Opinión

¿Es Putin el depredador perfecto?

Esta carrera armamentística/evolutiva puede tener dos finales posibles: alcanzar un equilibrio entre las partes o terminar con la extinción de una de ellas

  • Vladimir Putin en el Kremlin

Los modelos biológicos tratan de explicar el funcionamiento bioquímico, fisiológico, orgánico y ecológico de las especies, es decir, su naturaleza. Esto, huelga decirlo, es aplicable a nuestra especie, de forma que todo el conocimiento que se va generando relativo a la componente animal del ser humano es fruto del método científico y del rigor de la ciencia. Algunas veces, además, la biología permite vislumbrar algo del comportamiento social del Homo sapiens, desde el momento en que éste puede ser mucho menos artificial de lo que pudiera parecer a priori. De hecho, pautas de actuación que podemos considerar fruto de nuestra educación y/ o cultura pueden tener su raíz en patrones etológicos muy condicionados por nuestro pasado evolutivo.

Estamos asistiendo, con incredulidad, horror y vergüenza, al espectáculo de una guerra en Europa. Salvando las distancias entre lo biológico y lo militar, y asumiendo que los modelos conductuales humanos están sujetos a muchas más variables que los puramente biológicos, sí que podríamos tratar de extraer algunas enseñanzas del análisis del comportamiento de los animales. Y lo que es mejor, podríamos tratar de aplicarlas a situaciones parecidas a las que tenemos la desgracia de estar presenciando. Con ello no se pretende aquí hacer ciencia en modo alguno, puesto que ni se concibe el diseño de ningún experimento en este dramático contexto ni hay posibilidad remota de aplicación de método científico. Pero sí que se podría contribuir a arrojar un poco de optimismo a la dramática situación que se está viviendo en Ucrania. Tan sólo tendríamos que alejar un poco el foco de análisis de la especie humana y situarlo en un contexto más amplio de la biología animal.

Para ello, podríamos hacer un pequeño parangón entre conceptos bélicos y conceptos biológicos y tratar de aclarar las equivalencias terminológicas en lo que se refiere tanto a las armas como a la carrera armamentística.

Las armas

Todas las especies biológicas hacen su guerra particular para sobrevivir y, por ende, disponen de su propio material para ello. Para la conquista de un determinado recurso, población o territorio, en vez de obuses potentes, cazabombarderos rápidos o lanzagranadas ligeros, disponen de otro tipo de herramientas. Generalizando mucho la cuestión, podríamos establecer algunas equivalencias:

  • Una novedad tecnológica diseñada en un laboratorio de investigación tendría su equivalente natural en la aparición de un nuevo gen.
  • La aplicación de esa novedad (mecánica, química o física) al área militar generaría un nuevo tipo de arma. En la naturaleza, esto sería equiparable a la aparición de nuevo carácter que aportara ventajas originales a su poseedor. Las ventajas podrían ser morfológicas (como el giro que sufrió nuestro dedo pulgar cuando se hizo oponible y nos permitió pinzar), fisiológicas (como la aparición de la hemoglobina como transporte eficiente de oxígeno en la sangre) o etológicas (como un comportamiento más sigiloso y mimético en el acercamiento de un león hacia su presa).
  • El deseado resultado final sería, para un ejército, alcanzar su objetivo militar y ganar la guerra. En términos biológicos, por su parte, el triunfo estaría en el incremento de la su capacidad potencial de generar descendientes (lo que se conoce como eficacia biológica).

La carrera armamentística

Van Valen fue el primero en utilizar este llamativo concepto en biología para explicar cómo varias especies pueden evolucionar de una forma conjunta e interconectada. Para comprenderlo mejor, pongamos un ejemplo muy evidente: la guerra que se libra entre un parásito y su hospedador.

  • El fenómeno coevolutivo que acontece es tan fascinante como sofisticado. La selección natural favorece simultáneamente mutaciones en el parásito y en el hospedador. En el parásito, se propician las novedades infectivas más virulentas. En el hospedador, la evolución favorecería todo lo contrario, esto es, las mutaciones que propicien los mecanismos de resistencia más eficientes contra la infección.
  • La consecuencia de todo ello es una vorágine de adaptaciones y contraadaptaciones donde, aunque todo está cambiando continuamente, en el fondo todo se mantiene en el mismo sitio, es decir, en el empate técnico entre los dos combatientes. Se trataría de una escalada armamentística natural donde, ante un arma nueva del parásito, el hospedador genera una nueva defensa de la que, a su vez, se escapará antes o después el parásito en el momento en que el azar le genere una nueva mutación propiciatoria.
  • Si han leído Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll, habrán deducido sagazmente que la naturaleza nos está brindando una particular versión biológica de la paradoja de la reina roja.
  • ¿Y dónde encajaría Putin en todo esto? La carrera de armamentos coevolutiva sería también, con algo de imaginación, perfectamente aplicable al modelo depredador-presa. Un guepardo que caza a la carrera gacelas es un potente factor de selección para sus presas, ya que fuerza la selección de las que sobreviven y se pueden reproducir, esto es, de las más veloces. Pero este proceso, a su vez, crea una presión de selección sobre los guepardos que, si quieren seguir existiendo, tienen que continuar siendo lo suficientemente veloces para cazar las gacelas.
Creo que habría unanimidad en la consideración de los ucranianos como la presa y al gobierno de Putin como el depredador

Esta carrera armamentística/evolutiva puede tener dos finales posibles: alcanzar un equilibrio entre las partes o terminar con la extinción de una de ellas. Traslademos esta situación, por un momento, a la invasión de Ucrania. Creo que habría unanimidad en la consideración de los ucranianos como la presa y al gobierno de Putin como el depredador (y digo el gobierno de Putin porque no considero justo suponer que la mayoría de los rusos aplauden lo están haciendo sus dirigentes).

Analizando este nuevo escenario de batalla, rápidamente nos damos cuenta de que aquí las condiciones cambian. Mientras que en el caso del parásito-hospedador las presiones selectivas serían similares, en el contexto depredador-presa serían claramente desiguales y jugarían a favor de la presa. Como apuntaron Dawkins y Krebs
en su famoso artículo Arms races between and within species, y sustituyendo los guepardos por zorros y las gacelas por conejos, los conejos correrían por su vida mientras que los zorros lo harían sólo por su cena. Desde el punto de vista de esta brillante perspectiva, los ucranianos (las presas) tendrían ventaja frente a Putin (el depredador).

Para acrecentar alicientes y estímulos para la resistencia ucraniana detengámonos en las sorprendentes conclusiones del trabajo de BakKer de 1983. Estudiando las progresivas adaptaciones a la carrera de ungulados (presas) y carnívoros (depredadores) en los últimos 60 millones de años, constató la existencia de una clara desigualdad entre los dos bandos. Las tasas de cambio morfológico registradas en los fósiles de los depredadores eran muy lentas comparadas con la de las presas. Además, se extinguieron muchas más especies de depredadores que de presas porque el aumento de la eficiencia de resistencia a ser cazados de los ungulados fue mucho mayor. Fascinante.

El guepardo invierte mucha energía en tener que realizar muchas tareas simultánea y coordinadamente. La gacela es una especialista que solo tiene que evitar que la cojan

Continuemos motivando biológicamente a los ucranianos. El guepardo, además de velocidad para alcanzar a la gacela, debe disponer de garras para atraparla, dientes carniceros para atacar su yugular, fuerza para aguantar sus
movimientos defensivos y resistencia para llevar a su presa a un lugar seguro para consumirla. La gacela solo tiene que correr. El guepardo invierte mucha energía en tener que realizar muchas tareas simultánea y coordinadamente. La gacela es una especialista que solo tiene que evitar que la cojan.

Arrimemos ahora el ascua a nuestra sardina… Putin, a priori, encajaría en el papel de depredador de libro al disponer de un ejército varios órdenes de magnitud más potente, más numeroso y más actualizado tecnológicamente que el ucraniano. Pero ese ejército tiene que desplazarlo, alimentarlo, mantenerlo, motivarlo y hacerlo funcionar en un entorno ajeno y hostil, y todo ello sin contar con las presiones económicas y geopolíticas por parte de todos los estados del planeta con dos dedos de frente. Ucrania solo tiene que resistir. Cuenta con toda la motivación, todo la empatía internacional y toda la valentía y dignidad de su población.

Añadiré otro dato muy relevante: el modelo depredador-presa está establecido para especies diferentes. Aquí hablamos de poblaciones de la misma especie, donde ni los Homo sapiens rusos están genéticamente diseñados para comer ni los Homo sapiens ucranianianos para ser comidos.

Eso significa que los papeles, perfectamente, podrían ser intercambiados.

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