Los gobiernos de Zapatero y Sánchez están pasando a la historia de España como los más perniciosos -en tiempos de paz- que registran los datos en cuanto a la evolución de la renta per cápita y la convergencia con Europa. Ambos gobernantes son imbatibles, juntos y por separado, como demuestran los siguientes datos:
Con Zapatero, la renta per cápita española retrocedió casi un 6%, algo inaudito en el mundo desarrollado, mientras que Sánchez en sus años de gobierno apenas ha conseguido que aumente casi un 1% en un quinquenio, otra hazaña negativa sin par. Como por en medio hemos padecido -todos, no solo España- una crisis financiera y la de la pandemia, si nos comparamos con la UE, los fracasos de Zapatero y Sánchez resultan apoteósicos. Mientras que con Aznar llegamos a estar a solo siete puntos de la renta per cápita media europea, con Zapatero caímos casi diez puntos. Con Rajoy nos volvimos a recuperar, pero con Sánchez no hemos podido caer mas bajo; casi un 20% menos que la media de una UE, que después de las ampliaciones al Este vio decaer su renta media.
A este consumado desastre -un crecimiento anual entre 2017 y 2022 de nuestra renta per cápita nueve veces inferior a la media de la UE– el gobierno lo denomina “España avanza”; y lo absurdo es que haya mucha gente que se lo crea.
Las dos principales razones de nuestra decadencia están incuestionablemente identificadas: una muy baja tasa de empleo -% empleados/población- y un nivel de productividad escaso y estancado.
En España el porcentaje de personas ocupadas -incluidos los falsos trabajadores denominados “fijos-discontinuos”– se sitúa estructuralmente en torno al 50%, cifra solo empeorada por Grecia e Italia. Veamos que nos dicen las cifras de la Organización Internacional del Trabajo:
- Países con mayor tasa de empleo, por orden de mayor (68,6%) a menor (59,7%):
Nueva Zelanda, Singapur, Suiza, Australia, Holanda, Irlanda, Corea, Canadá,
Japón, Dinamarca, Reino Unido, Suecia, Alemania, y Estados Unidos.
- Países con menor tasa de empleo, por orden de mayor (58,8%) a menor (45,4%):
Austria, Finlandia, Portugal, Francia, Bélgica, España, Italia y Grecia
La tasa de empleo tiene una muy importante contrapartida en la tasa de dependencia: % de personas dependientes/empleados.
- Países con menor tasa de dependencia, por orden de menos (66%) a más (98%):
Singapur, Nueva Zelanda, Corea, Suiza, Holanda, Japón, Dinamarca, Australia
Canadá, Alemania e Irlanda
- Países con mayor tasa de dependencia, por orden de menor (102%) a mayor (156%): Reino Unido, Bélgica, Francia, España, Italia y Grecia
España, no solo lidera la tasa de desempleo a nivel mundial entre los países desarrollados, sino que además -junto con Italia y Grecia- tenemos la mayor tasa de dependencia. Mientras que en Suiza cada empleado tiene que “hacerse cargo” de 0,82 compatriotas, en España la cifra asciende a 1,31; es decir un 60% más de responsabilidad social con los demás.
Esta desastrosa diferencia podría compensarse, al menos en parte, si la productividad del trabajo fuese elevada y creciente; pero resulta todo lo contrario, ya que es muy baja y lleva mucho tiempo sin crecer. El multifactor -tecnológico- de la productividad, en lo que llevamos de siglo permanece estancado y siendo entre muy bajo y negativo.
Según OECD Compendium of Productivity Indicators 2019, entre 2001 y 2014 la productividad española decreció a una tasa media anual del 0,2%, para crecer muy moderadamente entre 2014 y 2017. Desde entonces sigue estancada y por debajo de la media de la UE.
Y por si no fuera suficiente con sus previos desmanes, el acuerdo firmado por el PSOE y Sumar para la investidura de un nuevo gobierno, lejos de intentar remediar los males reseñados, aventura resultados aún peores
¿Habrá algún miembro del gobierno, con su presidente a la cabeza e incluidas las sonrientes -a pesar de sus fracasos- ministras de economía y trabajo, que haya usado alguna vez la “tasa de empleo” y el “multifactor de la productividad” en sus discursos, escritos y declaraciones públicas? ¿Verdad que no?; pues así nos va.
Un gobierno que ignora por completo las calamidades estructurales -las que permanecen y se consolidan en el tiempo- de su gestión económica, para prestar atención a algunos datos tan coyunturales como insignificantes que en nada alteran la pésima realidad acumulada en el tiempo, es imposible que haga análisis serios y realistas y menos aún que plantee remedios a realidades tan evidentes como graves. Y por si no fuera suficiente con sus previos desmanes, el acuerdo firmado por el PSOE y Sumar para la investidura de un nuevo gobierno, lejos de intentar remediar los males reseñados, aventura resultados aún peores.
Todo lo dicho atestigua que al socialismo español del siglo XXI le resulta de aplicación la canónica definición del profesor Jesús Huerta Soto: “Socialismo es todo sistema de agresión institucional y sistemática en contra del libre ejercicio de la función empresarial”. Porque, cuestionando los derechos de propiedad, hiper-regulando los mercados, desincentivando la innovación, reprimiendo fiscalmente el trabajo y el ahorro, e incluso insultando públicamente a los empresarios, los resultados obtenidos terminan siendo necesariamente los que se han glosado.
¿Tiene vuelta atrás nuestro creciente alejamiento del primer mundo que comenzó Zapatero y, tras la breve recuperación con Rajoy, ha retomado con creciente empuje Sánchez?
Efecto colateral de la amnistía
Para salir de este pernicioso círculo vicioso deben darse dos condiciones: una necesaria y otra suficiente.
Será necesario que en unas próximas elecciones los votantes verdaderamente demócratas, y por tanto defensores del Estado de Derecho y consecuentemente de nuestra Constitución, sumen votos suficientes para formar un gobierno alternativo al de los “amnistiadores”, que no solo operan contra del orden moral y político civilizados, sino que están llevando a la economía española a una situación, tan insólita, como cada vez peor.
La condición suficiente consiste en hacer todo lo necesario para curar los dos grandes males ya reseñados: instaurando un mercado de trabajo al estilo del norte de Europa -frente al “argentino” actual– y propiciando el crecimiento de la productividad mediante reformas estructurales orientadas al impulso de la libertad empresarial y la innovación.
En última instancia, la extrema gravedad de la amnistía, está teniendo además un efecto colateral: la desatención política y por tanto incluso mediática de las “cosas de comer”, es decir la economía. Y justamente cuando más falta hace, antes de que sea demasiado tarde.
k. k.
El sistema económico del socialista es sencillo, aunque no suele durar mucho por razones evidentes: le quitamos la pasta al que la genera, y se la damos al que no da palo al agua. Así se convierten en moralmente superiores, que es lo más importante. Explíquele por qué este tipo de cosas no funcionan a su vecino de columna, el señor Madero, una auténtica lumbrera socialista. Ha tenido la genial idea de imaginar un nuevo partido de izquierdas, como si no tuviéramos suficiente con el PSOE, Podemos y el resto de la morralla.
Norne Gaest
Se aprecian sus artículos. Efectivamente, el voto demócrata es incompatible con los gobernantes actuales. Pero uno estima que los mangantes morales y desastrosos gestores han llegado y quieren ir demasiado lejos. Hay que tratar de pararles antes de que cumplan una legislatura. Las movilizaciones, las denuncias, los pronunciamientos en contra de tantos profesionales, más la ayuda europea, esperemos que reviertan la calamitosa deriva que padecemos. Lo de "España avanza" es una variante del principal mantra engañabobos del tahur de la Moncloa y sus secuaces: el progresismo. Pero ¿que sería de esta gente si no fuesen diestros en la propaganda? Pues que se quedarían sin votos. Y eso no pueden permitírselo, eso es jugase las habichuelas. Ambos (socialismos y nazionalismos) viven de embaucar a millones de votantes.