempre procedentes de los tribunales. Cuando se llega a este punto, cuando no se sabe las noticias que seguirán apareciendo, casi a cada día, lo que es seguro es que no cabe ya hablar de ninguna iniciativa política que sostenga el gobierno. Lo que estaba claro la noche del 23 de julio del año pasado –día de las elecciones generales–, en el sentido de que ninguna coherencia podía tener la acción de gobierno con tan inviables socios parlamentarios, realmente lo peor de cada casa, hoy ya se convierte en un despeñadero o, si se quiere, en un proceso de descomposición política. Que seguirá y seguirá, en el seno de un gobierno acuciado por las novedades judiciales. Cuando se llega a ese punto, todo se torna imposible.
Toda España contempla cómo hay un Gobierno sometido a la actuación el poder judicial, y en algo tan evidente –insistimos, acabe como acabe en los tribunales– como es la corrupción
Se puede aprobar un decreto para convertir RTVE en una oficina de propaganda gubernamental. Se puede intentar de todo, será inútil. Cuando los intereses y las responsabilidades de un gobierno se debaten, resolución a resolución, en los tribunales de justicia, es tarea perdida proseguir en una fuga hacia ningún sitio.
Hoy, toda España contempla cómo hay un Gobierno sometido a la actuación el poder judicial, y en algo tan evidente –insistimos, acabe como acabe en los tribunales– como es la corrupción. Lo que fue la bandera de Pedro Sánchez en la moción de censura de 2018 –defendida por Ábalos– hoy ha cambiado de signo. Es un criterio de sentido común que un gobierno no puede ni moverse, a la espera de la resolución judicial de cada día.
Eso coincide con el estallido deplorable del asunto Errejón, una mezcla de farsa e hipocresía. Descubrimos que Sumar/Restar conocía ya una denuncia en verano de 2023. Daba igual, el caso era no seguir a la denunciante, sino al Sr. Errejón, al cabo de los meses nombrado portavoz de Sumar. Y aquí, mientras tanto, no dimite nadie, no se asumen responsabilidades.
Hoy, todo estalla –da igual Sumar o Más Madrid–, sin ningún viso de solución. No sabemos qué pasará en los juzgados –donde siempre hay que mantener la presunción de inocencia– aunque sí sabemos la carta enloquecida del propio Errejón.
Un Gobierno que no ha comprendido la lección de la dignidad, que obliga a marcharse a la vista de la inagotable sucesión de escándalos. Que no ha comprendido dimisiones que están en la historia
Así no se va a ningún sitio, es el Gobierno –o el desgobierno– quien tiene un problema atrozmente insoluble. ¿Qué va a decir la próxima vez que aparezca una información de la UCO? No, realmente un gobierno pillado entre la corrupción y la farsa e hipocresía es un gobierno perdido.
Un Gobierno que no ha comprendido la lección de la dignidad, que obliga a marcharse a la vista de la inagotable sucesión de escándalos. Que no ha comprendido dimisiones que están en la historia, véase la del canciller socialdemócrata alemán Willy Brandt en 1974, cuando se descubrió que un directo colaborador suyo, Günter Guillaume, era espía de Stasi al servicio de la Alemania Oriental. Ningún delito, para nada, había cometido Willy Brandt; era una mera cuestión de dignidad política lo que le condujo a la dimisión irrevocable.
Podrá decir el Sr. Sánchez que tiene intención de gobernar todavía los próximos tres años de legislatura, que incluso tiene previsto presentarse a las elecciones de 2027. Tales palabras se dicen casi en tono de amenaza –aquí estoy, aquí aguanto–. No será verdad. Cuando el gobierno vive en su propio fangal, la página se acaba cerrando inevitablemente. No se puede qué ya gobernar –siquiera desgobernar– ante una catarata de escándalos que se reproducen prácticamente a diario.